La química es la ciencia que estudia la materia y sus transformaciones no físicas. Un profesor mío decía que las personas que más sabían de química eran las amas de casa: trabajan con productos de limpieza, cocinan, hacen infusiones, curan al niño que se resfría, etc. La química es la base de la vida y su conocimiento proporciona un extraordinario saber, útil en otros ámbitos. En particular, muchos políticos han sido estudiosos de esta disciplina: Lavoisier, M. Thatcher, A. Merkel, Weizmann (Israel), Mościcki (Polonia) y por citar a un español, G. Marañon (prescindo del ínclito Rubalcaba).

Un proceso químico es aquel mediante el cual a partir de una energía de activación, se cambian los enlaces atómicos de unas sustancias llamadas reactivos, obteniéndose otras sustancias completamente distintas llamadas productos. Los átomos que forman los reactivos y los productos son los mismos, pero se enlazan de forma distinta. Lo mismo pasa en una ruptura política: las mónadas políticas (unidades mínimas donde hay poder) siguen siendo las mismas que antes de la ruptura, pero las relaciones de poder cambian y el producto resultante tiene una estructura de poder completamente distinta a la inicial. Hay muchos factores que intervienen en la velocidad y en la iniciación de reacciones químicas y cuyo significado político analizaré en próximos artículos: concentración de reactivos, presión, temperatura, catalizadores, el medio, etc.

Desde la guerra de la independencia, e incluso desde antes, en España los movimientos políticos más frecuentes y más largos en duración han sido los reaccionarios, la represión: el antiguo régimen frente a los liberales, el carlismo, la dictadura de Primo de Rivera, el franquismo, etc. Siempre ha habido impedimentos o falta de energía de activación para que se produzca una ruptura política completa y todo intento se sofoca muy rápidamente de manera reaccionaria. Como si para apagar una llamita se echaran varios cubos de agua. En la Transición, no llegó a prender la llamita de la Libertad Colectiva de Trevijano, apagada por cubos y cubos de consenso y difamación hacia su persona. Al no producirse una reacción química, siguen las mismas sustancias que en el franquismo. Por eso, todos los males actuales tienen su origen en la guerra civil y es natural que hoy predomine en la vida social el odio hispánico, el cainismo unamuniano. Se vota por odio y se es independentista, de Podemos o de Ciudadanos, también por odio.

Pactos que dependen de un hilo o unas posibles nuevas elecciones ponen de manifiesto la podredumbre y la inestabilidad actual del régimen del 78: trapicheo de escaños, uniones contra natura de partidos para formar grupos, líneas rojas que dejan de ser rojas, las súplicas de Iglesias para ser vicepresidente, etc.

Según Oparin, la vida (o por lo menos moléculas orgánicas complejas) surgió de una reacción química producida en un caldo primigenio en el que la energía de activación vino dada por un rayo en una tormenta, en unas condiciones de elevadas temperaturas. A partir de ahí, todo fue evolución darwiniana. Pues bien, los miembros del MCRC, ¡ya tenemos nuestro caldo!, ¡hemos de ser el rayo, la energía de activación que haga posible la primera reacción química verdadera y que de vida a la Libertad Colectiva!

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