Paco Bono

PACO BONO SANZ

Adoctrinados, maleducados y destruidos, que no instruidos, por un régimen fundado en la traición y la mentira, en el consenso como valor, la nada. Socialdemocracia y saqueo a escala épica, resultado: una Nación a punto del colapso moral, intelectual, político, económico y, como no, existencial. Los reformistas, los traidores jefes de los partidos clandestinos, cambiaron la libertad política, la libertad de todos, por el poder y los honores de Estado. La libertad individual quedaba asegurada para aquéllos que pudieran pagársela. Mientras, los sometidos, ese pueblo acobardado, incapaz de pensar en lo político, un pueblo al que habían arrancado su sentido común, aceptaba como si tal cosa lo malo por miedo a lo peor. Maldito miedo que siempre se emplea para someter y nunca para crear o para liberar. ¡Malditos!

 

Sin libertad política, los derechos y las libertades individuales son papel mojado. La Constitución de 1978 no se cumple, como si una constitución pudiera aplicarse o no. Una Constitución que no ha sido constituida por la libertad política, una constitución pactada por traidores no es más que una carta otorgada y falsa. Una verdadera constitución no mendiga su cumplimiento, sino que obliga a su cumplimiento. ¿Para qué sirve una constitución sino para proteger a las minorías frente a las mayorías? ¿Puede hablarse de constitución si ésta no separa los poderes ejecutivo y legislativo de raíz? La Ley Fundamental del Reino de 1978 es la norma que blinda a la oligarquía e impide cualquier tipo de reforma del Estado de partidos. Una falsa norma y un falso parlamento, todos ellos sometidos por los partidos estatales, verdaderos órganos del Estado cuyas garras alcanzan al Estado central, las delegaciones autonómicas, las diputaciones, y hasta los municipios, instituciones históricamente no estatales.

 

Los partidos políticos han asumido en España el control de todas las instituciones de poder, se las han repartido y han mercadeado con ellas, muy a pesar de los pobres gobernados, ingenuos votantes, que ignorando la cruda realidad del régimen que los esclaviza, se entregan a cualquier “salvapatrias” con la infantil creencia de que su problema es subjetivo y no objetivo. Como ejemplo  sirva el asunto de las hipotecas, tan de actualidad, y uno de los mayores problemas que afrontan las familias españolas, no sólo las que se ven desahuciadas, sino también aquéllas que a cambio de un piso de noventa metros han hipotecado su vida y su libertad individual. Fueron los partidos estatales los que, gobernando las autonomías y controlando los municipios, especularon con el suelo urbanizable, convirtiendo algo tan básico como la vivienda en su mina de oro. Fueron los partidos estatales los que, controlando las cajas de ahorro, financiaron las operaciones de compra de esas viviendas construidas sobre suelo cuyo precio habían previamente inflado con la mencionada especulación. En España había dos opciones: comprar o alquilar. Pero ya se habían ocupado ellos de no legislar a favor del alquiler para proteger al arrendatario frente al arrendador (el precio mensual del alquiler en España era mayor que la cuota mensual a pagar por la compra de una vivienda nueva). El señuelo para el comprador consistía no en la libre competencia y la bajada de precios consiguiente a la enorme oferta, sino en los términos de las hipotecas, que permitían pagar hasta en 35 años, toda una vida para enriquecer a los partidos estatales, sus miembros y sus amigos y al resto de oligarquías financieras y empresariales. Resultado: la mayoría de los súbditos de clase media, entre los que me incluyo, compraron según sus posibilidades económicas (no todos) embebidos en el “Europe’s living a celebration” y el optimismo estatal de “España va bien”. ¡Vaya si fue bien! Millones de personas se han encontrado con la sorpresa de que la crisis económica, ocasionada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, que sólo algunos fueron capaces de pronosticar, les ha dejado enganchados a viviendas cuyo precio real (dicen que de mercado) está por debajo de la mitad del valor por el que fueron hipotecadas y con un plazo de pago de más de treinta años. Y lo peor está por llegar. Porque nuestros padres compraron sus casas en los años ochenta con tipos de interés alto, pero a precios razonables. Si compras a precio razonable, aunque tengas un tipo de interés alto, a medio plazo gozas de posibilidad de movimiento. En cambio, si el tipo de interés está por los suelos y has adquirido tu vivienda muy por encima de su valor y con préstamos a devolver en muchos años, el futuro sólo puede ser uno: que la subida de intereses te ahogue. ¿Y qué haces entonces? ¿Vendes tu vivienda? ¿Quién te la va a comprar por encima de lo que debes? ¿Quién se ha lucrado con ese sobreprecio? Especuladores de los partidos políticos estatales: ¿dónde está la pasta? ¿En Suiza, en Andorra…? Acabemos de una vez con esta farsa, rompamos con el régimen de partidos. ¡A la conquista de la libertad política! ¡Abstención y acción! Porque lo que nos arruina y esclaviza es un Estado cuyo gobierno no tiene control ni límite por parte de los gobernados.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí