Como respuesta a los movimientos recientes de organización de la oposición clandestina en la Junta Democrática y Conferencia Democrática, el Subsecretario de Estado Robert Stephen Ingersoll, a las órdenes de Kissinger, da las directrices a seguir por el personal de las embajadas americanas en Portugal y España.

El despacho emitido por el Departamento de Estado a las misiones diplomáticas de la península tiene como objetivo dejar claro a los aliados y a los políticos de la oposición que hablen con ellos sobre cuál es la postura de los Estados Unidos respecto al partido comunista. Ingersoll dice que hay que dejar claro que una cosa es la política de “detente” que solo  tiene aplicación en determinados y limitados aspectos de las relaciones entre la URSS y los Estados Unidos ,especialmente en Europa, y otra cosa muy distinta considerar que esa política implique aceptar al partido comunista como un respetable participante en los procesos políticos nacionales.

Escribe Ingersoll: “Nos inquieta la tendencia de algunos líderes moderados españoles de sumarse, a la inspirada por el PCE, ‘Junta Democrática’ en asuntos donde las circunstancias requieren cooperación con los comunistas. Aunque sin duda es cierto que en los conflictos laborales pueda ser necesario negociar con los comunistas de comisiones obreras, esto no debería justificar que los líderes de la oposición no comunistas  se unan en alianzas nacionales con el PCE. A pesar de los argumentos de que tales alianzas son sólo tácticas, creemos que la experiencia en otros países demuestra que son los comunistas los que se benefician más de los frentes populares”(1). Termina el Subsecretario de Estado diciendo: “El principal objetivo es asegurarnos de que los españoles con los que tratamos reciban sin ambigüedades cuál es la posición de los Estados Unidos”.

Kissinger impulsó y apoyó el veto del gobierno de la dictadura sobre el PCE durante el proceso político de la Transición. La voluntad de mantener fuera del juego político al PCE queda manifiesto en varios cables. En uno dice: “Veríamos la participación comunista en un futuro gobierno español como un desarrollo malsano que dañaría inevitablemente las relaciones con los EEUU y las instituciones de Europa Occidental“(2). Y el embajador Stabler dirá: “Obviamente, nuestra principal preocupación debe ser que España permanezca tan estable como sea posible en los próximos años y que los comunistas sean frustrados en cualquier propósito que puedan tener respecto a extender su influencia en la península ibérica” (3).

El Departamento de Estado colocó a la Junta Democrática la etiqueta: “manipulada por los comunistas” y ya no se la quitaría.

 


(1) Cable 1974STATE238274_b, Public Library of US Diplomacy, wikileaks.org

(2) Cable 1975STATE259501_b, Public Library of US Diplomacy, wikileaks.org

(3) Cable 1975MADRID03443_b, Public Library of US Diplomacy, wikileaks.org

 

 

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