La intención de Carrillo de convertir a la Junta Democrática en una plataforma de negociación con el gobierno de la dictadura, intención que fracasó cuando García-Trevijano se opuso frontalmente y la cuestión se dirimió en una votación que perdió Carrillo obteniendo sólo los votos comunistas del PCE, CCOO y PSUC, respondía al fin y al cabo a la postura del partido comunista desde que en 1956 hiciera la declaración “Por la reconciliación nacional” en la que adoptaba la vía pacífica para luchar contra la dictadura e implantar el socialismo. La declaración de 1956 del PCE terminaba diciendo: “El Partido Comunista apoyará a cualquier gobierno que dé pasos efectivos hacia la realización de una política de mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo, de paz, independencia nacional y restablecimiento de las libertades democráticas”. Pues bien, finalmente el PCE terminó apoyando al gobierno franquista de Suárez y participando en unas elecciones generales -que no constituyentes- sin que primero se restablecieran las libertades democráticas.

La preferencia del PCE por un régimen político sin separación de poderes y con representación proporcional queda bien explicitado en la Declaración de 1956  donde es definido como “régimen parlamentario” o “democracia parlamentaria” y se defiende de esta manera: “La vida impone encontrar un terreno en el que podamos convivir y donde cada uno pueda propugnar libremente sus ideas y soluciones. Y ese terreno, en esta situación concreta, no puede ser otro que la democracia parlamentaria”. García-Trevijano era consciente de esta apetencia de los partidos por los regímenes parlamentarios de la Europa continental. Ese fue el motivo por el que el punto once del programa de la Junta que propugna la celebración de una consulta popular para elegir la forma de Estado no incluyera también la forma de Gobierno: no hubo unanimidad entre los miembros de la Junta en la forma presidencialista que defendía García-Trevijano y la forma parlamentaria que defendían otros. Pero la separación de poderes, requisito indispensable para la democracia, era un objetivo irrenunciable para Antonio García-Trevijano, lo plantearía directa y públicamente cuando llegara el momento de la apertura del periodo de libertad constituyente. El programa de Coordinación Democrática sí recogió por fin la elección de la forma de Estado y de Gobierno en una consulta popular que nunca se celebraría porque el programa sería traicionado por los partidos que lo habían firmado.

La declaración del partido comunista “Por la reconciliación nacional” no tiene nada que ver con el Manifiesto de la Reconciliación que la Junta Democrática hizo público en abril de 1975. En él se explica que la ruptura democrática es la única vía para llegar a la democracia frente a la reforma legal de la dictadura que no será sino el continuismo de la misma. Hace un llamamiento a las Juntas de toda España para llevar a cabo acciones políticas y sociales que no discriminen ideológica ni socialmente a nadie; acciones en Galicia, País Vasco y Cataluña bajo el signo de la restauración de los Estatutos de autonomía dentro del Estado español; en las demás regiones acciones que celebren la identidad regional; y la convocatoria por la Junta Democrática de España de una jornada de acción democrática, de abstención cívica de toda clase de actividad laboral y empresarial, tanto en el sector privado como en el sector público, bajo el signo político de la reconciliación nacional.

La Declaración del PCE de 1956 defiende el socialismo internacional e implica una subordinación a la URSS aunque en un régimen en el que otras opciones ideológicas participan y en coexistencia con los países capitalistas. En los años setenta el PCE había evolucionado hacia el eurocomunismo, que supone el abandono de las tesis marxistas-leninistas y la independencia de Moscú. Si bien la URSS seguía teniendo influencia en los partidos comunistas de otros países el Partido Comunista de la Unión Soviética había dejado de ser el partido con un papel preeminente reconocido por todos en el movimiento comunista internacional. El propio Kissinger reconoce en un cable del Departamento de Estado que “hace mucho que quedó atrás el tiempo en que los deseos de los soviéticos eran considerados ley por el resto del movimiento“. Esto se evidenció por ejemplo en el Congreso del PCUS de febrero del 1976 en Moscú. El Secretario General del PCI, Enrico Berlinguer, dio un discurso defendiendo la independencia del partido comunista italiano, más que sus palabras fue el hecho de que las pronunciara nada más y nada menos que en el Palacio de Congresos del Kremlin lo que evidenciaba la brecha que se abría entre el PCUS y los partidos comunistas europeos occidentales. Algunos países no enviaron delegaciones y otros enviaron delegaciones de bajo nivel para mostrar sus discrepancias y afirmar su independencia frente a Moscú. Entre los europeos las ausencias más notables fueron la de los secretarios generales de los partidos comunistas de Francia y España. El PCE fue representado por su presidenta Dolores Ibárruri, pero es el Secretario General el cabeza de partido y Carrillo no asistió (fue explícito en mostrar su preferencia por viajar como miembro de una delegación de la Junta Democrática a Roma antes que asistir al Congreso del PCUS).  Santiago Carrillo ya no era bien recibido en Moscú, “me consideran un traidor“, decía,  pero tampoco era rechazado y se le reconocía como cabeza del partido. Esto indica que el PCE seguía siendo un instrumento útil para la URSS para afirmar su postura en España y que no existía un candidato mejor en esos momentos para sustituir a Carrillo. El Secretario General del PCE tuvo que digerir las palabras de la Presidenta del partido, Dolores Ibárruri, que decía que “el eurocomunismo no existe“. Pero no existió un enfrentamiento vehemente entre dos tendencias, la eurocomunista y la prosoviética, en cualquier caso la tesis de Carrillo triunfó en el partido. La misma Dolores Ibárruri lo aceptaba cuando, a pesar de sus frecuentes declaraciones prosoviéticas, decía que era una militante disciplinada y acataba con lealtad la línea política del PCE.

Mientras Felipe González y el PSOE recibían dinero procedente de la RFA del partido socialdemócrata alemán y la ayuda de Willy Brandt y Helmut Schmidt,  Santiago Carrillo y el PCE recibían la ayuda de la RDA y de Erich Honecker. A pesar de la independencia cada vez mayor de los partidos comunistas de algunos países europeos respecto a Moscú, como era el caso del PCE, el partido comunista español y CCOO siguieron recibiendo la ayuda de la URSS. Dice el embajador Wells Stabler: “Los soviéticos continuarán dando dinero al PCE y a las organizaciones comunistas paralelas como las comisiones obreras y, quizás, incluso a grupos con inclinación a la violencia. Perturbarán de manera encubierta y se mostrarán razonables de manera abierta” y también: “la mayor parte de la ayuda extranjera que recibe Comisiones Obreras viene de Berlín del Este y Moscú“.

 

______________________________________________________________

Cables 1976STATE062018_b, 1977MOSCOW16208_c, 1976MADRID01849_b, 1976MADRID06473_b, 1977MADRID04051_c,  Public Library of US Diplomacy, Wikileaks.org

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí