Procusto fue un fanático de la igualdad entre los seres humanos. Se hizo famoso porque cumplía con las sagradas reglas de la hospitalidad,  facilitando cobijo al viajero.

Dormido e indefenso el huésped, Procusto lo ataba para iniciar la ceremonia de la igualdad. Ya inmovilizado, ajustaba al viajero al tamaño del lecho: estiraba al peregrino descoyuntándole  los huesos hasta alcanzar la exacta medida del lecho si era de corta estatura. Si acaso el caminante era de  estatura prominente, solventaba el enojoso asunto cortándole los pies o la cabeza.

El lecho de Procusto era la medida exacta del ser humano, el ideal de la igualdad material del hombre. Un principio al que debían subordinarse todas las virtudes en la mente de su  promotor..

El pueblo que concibió y legó a occidente la idea de isonomía -igualdad ante la ley- como un pilar básico para la organización humana, nos dejó también el mito de Procusto, para que no confundiéramos jamás la isonomía, con la igualdad material.

Hoy se conoce como síndrome de Procusto, el conjunto de actos que despliega un dirigente, para impedir que sobresalga el que tenga más talento o el aporte un esfuerzo mayor que el resto.  Por el contrario, el criterio de dirigentes  brillantes, como lo fue Steve Jobs, establece que es absurdo contratar a gente inteligente para decirles lo que tienen que hacer, cercenándoles así el talento y la iniciativa.

Los ilustrados franceses que inspiraron la Revolución, concluyeron  que el talento personal era patrimonio de la República que estaba obligada a cultivar y cuidar la excelencia, para servirse luego de ella.

En la actualidad, confundiendo isonomía con igualdad material, se ha optado por forzar un modelo igualitario, basado en un consenso de esfuerzo mínimo y el destierro de la iniciativa y la excelencia.

Este principio de igualdad material, ha presidido la enseñanza y la política primero y la empresa después. Se ha procurado así desterrar el esfuerzo y la excelencia, para conseguir medianías igualadas, con el talento amputado.

Como consecuencia de ello, el libro más vendido es el producto intelectual de Dña. Belén Esteban. Los programas de televisión más vistos son los que enaltecen lo más ruin de la condición humana. Los políticos más destacados son aquellos que no saben distinguir entre Nación y Estado. Los empresarios más respetados son los que practican la colusión como forma de negocio. En todo este cultivo de la  mediocridad, casi siempre late la presencia del Estado como coautor, cómplice o encubridor y siempre como financiador o promotor.

El lecho de Procusto, es la media ponderada de la inteligencia y la cultura patria. Sus exactas proporciones coinciden  con las magnitudes del talento de Dña. Belén Esteban.

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