Pedro M. González

PEDRO M. GONZÁLEZ

Se nota en el ambiente el regusto edulcorado previo a cada navidad. Reyes de uno y otro partido, de los viejos y de los nuevos, vienen con sus sacos plagados de regalos en forma de promesas, y en el de la “Justicia” se han puesto todos de acuerdo en colocar un letrero que dice: “Estado de Derecho”, como marca común y garantía de fiabilidad; como si su mera invocación fuera benévolo hechizo navideño para confianza plena en los pajes y camellos que lo cargan.

Pero ¿Qué es el Estado de Derecho?, ¿Que nos quieren decir cuando todos lo adoptan como bandera propia que el adversario de partido vilmente mancilla? ¿Tener un “Estado de Derecho” es tener una Democracia?

Si la partidocracia se caracteriza por la degradación del lenguaje, la prostitución de los términos relacionados con la Justicia y el Derecho se convierte especialmente dañina para las aspiraciones democráticas de una sociedad que persiga la plena libertad, donde palabras vacías de contenido como “Soberanía” o “Estado de Derecho” alcanzan el carácter de auténtico tabú como “palabras mágicas”.

Y es que, hasta donde alcanza el conocimiento más elemental, todos los Estados lo son de Derecho, aun los más sanguinarios, pues obedecen generalmente de forma escrupulosa las normas que se dan aunque repugnen en su forma y contenido.

Identificar Estado de Derecho y Principio Democrático resulta totalmente erróneo si por Estado de Derecho se entiende el equivalente a “Imperio de la Ley” o acción estatal destinada al cumplimiento obligatorio de las leyes emanadas del poder legislativo de manera objetiva, pues lo único que así se asegura es el cumplimiento de una norma emanada de un poder sin tener en cuenta ni su legitimidad, ni los mecanismos de orden constitucional que le dan validez.

Así, el estado nazi alemán sería un ejemplar Estado de Derecho como lo serían la dictadura cubana o la Venezuela chavista, pues es claro que las normas emanadas del Reich, de la Constitución Popular Cubana o de la Constitución Bolivariana eran en el primer caso y lo son en los otros, de inexcusable y obligado cumplimiento.

Y así siguen, tarareando como melífluo villancico las notas de la partitura partidista del “Estado de Derecho”, sin que nadie se refiera a conceptos tangibles de importancia Democrática como el de Independencia Judicial o Separación de Poderes, ausentes en este “roscón” que a buen seguro, nos repetirán de cuatro en cuatro años.

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