Vicente Carreño

Vicente Carreño Carlos

El término participación ciudadana hace referencia al conjunto de acciones o iniciativas que pretenden impulsar el desarrollo local y la democracia participativa a través de la integración de la comunidad al que hacer político. Está basada en varios mecanismos para que la población tenga acceso a las decisiones del gobierno de manera independiente sin necesidad de formar parte de la administración pública o de un partido político.

Dedico este artículo a todas las personas que estudian, proponen y trabajan en los movimientos sociales  la teorías y las practicas sobre la participación ciudadana con la sana intención de favorecer el protagonismo de los ciudadanos junto a sus representantes políticos, en la lucha cotidiana para mejorar sus condiciones de vida.

Planteo este trabajo, para poner de manifiesto que, Democracia y Participación Ciudadana no son contrarias, sino que más bien es la Partidocracia como negación de la Democracia, la que es radicalmente contraria a la Participación de los ciudadanos en la política.

Generalmente escuchamos que se habla  de “participación ciudadana” cuando desde determinados ámbitos de la sociedad y de ciertas organizaciones políticas,  tratan de apuntalar el decadente sistema partitocratico que padecemos. Es muy normal que, tanto en el seno de partidos políticos, como en organizaciones sociales de muy diversa índole (ONGs, organizaciones profesionales, sindicales, etc), así como en ayuntamientos de cualquier color político, incluso en el seno de los denominados movimientos sociales de contestación y rebeldía, se escuche la defensa de “la participación ciudadana” como la panacea contra todos los peligros posibles,  contenidos en las instituciones de representación y de poder, surgidas al calor del “Estado de Partidos”. Es, como si sabiendo que aquellas tienen un gravísimo defecto de representatividad y de legitimidad en la forma y en el fondo de su constitución, echaran mano de esta  figura reglamentaria con formato institucional, y sometida a los controles y a las normas de las mayorías instituidas en dichas administraciones, para  así acallar la mala conciencia por un lado, y sofocar posibles motines por otro.

No hablo aquí de la noble intención investigadora, ni de la gran labor creadora de parte de grupos de estudiosos  que han llevado a cabo  numerosos trabajos, sobre la participación ciudadana como forma de completar  y mejorar el control de los ciudadanos, sobre sus instituciones una vez constituidas estas con “su particular” método partidocratico. Hablo más bien,  de lo que supone de negativo, para la comprensión del hecho irrefutable de que no tenemos democracia, el que se diga que con la participación ciudadana se cierra  ese círculo democrático que supuestamente   son las instituciones constituidas sin princpios de representatividad de la sociedad, ni tan siquiera  con reglas de juego limpias. Esto es: constituimos ayuntamientos y comisiones de muy diversa índole, a sabiendas de que no son democráticos ni representativos de los vecinos, para luego en un arrebato  de pureza y de “modernidad democrática”, añadirles graciosamente las esencias, la sal y la pimienta necesarias para su aparente consumo.

Así, los ayuntamientos constituidos en base a una ley electoral y a unos reglamentos de régimen interior, que impiden la democracia y la participación ciudadana porque no separan la elección del Alcalde y la de los Concejales en procesos diferentes;  y que además hace imposible que el pleno pueda controlar al alcalde y que los concejales  puedan representar a los vecinos por distritos y con mandato imperativo de estos sobre aquellos, así, -digo-, los ayuntamientos ponen en marcha los denominados Consejos de Participación Ciudadana, para integrar en ellos las voces de asociaciones, de profesionales, de consumidores o usuarios, y las propias de la administración. Dichos consejos están siempre dirigidos, convocados, y controlados por el Alcalde y en su defecto por el Concejal Delegado de Área; en ellos tiene siempre mayoría el partido que gobierna y que posee la mayoría en el Pleno, y por si fuera poco, son consejos consultivos, y las votaciones  no son vinculantes. De esta manera, dichos Consejo de Participación Ciudadana terminan siendo un instrumento más para la legitimación del estado de partidos.

Cuando se habla de participación ciudadana y no se tiene en cuenta que esta puede darse con tanta intensidad y pujanza en el ámbito de la sociedad civil, sin que para ello sea necesaria tanta reglamentación institucional, sino que más bien lo que necesitamos es acercar al ciudadano a través del concejal de distrito ó diputado de distrito a su administración y favorecer de esta manera, que ciudadanos, gremios, sindicatos, obreros, empresarios, profesionales, y los mas diversos sectores sociales… puedan establecer vínculos con su representante y que éste pueda a su vez rendir cuentas frecuentemente a sus electores, es cuando nos planteamos una pregunta: ¿por qué surge con tanta potencia y con tanta fuerza la teoría de la Participación Ciudadana, sin que esté sin resolver el paso previo que debe establecer  reglas de juego claras, democráticas y representativas de los ciudadanos; sin las cartas marcadas?.

Llamar a los electores para que no puedan elegir, llamarlos para que solo puedan refrendar listas, llamarlos para que acudan a legitimarles… es como llamarlos a formar consejos de participación ciudadana para luego no convocar reuniones, es como llamarlos para luego no hacerse eco de sus propuestas, llamarlos para  no respetar sus iniciativas.

Harían bien los defensores de la participación ciudadana, si establecieran con anterioridad a la constitución de los Ayuntamientos, la necesidad de que estos, fueran elegidos con reglas de juego democraticas, representativas de la sociedad, y separando los poderes en origen, y esto tiene un nombre, DEMOCRACIA FORMAL. De igual manera, esta propuesta sería adecuada a la constitución y funcionamiento de la Cámara de Representación integrada por  diputados de distrito. En ambos casos sus representantes,  -concejales y diputados-, vinculados a sus electores, vinculados a los vecinos del distrito, a los diferentes sectores sociales, laborales, profesionales, empresariales, sindicales, etc, tendrían, sin la menor duda, la mejor información y  la mejor posición de partida para defender los intereses de la gran mayoría.

Democracia formal  y participación ciudadana son complementarias. Por el contrario, la mentira partitocratica falsea y contamina la participación ciudadana impidiendo que esta última pueda germinar,  secuestrando para siempre la libertad política y la democracia.

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