Antonio Carradini. Modestia velada. 1744
Antonio Carradini. Modestia velada. 1744

Hesíodo fue uno de los grandes educadores de la antigua Grecia y por tanto de toda la civilización occidental. Una de sus más grandes aportaciones fue proclamar la adquisición de la excelencia personal por medio del trabajo. No es la única.

Con fina inteligencia señala Hesíodo que Aidos y  Némesis,  fueron las últimas diosas en abandonar la tierra. Al hacerlo, dejaron a los hombres sumidos en discordias y sufrimientos. Némesis es la diosa de la justicia y andan los hombres desde entonces ordenando sacerdotes de esta deidad, mediante la imposición de togas, algunas con  puñetas, y erigiendo templos en los tribunales para implorar su presencia.

Aidos es la diosa que personifica la vergüenza, la modestia y la dignidad. Según Hesíodo su presencia es garantía de justicia y amistad.

En España, durante los períodos electorales es cuando más se echa de menos a esta deidad. Los mensajes electorales cumplen el principio proclamado por Tierno Galván de que “Las promesas electorales están para no cumplirlas” y es imposible ponerse a cobijo del diluvio de la propaganda política: Un cúmulo hediondo de promesas imposibles, mentiras evidentes, traición a los principios antes  manifestados y tácticas rastreras. Todo ello proclamado con aplomo y sin atisbo de vergüenza alguna. No es difícil reparar que quien así se muestra en público, y siguiendo el orden correlativo, es un embaucador, un mentiroso, un traidor, un ruin y un sinvergüenza. Solo un sistema corrupto, sin representación y sin separación de poderes, permite seleccionar (que no votar) a un Jefe del Ejecutivo de este modo. Es la corrupción intelectual en estado puro, que es la madre de la corrupción moral y la abuela de la corrupción económica. Cada voto depositado en una urna, es un apoyo explícito al sistema electoral, al régimen político y a candidatos de esta índole. El número de votos es la cifra de los que avalan el régimen y su resultado. El pueblo no es inocente.

Aidos, es la manifiesta enemiga de los soberbios, los déspotas, los mezquinos y los mentirosos.  Gandhi, basó toda la estrategia en su lucha contra el Imperio Británico en este principio: “Para vencer al enemigo, no es necesario destruirle, basta con avergonzarle”  Ideó acciones con este propósito que fueron muy útiles, como la Marcha de la Sal que avergonzó al Imperio Británico ante el mundo, por haber impuesto el monopolio de este  condimento, a una colonia que disponía de un océano para extraerlo.  Gandhi envió un telegrama a Churchill, al inicio de la Batalla de Inglaterra, declarando que abandonaba la lucha por la independencia de la India mientras Inglaterra estuviera amenazada por Hitler, porque  “no hay honor en combatir a  un adversario en apuros”. No podía permitir que la dignidad del adversario fuera superior a la suya, porque si eso ocurría, su lucha estaría irremediablemente perdida.

Martin Luther King, que viajó a la India para aprender las técnicas de Gandhi, concluyó que su única oportunidad para terminar con la segregación racial, era avergonzar al Gobierno y al pueblo americano. Mandela hizo lo propio en Sudáfrica. Los resultados están a la vista.

Finlandia, hace unos meses, ha dado una lección al mundo, otra vez, al terminar con el acoso escolar en menos de un año. Su método, denominado KiVa, consiste en avergonzar al maltratador induciendo a todos los alumnos a manifestar en público su opinión sobre el que golpea o humilla a otros. La vergüenza del maltratador, terminó con esta lacra. Bastó que intervinieran los tibios para que Aidos, la vergüenza, fulminara a los victimarios. No en vano el Apocalipsis  maldice a quien se mantiene al margen de la ignominia: “si eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Burke  declaró culpables del mal a los tibios que se tienen por buenos:  “Para que triunfe el mal, basta que los buenos no hagan nada”.  Aidos visita la tierra cuando los tibios dejan de serlo.

Los grandes revolucionarios sabían que poner de manifiesto la carencia de dignidad del déspota, es más letal que su aniquilamiento. Aidos, es mucho más eficaz que el violento Ares.

El día en el que las urnas queden vacías, porque los tibios sientan pudor y dejen de serlo, Aidos entrará por la puerta y como siempre ha ocurrido  en la historia, cuando la vergüenza haga acto de presencia, saldrán por la ventana los falaces, los mentirosos y los traidores. Inexorablemente Aidos, los arrojará al estercolero de la historia, con el estigma de la ignominia marcado con su propio puño y en su propia frente.

Solo los tibios, los que refrendan el sistema con su voto, protegen al político de su propia vergüenza.

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