Foto Ximo Amat Gomariz

XIMO AMAT

Quién de ustedes no ha escuchado recientemente que los bancos están volviendo a conceder préstamos hipotecarios. Vuelve el crédito, cacarean los medios  de comunicación con esmero. No hay más que introducir este término de búsqueda, ‘vuelve el crédito’, en Google y aparecen miles de resultados. Todos los voceros del régimen sin excepción se deshacen en elogios ante las proclamas que les proporcionan sus amos, las oligarquías financieras. No es de extrañar, son los que avalan su existencia, pese a sus cuantiosas pérdidas, y a su escasa venta de ejemplares.

Pues bien, analicemos al detalle esta supuesta vuelta al crédito.

Si quiero comprarme un inmueble acudo a una, o a varias entidades, a solicitar un préstamo. En principio son todo, buenas palabras. Pase usted, siéntese cómodamente, ahora le atenderá el director de la entidad, y demás zarandajas para crear un ambiente de amabilidad, mientras nuestras pituitarias comienzan a percibir un incipiente aroma a azufre.

En todas las sucursales la jugada es similar. Parece ser que, por el simple y mero hecho de ser residentes en España, prácticamente tenemos asegurada una cantidad correspondiente al setenta por cien del valor de la propiedad. No vamos a entrar en el peliagudo tema de las tasaciones, pues esto daría para una enciclopedia de la desvergüenza. Simplemente quedémonos con la jugada que nos plantean.

Decirles por otro lado, que el TAE, no varía mucho de unas a otras entidades. En torno al 1’90%. Los intereses están bajos, hasta ahí, nada que objetar. En resumen, esta es la situación. Ya estamos cómodos, nos hemos relajado en el despacho de nuestro benefactor, el viento sopla a favor. Menos mal, igual hasta es cierto que algo está cambiando. Respiramos aliviados pues.

Seguimos conversando con el responsable máximo de la oficina, y cuando nuestro organismo ha comenzado a relajarse, cuando bajamos la guardia y estamos visualizando ya nuestra casa nueva, es cuando comienzan a vislumbrarse las verdaderas intenciones de estas aves rapaces.  La pregunta surge de forma liviana, seguramente al mismo tiempo que nos ofrecen un pegajoso caramelito con envoltorio del banco. Como el que no quiere, nos dejan caer,  ¿Me puede decir qué vivienda y de qué tipo pretende usted comprar? Cualquier persona que no esté muy concienciada de la calaña de los elementos que tenemos ante nuestros ojos,  sucumbirá ante los encantos de estos trileros, y cantará.

De inmediato, y en todas las entidades que hemos visitado, la historia parece estar sacada del mismo molde. Tal cual esta:

-Bueno, esa casa que usted pretende comprar usted está muy bien. Sin embargo yo quiero ofrecerle una opción que es posible que le resulte mucho más atractiva. Además, le he dicho anteriormente que le íbamos a tratar de conceder el setenta por cien del valor de la vivienda. Si se le acopla alguna de nuestras propiedades, a precios difícilmente superables, pues debe usted recordar que nuestras ofertas son debidas a que ofrecemos pisos que provienen de impagos, y por lo tanto, por debajo del valor de marcado, puede usted conseguir hasta el ciento treinta por ciento del valor de la propiedad, para que usted se la amueble, o haga lo que considere oportuno con ese capital de más. (¿Recuerdan ustedes estas prácticas verdad? Pues ya son de nuevo denominador común en los bancos. OJO. Siempre que usted opte por una propiedad de los denominados, bancos malos.)

Lo normal, lo lógico, lo habitual, es que de inmediato uno comience a buscar con el director de la oficina, inmuebles parecidos al que estábamos dispuestos a adquirir. Hacer otra cosa significa, primero ser muy valientes, y a continuación, que lo que eran buenas maneras, comienzan a convertirse en objeciones, pegas, malas caras, y en definitiva desmanes, por parte del que parecía todo un caballero, y ahora se está transformando ante nuestros ojos, en un gorila maleducado. ¿El probable resultado final? Que si no compra usted lo que ellos quieren, es prácticamente imposible que le concedan su hipoteca. Hasta uno de ellos nos llega a confesar que las órdenes vienen de arriba. O se venden estas, o no hay pasta.

Nos encontramos de nuevo una jugada en connivencia del poder financiero con el estado, que no nos olvidemos que es el dueño de estos bancos malos (con ese nombre, qué nos podíamos esperar.) Un chantaje que perdurará hasta que el grueso de las propiedades se haya vendido. Una manera de volver a comprar tiempo sin resolver absolutamente ningún problema, al revés, concediendo de nuevo crédito con un factor altísimo de riesgo. No aprendemos.

Eso sí. MÁS VALE QUE NO TENGA USTED NINGUNA PROPIEDAD EN VENTA. Entre los bancos y el estado, ya se encargarán de que no consiga usted hacer ninguna transacción. Otra jugada funesta, que vuelve a poner en evidencia la falta de libertad política, y el perfecto engranaje de esta,

OLIGARQUÍA DE PARTIDOS.

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