Acaba de asumir la presidencia de la república Argentina el ingeniero Mauricio Macri, hijo de un italiano que llegó a nuestro país con una mano atrás y otra adelante y se transformó en el breve lapso de treinta años en multimillonario, gracias a los negocios y negociados con el Estado bobo y los gobiernos de turno que lo administraban.

Macri recibe un país esquilmado por los doce años de gobierno de los Kirchner (el varón que falleció y la mujer que acaba de irse). El vaciamiento del las arcas del Estado, en nombre del progresismo, del peronismo y de los pobres, es tal que el dinero que se encontró en la otrota próspera, provincia de Buenos Aires, que tiene un producto bruto interno superior al de todo Chile y un territorio similar al de España, es la menguada cifra de $ 179 millones, el equivalente a 16 millones de dólares.

En el gobierno nacional, aun cuando todavía no se tienen las cifras exactas, se comenta que el tesoro no tiene dinero, es más hay 10.000 millones de dólares vendidos a futuro durante el último mes del gobierno de Kirchner, que dejó hipotecado al nuevo gobierno. Nadie sabe a ciencia cierta cómo saldrá de este atolladero el ingeniero Macri.

Todo su equipo económico es, como él, de neto corte liberal. Y todo su equipo cultural es de tinte izquierdizante, porque en el fondo la cultura en esta mentalidad está solo para adornar la fiesta del dinero. Así, por ejemplo, en lugar de hacer un te deum (acto religioso en homenaje a la Patria), se utilizó la Catedral de Buenos Aires para realizar un acto interreligioso en donde participaron por igual curas, rabinos, pastores y muslines, como si todos estuvieran en pie de igualdad en el corazón del pueblo argentino. ¡Una payasada!

¿Qué nos está permitido esperar?, es la cuarta y última pregunta que se hace el filósofo Kant en su antropología y es la misma que nosotros nos hacemos.

Lo más probable es que Macri y su gobierno no robe por dos años, así Argentina, al ser un país potencialmente riquísimo, se recuperará, como le sucedió cíclicamente durante todo el siglo XX. Después, sabemos que la cabra al monte tira y que siendo hijo de tigre, overo (con manchas) tendrá que ser.

Su discurso de asunción (Macri) se pareció más al de un pastor evangélico, de esos que salen todos los días a la madrugada por la televisión, que a un discurso político. Así, no condenó a nadie, no denunció a ninguno, no tomó ninguna medida represiva en contra de los miembros del gobierno ladrón que lo precedió. En fin, dio o quiso dar la impresión de que estamos en el jardín de las Hespérides.

Macri es antropológicamente un hombre frívolo, lleva casado o juntado públicamente con cuatro mujeres, se disfraza e intenta cantar como Fredy Mercuri, a quien admira y quiere parecerse. No lee prácticamente nada y es probable que no sepa completo ni el Padre Nuestro. Pero eso sí, es un hombre con una férrea voluntad de realización de cosas, como lo demostró su gestión en el club Boca y en el gobierno de la Capital Federal, aun cuando queden en el camino jirones de vida o de vidas.

Macri llegó al poder del Estado con una alianza con los radicales, una especie de social demócratas europeos, que se caracterizan desde su fundación, allá por 1893, por estar siempre a treinta metros de la tesorería del Estado, y constituir la exclusiva clase prebendataria colgada del puesto público.

Mi impresión última es que Macri llegó al poder no tanto por lo que él propuso sino por el hartazgo del pueblo argentino con los doce años del pésimo gobierno de los Kirchner.

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