Paco Bono

PACO BONO SANZ

Zapatero jugó con la ruptura del consenso, y jugando con fuego, se quemó. Su política provocó una pequeña escisión en el PSOE, encabezada por Rosa Díez, quien fundó un nuevo partido, UPyD. Pero lo peor para los socialistas estaba por llegar: la debacle del PSC y la ruptura entre esa federación socialista y las del resto de España. Sin embargo, no pretendo en este artículo tratar los asuntos de uno de los dos grandes partidos estatales, como tampoco quiero establecer un análisis vulgar del pasado reciente. La actualidad manda, y es la escisión que se ha producido en el PP la que motiva estos párrafos.

Ya advirtió en los años de la llamada “Transición” (verdadera transacción) nuestro “embajador Persa”, Don Antonio García-Trevijano, de que el régimen de partidos o partidocracia sólo podría funcionar con la corrupción. Pocos le creyeron, muchos se conformaron con la ampliación de las libertades individuales y abandonaron sus ideales y la lucha por la libertad colectiva para sumarse a la socialdemocracia que se instauraba con el nuevo reino de Juan Carlos. Todos esos farsantes, falsos hasta en su conformismo, sabían que con el consenso del Estado neofranquista podrían medrar. ¿Los perjudicados? La clase media española, que engañada por la prensa hegemónica, estaba abocada, sin saberlo, a la pobreza. Sólo la libertad colectiva garantiza la igualdad de oportunidades. Sólo la igualdad de oportunidades facilita la prosperidad de las clases más desfavorecidas.

Pero no es la pobreza de las clases medias la que está provocando la estampida en los dos grandes partidos, sino las consecuencias de la corrupción en el Estado, imposible ya de tapar. Cada día se multiplican los escándalos de latrocinio, desde la Casa Real a los partidos y los sindicatos con poder estatal. La corrupción imposibilita la propaganda del cambio. España ya ha vivido la alternancia de los dos grandes partidos, y he aquí el resultado; ya no hay ideología que los alimente, ambos han perdido la máscara, por lo que los militantes que representaban esas ideologías sobran. O se van del partido o son expulsados en favor de un nuevo consenso. Y es que los dos partidos con posibilidad de gobierno tratan de similar manera hasta aquellas materias que parecían distanciarles. ¿Nueva ley del aborto? ¿Para qué tiene el PP la mayoría absoluta? Para nada, prefieren el voto en conciencia y el consenso.  Sirva esta última medida como ejemplo de lo lamentable de este régimen.

En la democracia, las decisiones se toman por mayoría-minoría. En la partidocracia, debido a su naturaleza oligárquica, se opta por un acuerdo corrupto fundado en la unidad de pensamiento y el lucro de aquéllos que participan en la política. Tras la entrada de UPYD en el Congreso de los Diputados, y de CIUDADANOS en el Parlamento de Cataluña, aparecen dos nuevas opciones con el objetivo de hacerse un hueco alentando el cambio: el partido conservador VOX y el partido del 15M PODEMOS. Sin embargo, nos hallamos ante el enésimo engaño del deberíamos percatarnos por nuestra experiencia. Como dice Julio Arasanz, los pequeños partidos estatales son grandes partidos en potencia. Por lo que su porvenir dentro de este régimen, en caso de que prosperasen y se convirtiesen en partidos de masas, sería el mismo que el del “PP” y el del “PSOE”. Hay que tener muy claro que no hay cambio posible, ni siquiera fuera de los grandes partidos, ni aun contando con personas de renombre, dignas e inteligentes, siempre que las nuevas opciones no pongan encima de la mesa dos exigencias: la apertura de un periodo de libertad constituyente que entregue la soberanía al pueblo español de facto (y no sólo en un papel mojado, como sucede con la fraudulenta constitución vigente) y la renuncia a la recepción de cualquier fondo proveniente del Estado (con la consiguiente eliminación de subvenciones para todos los partidos, sindicatos y demás instituciones actualmente subvencionadas). Si no son estos dos puntos los primeros de su propuesta política, el fracaso y la frustración de los votantes será cuestión de tiempo. Porque desde dentro del Estado de partidos y su consenso el único cambio posible es el de los nombres en las puertas de los despachos.

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