Paco Corraliza

PACO CORRALIZA

En el último párrafo del artículo anterior decíamos: “la cuestión es: ¿de dónde y por qué esta recurrente insistencia, crónica en la Historia europea, por sentarse en el trono del trípode «razón-ley-justicia»?” Allí mismo intentamos responder, sucinta, concisa y originariamente, a esa pregunta primordial. Antes, habíamos puesto en relación, a pesar de los veintiún siglos que los «separan», al “Leviatán” de Hobbes con “Las Leyes” de Platón; y, a ambos, con el judío Pablo de Tarso y con Kant el alemán; y, a los cuatro, con el germano Hegel introductorio de su “Filosofía de la Historia Universal” (un Hegel «separado» de Platón todavía más: veintrés siglos de tiempo secular; “hoy es siempre todavía”(1), escribió el genio tan amado y tan poeta de nuestro Antonio Machado).

Pues hoy sabemos que son unos 3.500 millones de años los que «separan» de los primeros «replicantes» en que surgieron los «intereses» (y, con ellos, «las razones» de «la Razón») a todos esos, excluyendo a Pablo de Tarso, «racionarios» servidores y doctos doctores de «la Ley». Vuelve la poética sabiduría del amigo Machado, cuyos versos tomamos interpretándolos, libremente, cual adivinanza del escurridizo «interés»:

“Viejo como el mundo es

-dijo un doctor-, olvidado,

por sabido, y enterrado

cual la momia de Ramsés…

Mas el doctor no sabía

que hoy es siempre todavía.” (1)

Veamos ahora qué nos dicen los dos primeros entre los mencionados doctos doctrinarios doctores, «psico-ideólogos» de la racionalización y de «la Ley»:

– Platón (s. IV a. de C. –ver artículo anterior-): “[tal juez y legislador…] ha de enseñar y definir por medio de leyes lo que, dentro de la disposición de cada uno, está bien y lo que no [… y] examinar dónde hay justicia o injusticia.Nos adoctrina Platón, instándonos (o, mejor, intimándonos)  a “gobernar nuestras moradas y ciudades obedeciendo pública y privadamente a cuanto hay en nosotros de inmortal, dando nombre de ley a lo dispuesto por la razón.” (2) Un Platón, doctor «proto-totalitario», partidario de que “la ordenación se extienda a todo [lo público y lo privado]” (2), para quien “la política no es más que lo justo” (2) y que veía en “el miedo, la ley y la razón verdadera los tres resortes más poderosos que existen.” (2)

– Hobbes (1651): “defino la «ley civil» de esta manera: la LEY CIVIL es, para cada súbdito, aquella serie de reglas que el Estado le ha mandado de palabra, o por escrito, o con otros signos suficientes de voluntad, para que las utilice a la hora de distinguir lo que está bien y lo que no está bien [en otra traducción: “… distinguir lo justo de lo injusto” (3a)], es decir, lo que es contrario y lo que no es contrario a la regla” (3)  [en otra traducción: “… contrario a la Ley” (3a)]. Recordemos que, para Hobbes, “la duda estriba en qué «razón» habrá de ser admitida como «ley»”(3); y que esa «duda» la resuelve diciéndonos que es “la Razón de Estado, nuestro hombre artificial, lo que constituye «la Ley»”(3). Estado que es, para Hobbes, “el más grande de los poderes humanos” (3), Estado que para Hobbes es “ese «dios mortal» a quien debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y seguridad.”Pues es gracias a esta autoridad que le es dada por cada hombre que forma parte del Estado como llega a poseer y a ejercer tanto poder y tanta fuerza; y por el miedo que ese poder y esa fuerza producen, puede hacer que las voluntades de todos se dirijan a lograr la paz interna y la ayuda mutua contra los enemigos de fuera.” Y concluye, certero e implacable, Hobbes: “es en él [«el Poder»] en quien radica la esencia del Estado” (3).

Recordemos, por su parte, lo que nos decía Hobbes en [«XXXV»]: “donde no hay Poder común [que nos atemorice a todos], la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia” (3).

Concluyamos: ¿qué «hace», por tanto, el «Estado-Poder» («Poder» que siempre es un prepotente y violento «poder-hacer»)? Pues, a imagen y semejanza de la «Voluntad-Razón» auto-legisladora de Kant , utilizar su «Poder» para darse «la Razón» a sí mismo; para darse a sí mismo «la Ley» y, con ella, establecer su propia «Justicia»; de esta forma, el ciego «Estado-Poder», movido por su «auto-interés», se «auto-constituye» y «auto-estabiliza»: se «auto-informa». Es exactamente así cómo «la Psique» individual de los animales superiores, y «la Psique» humana (esa máquina de supervivencia(4)) entre ellos, ha conformado, en un prolongado proceso involuntario de millones de años y junto con el sistema nervioso central, lo que llamamos el «sí-mismo». La «Psique» es el centro vital de que se vale el «código genético» que la ha diseñado para transportarse a sí mismo en el tiempo, continuamente «auto-validándose»; es materia «auto-organizada» y «auto-informada» que cabalga sobre su propia información codificada.

La a la par incestuosa, bastarda, satisfecha y onanista asociación entre «Moral» y «Razón» (como si la primera pudiera brotar, virginalmente, de la segunda) se encuentra en el mismo origen de la tradición «psico-ideológica» política europea (y de la «Psiquelatría» de sus filosofías y modernas ideologías justificativas del «Poder»). Así, el más avezado discípulo de Platón, y quizá el filósofo de más influjo -y reflujo- de todos los tiempos, Aristóteles, precisamente en su obra “Política” (s. IV a. de C.), nos dice: “el hombre es el único animal que tiene «logos» [palabra, razón,…]. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto; y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad [la «Polis»]” (5) (Hobbes, por cierto, gustaba igualar el significado de la romana «civitas» -ciudad-, con «Estado»).

Pero, a propósito y al hilo ancestral de todo esto, nos preguntamos: ¿qué pueblo sobre la faz de la Tierra lleva las palabras «Ley» («Torah») y «Justicia» incrustadas en las mismas entrañas de su sabia, inteligente y portentosa tradición oral y escrita? ¿A qué anciano y siempre joven pueblo elegiríamos para informarnos sobre esto? Sin duda ninguna: al pueblo judío. Friedrich Nietzsche (quizá la más aguda y vigorosa inteligencia filosófica del siglo XIX alemán), que se tomó la moral muy en serio (quizá demasiado en serio), nos reafirma en la elección. Así se expresó Nietzsche (1878): “El «problema judío» sólo se plantea dentro de los Estados nacionales, puesto que, en todos, el dinamismo y la superior inteligencia de los judíos, su acervo intelectual y volitivo acumulado de generación en generación a lo largo de un calvario multisecular, prevalece en un grado que despierta la envidia y el odio.[…] A pesar de todo, yo pregunto cuánto debe, en el balance global, perdonársele a un pueblo que, no sin culpa de todos nosotros, ha tenido la historia más dolorosa de todos los pueblos; y al que se deben el hombre más noble (Cristo), el sabio más íntegro (Spinoza), el libro más portentoso [la Biblia] y la ley moral más eficaz del mundo.”  (6)

Unos mil años antes de que Aristóteles identificara el elemento distintivo de su metafísico «hombre» (esa “abstracción exangüe «hombre»”(7);  Nietzsche –1881-) en los términos citados, la poética inteligencia de la sabiduría hebrea puso el origen de la tendencia judicativa a distinguir «bueno/malo» en boca de un animal simbólico que serpea por la tierra, como si esa juzgadora tendencia de nuestra condición animal procediera: la serpiente, un repugnante animal metafórico que, en su movimiento reptil, parece perseguirse a sí misma; al cerebro determinante le sigue, obediente, el cuerpo serpenteante. “El pensamiento precede a la acción como el rayo al trueno” (8), avisó certeramente a Europa, en 1834, el Poeta-filósofo, judío y alemán Heinrich Heine. Sin embargo, que no nos confunda la metafórica y astuta serpiente, en la multimilenaria evolución, tan natural como prudente, de nuestra animada Psique ha ocurrido exactamente al revés: el movimiento precedió al pensamiento, pues el origen del pensamiento se encuentra en “la interiorización del movimiento” (9) (Rodolfo Llinás, 2001).

Una vez más, amigable lector, tengo tendencia a querer comprimir en un solo artículo más información de la que cabe en él. Lo dejamos aquí. A pesar de la inicial intención de no sobrecargar esta serie de artículos con estos asuntos, los considero tan vinculados con nuestro tándem «Interés/Inter-esse»; los considero tan importantes y de «interés», que obligado parece añadir más. Al menos tres insignes judíos cuyas lúcidas inteligencias han brillado en el desdichado siglo XX europeo y mundial, nos visitarán: Albert Einstein, Erich Fomm, Hannah Arendt,… Y hasta citaremos al profeta Samuel, quien se disgustó al oír esta demanda de “todos los ancianos de Israel reunidos […]: haznos [o «constitúyenos ahora»(10a)  según otra traducción] un rey para que nos juzgue, como todas las naciones».”(10)

 

(1) MACHADO, Antonio. “Poesía” . Editorial Losada, S.A. 2012.

(2) PLATÓN. “Las Leyes”. Alianza Editorial, S.A.. 2014. [escrito s. IV a de C.].

(3) HOBBES, Thomas. “Leviatán [o La materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y civil”. Alianza Editorial, S.A. 2011. [Ed. orig.: 1651].

(3a) HOBBES, Thomas. “Antología de Textos Políticos: del Ciudadano y Leviathan”. Ed. Tecnos (Grupo Anaya, S.A.). 2013. [Ed. original: “Del ciudadano”: 1642].

(4) DAWKINS, Richard. “El gen egoísta”. Salvat Editores, S.A. 1990. [Ed. orig.: 1976; 2ª ed. 1989].

(5) ARISTÓTELES. “Política”. Editorial Gredos, S.A. 2000. [escrito s. IV a de C.].

(6) NIETZSCHE, Friedrich. “Humano, demasiado humano”. Jorge A. Mestas; Edic. Escolares, S.L. 2002. [Ed. Orig. 1878].

(7) NIETZSCHE, Friedrich. “Aurora. (Reflexiones sobre los prejuicios morales)” . Alba Editorial, S.L. [edic. orig. 1881].

(8) HEINE, Heinrich. “Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania”. (Reflexiones sobre los prejuicios morales)” . Alianza Editorial, S.A. [edic. orig. 1834].

(9) LLINÁS, Rodolfo. “El cerebro y el mito del yo”. Editorial Norma, S.A. 2003. [edic. orig. 2001].

(10)  Libro II de SAMUEL. En “Biblia de Jerusalén”. Editorial Española Desclée de Brouwer, S.A. 1967.

(10a) Según cita en Fromm, Erich. Y seréis como dioses”. Espasa Libros, S.L.U. 2011. [Ed. orig.: 1960].

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