Paco Bono

PACO BONO SANZ

El gobierno destituye de su cargo al hijo de Tejero, teniente coronel de la guardia civil, por celebrar un almuerzo conmemorativo el pasado 23 de febrero . Muere Iñaki Azcuna, alcalde de Bilbao. Adolfo Suárez Illana ofrece una rueda de prensa y anuncia con lágrimas en los ojos la inminente muerte de su padre. Estos hechos que parece, no guarden relación entre sí, han despertado en mí las ganas de hablar de la verdad. Azcuna, Suárez y Tejero son tres protagonistas de la triste historia de la frustración de la libertad en España. Adolfo porque fue el primer presidente de gobierno de la partidocracia, Tejero porque participó en el autogolpe de Estado que tenía como fin acabar con la presidencia de Suárez y con las polémicas medidas que éste había tomado (el famoso café para todos), Azcuna porque gobernó como nacionalista sirviéndose del consenso.

Debido a la cultura imperante, durante estos días nos inundarán con bellas palabras, y hasta los peores enemigos de esos hombres faltarán a la verdad para causar conmoción en el resto de los mortales. Todos vamos a morir; esta es la primera verdad de la vida. Pero, ¿en qué lugar quedará nuestro espíritu en la historia? He aquí la diferencia entre el oportunismo y la lealtad. Los oportunistas, pecadores de la vanidad, ansían alcanzar el éxito aunque sólo sea durante un breve espacio de tiempo, por ello se alimentan de la adulación y causan admiración y envidia en las masas. La España de la transición fue en realidad la España de la traición. Tras la muerte de Franco, se instauró el consenso. El Rey traicionó a su padre, y todos los partidos con oportunidad de poder le imitaron traicionando sus ideologías. Suárez era uno de ellos, muy listo, capaz de derrotar la ambición de gigantes del franquismo como el propio Manuel Fraga.

El deseo de lavar la imagen de su pasado falangista, sumado a una nula instrucción en materia política, despertó en el nuevo presidente la pasión de sorprender, quiso ser audaz, pero no supo, y cometió dos gravísimos errores que el reino de partidos no le iba a perdonar nunca: la legalización del partido comunista a espaldas del rey y el establecimiento del café para todos. Perdida la confianza de Juan Carlos, se conoce la anécdota de aquélla comida celebrada en la Zarzuela un mes antes del golpe del 23 F; en ella, el Rey se ausentó intencionadamente durante el postre para que un general advirtiera a Suárez de lo que iba a suceder si no hacía lo que debía hacer. Y lo hizo, pero tarde y mal, tan tarde y tan mal que el golpe no se pudo detener. La maquinaria estaba en marcha, Tejero tomó el Congreso con su famoso grito: ¡quieto todo el mundo! La chapuza golpista no había tenido en cuenta el apagado de los micrófonos y las cámaras de televisión; el mundo entero asistía a la vergüenza golpista de España.

Los hechos revelan que Suárez (objetivo del autogolpe de Estado) desconocía el momento y la naturaleza del golpe, pero también demuestran que era consciente de su preparación, más tras la advertencia que recibió durante aquella comida en la misma Zarzuela. He aquí el peor de los pecados de Suárez: su silencio previo al golpe. Tal vez pensaba que no llegaría a producirse; de nuevo se equivocaba. El golpe ocurrió y fracasó por Tejero, el otro protagonista de esta historia. ¿Fue Tejero un héroe? No. Hablamos de un franquista reaccionario, aunque con principios. Tejero era fiel a Franco y Franco había dado la orden al ejército de que fuera fiel a su heredero Juan Carlos. Ni un militar movería un dedo sin la autorización del nuevo rey. Por eso, Tejero sabía que él y sus hombres tomaban el Congreso en nombre del Rey, no cabía otra posibilidad. Lo que el teniente coronel desconocía era que el general Armada iba a entrar al hemiciclo también en nombre del Rey para presentarse como salvador de la patria y ofrecer a sus señorías la configuración de un gobierno de concentración nacional presidido por el propio Armada en el que estarían representados todos los partidos con poder en el hemiciclo, incluidos algunos conocidos socialistas y comunistas. Tejero se negó, mucho más cuando supo que a él y a sus hombres les esperaba un avión para facilitarles la huida a Portugal (les había tocado el papel de malos). Contra la propaganda del Estado y sus medios afines, sirvan estas palabras para enlazar tres vidas y sus hechos.

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