Es una gran mentira que vivamos en una democracia. Ni moderna ni antigua ni avanzada. La democracia o es o no es. Y esto que tenemos en España no es porque no hay representatividad del votante y porque el poder es único, no separado en origen mediante elecciones diferentes en tiempo y forma.

Otra gran mentira es llamar elecciones generales a Cortes cuando no son sino votaciones con la elección previa de los diputados ya efectuada por los jefes de los partidos. La Ley Orgánica 5/1985 del Régimen Electoral General es larguísima y, como bien dice en su Preámbulo, “una de las leyes más importantes”. No es una de las más, sino la más importante de todas. Es la más importante para políticos y subvencionados, ya que gracias a ella se instalan en el poder. Perpetuarse en él sin control y sin responsabilidad ya es cosa de la Constitución y de la no separación de los poderes en origen, pero esa es otra cuestión.

En la propia Ley Orgánica 5/1985 se habla del “derecho al sufragio”. Es interesante que esta ley, aunque pésima para la sociedad civil por ser óptima para estos partidos nuestros incardinados en el Estado, reconoce objetivamente que el sufragio es un derecho, no un deber. Entonces, ustedes que votan porque lo consideran su “deber ciudadano”, ¿no se han leído ni el Preámbulo de esta ley? Léanlo, por favor. Señores diputados y demás ralea, ¿por qué han hecho creer al pueblo que votar es un deber y lo han asustado para que no se produzca una masiva abstención? Si es un derecho, lo ejerceremos o no. Y como votar en España no significa elegir, pues todo está ya elegido y arreglado de antemano, votar es una especie de lotería donde un partido cantará “bingo” si obtiene el mayor número de votos; el resto de partidos se repartirá las “líneas”, celebrándolo sin que consigan disimular su alegría. ¿No les parece sospechoso escucharles decir “hemos ganado”? Lo dicen todos, ya queden primeros, segundos, terceros o cuartos. Por supuesto que ganan. Han ganado ya antes de que muchos nos encadenen a todos introduciendo papeletas en unas urnas. Han vencido porque tienen un sistema donde solo unas pocas personas tienen libertad de elegir quién nos va a gobernar y cómo. Esos pocos eligen, ellos sí eligen de verdad, a unos pocos cientos de diputados que, serviles y obedientes, celebran y agradecen su colocación en la lista a cambio de fidelidad al jefe y acatamiento siempre y en todo lugar de las consignas que se les dé. Estas personas elegidas por otras cuatro o cinco, ¿cómo van a representar a los votantes, a quienes no conocen? Representan a sus respectivos jefes, los que los “contrataron”, incluyéndolos en listas que después votan los españoles creyendo que así los eligen. ¿Qué se elige? ¿Una lista hecha de antemano con unos nombres que a nadie dicen nada pero lo dicen todo para la persona que la ha confeccionado? No podemos elegir representante, nos lo dan elegido. No podemos revocar de su cargo a esas personas de la lista si no nos convence después el desempeño de su función, que no es otra que no sea apretar botones rojos o verdes siguiendo las directrices de los jefes de su partido.

Por tratarse de política, muchas personas no quieren reflexionar sobre ello alegando que no entienden mucho de estos temas. Pongamos un ejemplo más sencillo, entonces.

En una comunidad de vecinos viven tres delincuentes que son miembros de una poderosa mafia. Estos tres señores se reúnen en secreto y elaboran un documento mediante el cual se ofrecen a presidir y administrar esa comunidad. Para que todo sea democrático, les dan el poder al resto de los vecinos de “elegir” a uno de los tres en elecciones generales a presidente de comunidad que tendrán lugar anualmente. Cada año se habilita un local con una urna. Siempre hay tres candidatos: los tres mafiosos. Se puede elegir a cualquiera de ellos libre y democráticamente. Después, una vez elegidos, harán y desharán a su antojo, llevándose a sus bolsillos gran parte de la cuota mensual que pagan los vecinos, ofreciendo obras en la comunidad a amigos y familiares con una comisión a cambio del favor. Si los vecinos no están contentos y sospechan que se les está engañando y robando, protestan un poco en la barra del bar o en el ascensor y esperan con ansia la elección del próximo año, donde votarán a otro candidato con la esperanza de que sea más honrado que el otro, ya que no existe la revocación del voto y no le pueden apartar de su cargo. Y así un año, y otro año, y otro más. Esta farsa estúpida es justo lo que tenemos en España desde hace cuarenta años, pero nuestros mafiosos la han disfrazado de democracia, los pesebreros periodistas cuenta-cuentos la han adornado con virtudes y otros aderezos y así muchos “vecinos” se tragan o fingen tragarse la trola de los tres mafiosos. Y cada cuatro años muchos acuden a renovarse las cadenas de servidumbre encadenando así a todos los demás, que ansiamos desprendernos de ellas. No piensen solo en ustedes mismos; con su voto, nos encadenan a todos. Este es el gran juego diseñado para esclavizar a los pueblos europeos. No va más… ¡hagan juego, señores! La bolita blanca son los votos; lo malo es que no hay números, solo siglas. Ni siquiera hace falta trucar.

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