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ROBERTO CENTENO

Al escribir estas líneas no conozco los resultados de las meras elecciones autonómicas catalanas, que ilegalmente la Generalitat considera un plebiscito sobre la independencia, y aceptado en silencio por un jefe de Estado y un jefe de Gobierno indignos y cobardes que han permitido la vulneración impune y sistemática de la Constitución y de la ley, por parte de un puñado de sediciosos totalitarios, a quienes hasta los propios jueces catalanes acusan de no respetar ni el derecho ni la libertad. Pero sea cual sea el resultado, el próximo presidente de la Generalitat será un separatista radical. En esas condiciones, y aunque espero que los culpables acaben pagando cara su inacción y su felonía, hay temas que afectan a la seguridad nacional y que no pueden continuar como si nada hubiera pasado, porque sí ha pasado.

Y uno de ellos es que los grandes monopolios estratégicos, Repsol y Gas Natural, no pueden seguir en manos pro separatistas con unas participaciones ridículas. Además, son tan escandalosamente ineptos que su gestión es el hazmerreír de los mercados. Como es absolutamente inaceptable que Telefónica y otras grandes del Ibex hayan montado consejos en Cataluña plagados de separatistas como si fuera un país soberano. Por otro lado, las sedes sociales de Gas Natural, Iberdrola y BBVA no pueden seguir en territorios cuyos líderes se declaran no españoles, beneficiando así en forma desproporcionada (con sus impuestos, con su empleo de alta calidad y con todo lo que implica una sede social) a los enemigos de España.

Por ello, mientras tengamos un jefe de Gobierno que hoy es casi un zombie, no ya cobarde sino colaborador necesario en la secesión, empezando por entregar sin intereses más de 40.000 millones de euros a la Generalitat sin lo cual habría quebrado en 2012, el primer paso para terminar con el poder separatista en Cataluña y el País Vasco es que la gente sepa cómo se han hecho con el control de las grandes empresas estratégicas. También hay que indicar desde dónde expolian a los ciudadanos con los precios más altos no solo de la UE sino de toda la OCDE, que a veces hasta doblan, o que empresas como Telefónica, cuyo vicepresidente primero es el presidente de La Caixa, o Endesa, traten a Cataluña como si fuera ya un país independiente.

Con estas acciones, sus responsables no solo son pasivamente desleales a su patria, sino que están construyendo las estructuras que necesita Cataluña para conseguir además de su independencia formal, la cual no le bastaría para lograr la autosuficiencia nacional, la independencia material que sí le permitiría separarse de España. A la ayuda a la sedición, estos desleales le añaden el presunto delito de rebelión aunque no intervengan las Fuerzas Armadas. Nos están traicionando todos: la Corona, el Gobierno, la oposición y los grandes oligarcas. El tema ahora va en serio, así que vayamos en serio todos, porque antes o después los españoles deberemos reaccionar ante tanta y tan gravísima deslealtad hacia la propia patria.
PSOE y PP entregan monopolios a separatistas

Uno de los episodios más lamentables perpetrados por la oligarquía política en connivencia con la oligarquía empresarial y financiera durante la infausta Transición fue la privatización de los grandes monopolios estratégicos, electricidad, petróleo y gas, levantados con los impuestos y el esfuerzo del pueblo español durante varias generaciones -el de petróleo desde 1929- en condiciones económicas tan insultantes que fueron vendidas sin concurso alguno por la décima parte de su valor. Y eso no fue todo, el desmantelamiento de los monopolios públicos, que se suponía se hacía para dar paso a la competencia como había ocurrido en otros países, haría justo lo contrario.

Los monopolios públicos con precios administrados fueron sustituidos por monopolios privados con precios libres y, así, de tener los precios de la electricidad, de los productos petrolíferos y del gas (antes de impuestos) más bajos de Europa, hoy tenemos los más altos, uno de los grandes frenos estructurales al crecimiento y a la productividad, dado que estas empresas estratégicas suministran los ‘inputs’ esenciales de la economía. Pero el colmo de los colmos es que las grandes empresas estratégicas no solo serían vendidas por una fracción de su valor, es que en el caso del petróleo y el gas se entregaron a los pro secesionistas catalanes y vascos, cuyo sectarismo solo es superado por su rapacidad y su ineptitud.

La primera parte de este desastre fue realizada por Felipe González, cuando los activos del Monopolio de Petróleos fueron vendidos a las refinerías sin concurso alguno en la ridícula cifra de 600 millones de euros, cuando valían al menos diez veces más. Después, Gas Natural se constituye a base de presiones de González en lo que llaman “el encaje de Cataluña en España”, que consiste en dejarnos robar impunemente y que a partir de hoy será la propuesta central de un Gobierno de cobardes y una oposición no menos cobarde aún. Esta operación se fundamentó en obligar a que los activos de Catalana de Gas, que era una pequeña distribuidora de gas ciudad, se equiparasen a los activos comerciales de Enagás, que valían cinco veces más.

Los dos socios de Gas Natural eran Repsol, que se había privatizado en tres fases y donde el aliado de referencia era el BBVA, y La Caixa, que acabaría desplazándolos. Repsol había comprado a la argentina YPF y, al producirse el corralito en este país, la petrolera se ve debilitada financieramente y La Caixa, con el visto bueno del Gobierno, obliga a Alberto Cortina, entonces presidente de Repsol, a desprenderse en una noche del 25%, con lo cual se convierte en primer accionista. Superado el corralito, Cortina empieza a comprar acciones de Gas Natural para recuperar la mayoría perdida, pero al ganar los socialistas en 2004, La Caixa exige el cese de Cortina en Repsol y su sustitución por Antonio Brufau, que era el presidente de Gas Natural.

A partir de ese momento se produce el control total de dos grandes empresas energéticas por La Caixa. Firman unos acuerdos de explotación conjunta de los activos de gas de ambas, escandalosamente favorables a Gas Natural, donde los pro separatistas eran mayoritarios. Con solo una participación de entre el 10 y el 12%, La Caixa controla totalmente Repsol, porque a pesar de que tres años después entra Sacyr con el 20%, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero apoya ese control, que en aquel momento coincide también con el Gobierno tripartito en Cataluña. A partir de la presidencia, el consejo de Repsol pasa a estar controlado por separatistas catalanes y vascos.

Entre ellos destacan Luis Carulla, que hace unos días se opuso al comunicado del Círculo de Economía catalán, por no considerarlo suficientemente secesionista. La notaria María Isabel Gabarró, así como Mario Fernández, exvicelehendakari vasco con una posición muy fuerte en el PNV, y hasta hace poco presidente de la Kutxa, la resultante de la fusión de las tres cajas vascas dominadas por el PNV; Javier Echenique, antiguo presidente del Banco Guipuzcoano y actual vicepresidente del Banco Sabadell, y de conocida afinidad con Eusko Alkartasuna, y como remate, el actual consejero delegado del Eusko Buru Batzar, órgano ejecutivo del PNV, Josu Jon Imaz, cuyo desconocimiento empresarial y petrolero inédito en las 50 primeras petroleras mundiales produce vergüenza y sonrojo.

En febrero de 2007, con la bendición de Mariano Rajoy como líder de la oposición, y con la complacencia de Esperanza Aguirre, más tarde fichada por una empresa catalana, se intenta fusionar por absorción de la pequeña Gas Natural a la grande Repsol y el traslado de la sede social a Barcelona, operación que frena Luis del Rivero amparándose en la irrisoria ecuación de cambio que ofrecían como sucedería con Endesa, con lo cual comenzó a cavar su tumba empresarial. La situación actual es que los separatistas catalanes y vascos, cuya posición es de apoyo a los catalanes, controlan Repsol con un 10-12% y Gas Natural con un 35%, apoyado por el 30% de Repsol.

La expulsión de Pemex, que junto con Luis del Rivero buscaba recuperar la españolidad de Repsol, fue posible por la colaboración de Rajoy, que sustenta la teoría de que dando más y más a los separatistas se saciaría su apetito, y el hoy ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cuya empresa, Montoro Asociados, convertida en Equipo Económico, trabajaba para defender la posición separatista. Montoro tendría la miseria moral de afirmar que esas operaciones de recuperación de la españolidad no podían hacerse en periodo electoral (sic). Los mexicanos de Pemex, cuya entrada en España fue conseguida por mí al venderles una participación de Campsa en la refinería de Petronor, creían que por estar trabajando Equipo Económico para rebajar la sanción de Hacienda a Cemex (algo inimaginable en un Estado de derecho), Montoro sería neutral, pero fue beligerante a favor de los separatistas y en contra de España.
Una gestión que es el hazmerreír de los mercados

Los separatistas rompen el pacto con Pemex con la bendición de Rajoy y estos abandonan Repsol. La primera consecuencia de este disparate es que si hubieran actuado con profesionalidad, en lugar de con una prepotencia e incompetencia absolutas, aparte romper el pacto Pemex-Sacyr en aras de mantener el férreo control soberanista, jamás se hubiera producido la expropiación del gigantesco yacimiento de Vaca Muerta en Argentina, con reservas valoradas en 10$/barril. La parte correspondiente a Repsol hubieran sido 66.000 millones de dólares, y solo recuperaría 6.000 millones.

De nuevo, y dentro de esta gestión disparatada dirigida a mantener el control separatista a toda costa, en las aguas profundas de Brasil Repsol vendió el 40% de su participación a la china Sinopec, con la idea de que en el megacontrato que iba a realizar el Gobierno de Brasil, los chinos fueran con Repsol. Pero por su ineptitud y su sectarismo pierden la “pool position” y Shell y Total, aliados con Petrochina, les comen la sopa en el plato y ganan el megacontrato. Y como las desgracias nunca vienen solas, si hubieran mantenido el pacto con Pemex los contratos de servicio que iba a hacer esa compañía en las aguas profundas del Golfo de México, Repsol hubiera tenido una posición privilegiada. Y además hubieran explotado en el futuro el ‘fracking’ mexicano del que hoy están totalmente excluidos.

Son tan sectarios que ignoran lo que los criterios de españolidad suponen en el mundo hispano con 700 millones de habitantes: una situación de privilegio increíble. Y así, el Santander es el mayor banco de Europa por su presencia en Hispanoamérica y Telefónica la primera operadora de Europa por lo mismo. El control separatista de Repsol hace que no se cumpla la regla de tres de que Santander es a la BNP o Telefónica a Italtelecom como Repsol debería ser a Total o al Eni, lo que nos cuantifica la diferencia de una compañía regida con criterios españoles o con criterios separatistas. Total vale hoy 100.000 millones de euros y Repsol, 14.000 millones. Este es el precio para los accionistas del control separatista de las grandes empresas estratégicas. Lo tienen merecido por sostenerlos con su dinero.

El último disparate ha sido la compra de la petrolera canadiense Talismán a un precio de las reservas que dobla el precio actual de mercado. Un disparate tal que las carcajadas todavía resuenan en el sector. En consecuencia, Repsol ha perdido el 53% de su valor en un año, frente a un -33% de BP, -24% de Exxon-Mobil, -32% de Total o -30 % de Shell, pero con dos diferencias esenciales: Repsol ya no es un productor significativo de crudo como los otros y la caída del petróleo apenas la ha afectado, y es además un monopolio con “licencia” para expoliar, algo de lo que carecen las grandes petroleras porque si actuaran como Repsol, sus consejos de administración en pleno irían directamente a la cárcel. Pero en España el Gobierno protege eso. Los separatistas nos roban y a partir de hoy, con la cobardía del Gobierno y la oposición para “buscar un encaje a Cataluña”, ya ni les cuento.

NOTA: Una mayoría de catalanes ha votado contra la independencia, es lo único relevante. Los escaños solo valen a efectos del Gobierno autonómico. Dicen los sediciosos que 1,8 millones de catalanes quieren una relación diferente (de privilegio) con España, pero 44,2 millones no estamos dispuestos a dejarnos robar. Hoy mas que nunca procede recordar las palabras del Dr. Negrín en 1938, harto de la cobardía y la deslealtad de Companys: “No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino, estoy haciendo la guerra por España y para España… No hay mas que una nación: ¡España!”. Acto seguido quitaría todas las competencias a la Generalitat. La basura de líderes socialistas (y del PP) actuales debería tomar nota de lo que es un presidente de Gobierno.

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