ChávezEs la fuerza armada bolivariana la obra más acabada de Hugo Chávez, la que sí pudo concluir antes de morir, su verdadero legado, y es la culminación histórica de un largo proceso de convergencia natural del militarismo político venezolano con el comunismo, el sistema político que consagra un estado de guerra permanente.

Y este proceso comenzó antes de Chávez, años y décadas antes de que siquiera concibiera la idea de entrar a la academia militar. De hecho, en 1971 cuando ingresó, ya se había recorrido un largo trecho en ese proceso, paciente pero nunca interrumpido, “sin prisa, pero sin pausa” como dice el argot popular.

Sobre el proceso de infiltración de la fuerza armada, primero por el comunismo y luego por el castrismo, especialmente en lo referente a lo que, a la postre, sería la vertiente dominante “bolivariana revolucionaria”, se ha escrito mucho y se ha leído poco. Alberto Garrido, en su imponente investigación, la sitúa a partir de 1957; otros investigadores la colocan más atrás en el tiempo, como una convergencia de varias concepciones históricas “restauradoras y redentoras” que siempre han existido en el militarismo político, hasta empatarla con el “ciclo octubrista” y más allá, con el ciclo andino, un arco que va de 1899 hasta 1982, año de fundación del MBR-200, y esto no debe sorprender, al constatarse ciertas claves contemporáneas, como la veneración que tuvo Chávez por Cipriano Castro y que, de hecho, encuentra en personajes como el general Jesús María Castro León, nieto precisamente de Cipriano Castro, y otros, como el teniente coronel Juan de Dios Moncada Vidal, tejido conectivo sólido.

Realmente, nada impide trazar una “línea genealógica” del militarismo político venezolano que nos remonte hasta el mismo ciclo independentista, pasando antes por Antonio Guzmán Blanco (trasladado al panteón nacional por Chávez, en gestión de sobrenatural urgencia en sus primeros días como presidente), pasando por Ezequiel Zamora, faltaría más, y de allí directo a la gesta sagrada de la emancipación, desde luego, esa línea estaba perfectamente trazada en la mente de Chávez, por mérito investigativo tanto suyo como de otros, y no es una línea fantasiosa, es un trazado providencial que viene de lejos, y permite justificar la función inmanente que lo militar cumple -y debe cumplir- en la historia venezolana, y en “el devenir del pueblo”.

Es la necesaria creación de religión militar para poder fundirse con la religión comunista, el logro del sincretismo chavista: sólo lo militar liga historia con pueblo y el pueblo, solo puede estar en lucha, en guerra permanente. El verdadero significado del “patria o muerte”.

Esto es el chavismo militar, concebido para consumo del sacerdocio militar, para la construcción de una fuerza armada “bolivariana”, que debe ser la expansión sublime de la logia del Samán de Güere, que debe ser el partido militar que constituya la base del poder “por ahora y para siempre”.

Aquí lo importante es percibir que el chavismo es una doctrina, que supo construir un ideario paradigmático perfectamente compatible con el de un militarismo político nunca extinto, que a su vez pudiese confluir en forma natural, hacia la ideología política militarista por excelencia, el comunismo. El chavismo militar -porque no hay otro, los otros son tácticos- de todos modos, refuerza su doctrina con conceptos provenientes del maoísmo y el fascismo: la guerra popular y la unión cívico militar, por ejemplo, y aquí la lista podría ser extensa en cuanto a influencias, claramente detectables, las cuales no constituyen un “batiburrillo”, sino un sistema armónico, que está lejos de haber sido improvisado y que ha funcionado con comprobada “eficacia” en su aplicación al petroestado rentista venezolano, de hecho, configura un diseño específico gradualista -que aprovecha una preeminencia del estado ya consolidada- que demuestra conocer muy bien al país. Una construcción meditada y cuidadosa que, además, está diseñada para ser insertada como el chip perfecto en la ranura del cráneo militar venezolano. Y que encuentra en el militar Chávez, y en el comunista Chávez, la coexistencia perfecta.

El asalto al poder de Chávez comienza con un golpe militar y concluye con la instalación y consolidación del poder militar actual, pasando por la lección de 2002, que le reafirma la perenne debilidad civil y el perenne poderío militar, esto le confirma un diseño inicial que nunca cambiará y que nunca ha cambiado, en donde lo electoral, es sólo una “ventana táctica”, que su movimiento aprueba en 1997, y que se aprovecha, tácticamente, para el inicio de la conquista, pero que en ningún momento abandona su estrategia totalitaria y sobre todo, la tesis principal de la guerra necesaria para llegar a la “ruptura histórica”, a la revolución: “Vengo a destruir lo existente para crear un nuevo sistema…” proclama sin tapujos, en el libro “Habla el Comandante”, de Agustín Blanco Muñoz, publicado en plena campaña electoral de 1998.

Una vez llegado al poder en 1999, queda preparar lo único necesario para la guerra del fin de los tiempos: un nuevo ejército, institución en donde Chávez ha podido comprobar por años una predisposición auspiciosa para metabolizar la “buena nueva” y a eso dedica todo un esfuerzo de restructuración, de purga, de selección desde la misma puerta de ingreso y mucho lavado cerebral puro y duro, inmoderado y sin clemencia. Proceso con extensión “táctica” hacia lo civil, mediante intrusión de lo militar en lo civil y militarización de lo civil, algo en lo cual el comunismo es maestro.

Y Chávez esto lo comienza rápido, sin pérdida de tiempo, sin esperar ni siquiera su constitución, de hecho, a los dos días de su instalación, celebra con un desfile militar, el séptimo aniversario del 4F de 1992.

Desde ese día, hasta el presente, es importante señalar que nunca hubo una corrección de ruta, porque una vez más, se debe recalcar que el diseño está presente desde el inicio y está presente, sobre todo, en su instrumento de ejecución más importante: la constitución de 1999, cuya convocatoria es su primer acto de gobierno, que manda aprobar contra vaguada y deslave, porque es el texto fundamental que consagra, el principio clave que se usará para ir a la guerra contra toda la construcción republicana y democrática, contra la separación, no de los poderes “burgueses”, sino contra la separación del país civil del país militar, la unión “caudillo-ejército-pueblo”, y este principio clave, muy bien envaselinado en la constitución, es el principio de la “corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad”, expuesto en el capítulo II, de los principios de Seguridad de la Nación:

Artículo 326: “La seguridad de la Nación se fundamenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil, para dar cumplimiento a los principios de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia, solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos humanos, así como en la satisfacción progresiva de las necesidades individuales y colectivas de los venezolanos y venezolanas, sobre las bases de un desarrollo sustentable y productivo de plena cobertura para la comunidad nacional. El principio de la corresponsabilidad se ejerce sobre los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar”.

Este no es un principio de la “seguridad de la nación”, sino el eje principista, de una nueva “seguridad nacional”, para una nación en permanente amenaza (como lo debe ser todo país comunista). La corresponsabilidad, es la base de la unión cívico militar, la base del concepto de “defensa integral” y de “guerra popular” y base de la ruptura histórica derrotando al enemigo interno. Finalmente, es la base del Estado totalitario chavista.

“Corresponsabilidad” y “Defensa Integral”, son fundamentos a su vez, de la doctrina militar bolivariana, el verdadero programa político, el cual dentro del gradualismo programático del “injerto socialista”, decreta tempranamente el fin de la separación de lo civil y militar en los cargos del Estado, y planificadamente, “sin prisa”, debería rematar en el fin de la separación entre Estado militar y sociedad civil, tal como se desprende, de lo que fue realmente el estado militar soviético, y el estado militar chino, y el de Vietnam, y sobre todo, el estado militar cubano.

Y no nos engañemos, no será corporativismo fascista, no, no será fascismo, y no porque no “les funcione”, será comunismo, porque ya existe un comunismo “rojo rojito” que es perfecto, es el comunismo versátil, tal como lo enseñan los chinos, deslumbrando al mundo con su “un país, dos sistemas”, y que en el estado rentista venezolano, calza primorosamente como anillo al dedo.

Los que aducen que las palabras “revolución”, “socialismo” y “comunismo” no están en la constitución no han entendido que eso está reservado para otra etapa, mientras tanto, todo lo necesario para preparar el “Estado social” está contenido en la “transversalidad” calculadamente no frontal, de virtud aparentemente inobjetable, que impregna a toda la constitución de 1999, y, sobre todo, en la ponzoña bien disimulada del artículo 326.

Esta es la constitución que la MUD nos pide defender.

Mientras tanto, puesto ya el “seguro”, cerrado el cerrojo de seguridad nacional que representa la fuerza armada bolivariana -el verdadero legado- todo se reduce a administrar el caos civil destructivo y autodestructivo del país político y “no político”, propiciado por el mismo régimen para avanzar en sus planes, una rebatiña ajena a los militares, entre “meros civiles”, por el reparto entre sus estamentos y el mantenimiento de sus estatus viejo burgueses y neo burgueses (los civiles con sus cosas como siempre), una situación coyuntural, que confirma el general Vladimir Padrino, Ministro de Defensa, y Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (el verdadero jefe del estado militar venezolano), en entrevista reciente al diario El Nacional:

Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, expresó que los problemas de los venezolanos deben resolverlos los políticos. Considera que no habrá una solución por la vía militar. “Este es un problema que lo van a resolver los políticos. No es por la vía militar que se va a resolver, no es en la Conferencia Episcopal Venezolana, no son los empresarios”, dijo Padrino López en una entrevista a Televen. A juicio del militar, los políticos venezolanos deben reconocerse, respetarse, dialogar y negociar para llegar a un acuerdo de convivencia.

El chavismo “sin Chávez, pero con legado” (ya saben cuál es el legado que hay que preservar, pero no se debe decir), el “chavismo democrático” en otras palabras, podría hasta llegar perfectamente, a un consenso con su oposición oficial (y validada), un pacto de reconocimiento mutuo, cohabitación pacifica e impunidad, y también acceder, muy importante, a una mayor pluralización del reparto, dentro de una lógica mutualista/comensalista de preservación del ecosistema rentista, y de preservación de “oposiciones” que realimenten al sistema de dominación cultural.

Y esto podría contar con apoyo nacional, con apoyo interno, desde la MUD y el “chavismo crítico”, y algo crucial, contaría seguramente con apoyo externo, desde la izquierda internacional, en otras palabras, desde la progresía y la corrección política globalizadas, sistemas altamente interesados en evitar, cualquier caída en desprestigio del “Legado de Chávez” y eventuales “gorilismos militares fascistas” (un golpe militar aguafiesta).

Y desde “la derecha”, o sea desde el establecimiento estadounidense bipartidista, también se podría encontrar apoyo afuera, sobre todo en los promotores de una actualizada tesis “patio-traserista” que dictamina que la prioridad para Venezuela (y la región) debe ser la estabilidad política, la “PAZ”, con o sin un our son of a bitch, sobre todo, para evitar enojosos flujos de inmigración, pero también, para evitar un “revoltijo de prioridades”, cuya compleja explicación, trasciende el propósito de este artículo.

Nadie podría tocar lo militar, o sea, nadie podría tocar al verdadero poder, so pena de echarlo todo a perder, una inmaculada transición, se cuidaría de hacerlo, tan es así que desde ya, la MUD/AN solo pide a la fuerza armada “que no se pasen a la oposición, sino a la constitución”, lo cual no significa otra cosa que: “podrán seguir siendo, la fuerza armada chavista”, se estaría así repitiendo de alguna forma, la historia (¿o la metodología?) de la “transición democrática” nicaragüense, en donde se permitió una pluralización “democrática” durante tres períodos constitucionales, 17 años, la cual, al no poder extirpar de raíz al sandinismo, fatalmente culminó con el retorno de Daniel Ortega.

Conciudadanos, aquí no hay salida posible con la clase política actual “de lado y lado”, pues no bastará con cambiar al chivo expiatorio Maduro: aquí hay que acabar con el estado chavista y el estado rentista por igual, y con el modelo de sociedad, de hegemonía cultural, que deriva de ese ecosistema.

Pero el “chavismo real”, el armado, el verdadero legado, el verdadero poder, el partido militar de la fuerza armada, “el seguro y reserva” de la patria, ese sólo podrá ser vencido y desalojado por los mismos militares, no hay vía civil que valga, ni valdrá.

Aquí lo único que procede es la extinción del chavismo por expulsión total del poder, de la vida política y prohibición de su activismo y, sobre todo, por destrucción de su ecosistema: el estado rentista, porque si no lo hacemos así, a la primera oportunidad volverán a saltar a nuestra yugular.

Alemania así lo hizo con su destructor, el nazismo, con el juicio de Nuremberg, con la “desnazificación” del país, con la prohibición del partido, y persecución criminal a prófugos y cultores. No estoy pidiendo algo inédito.

Esto no es imposible.

Esto se puede lograr mediante conspiración y ya describí a grandes rasgos, en lo esencial, cómo debe ser y cómo debe hacerse, en un artículo anterior (2), pero antes de dar el primer paso, el acto preparatorio indispensable deberá consistir, en despejar la primera capa de telaraña que impide la claridad, la que casi está metida dentro de los ojos: la telaraña del “falta poco”.

“Si de verdad se quiere hacer algo, se debe abandonar el impulso irresistible de la idiotez colectiva. Lo que hace falta es un pacto contra el poder y sus asociados, que sea insurreccional, clandestino, impredecible, atemporal, antifrágil. Esto requiere seriedad, requiere discreción, requiere tiempo, y un verdadero esfuerzo de comunicación, coordinación y sincronización, hacia la desobediencia civil organizada y generalizada.

Esto requiere una junta, que coordine entre la resistencia ciudadana, poderes alternos civiles, y militares activos. Una junta que coordine una política interior, hacia lo civil y militar, y una política exterior.

Esto se puede hacer, y se llama conspiración”.

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