Roberto Centeno

ROBERTO CENTENO

La pregunta que pretenden hacer los dos traidores Artur Mas y Fracesc Homs al pueblo catalán es si quieren tener un Estado, cuando lo realmente pertinente sería el preguntarle al pueblo español en su conjunto si quiere tener o no un Estado propio. Este Gobierno de cobardía y felonía está actuando como si no existiera un Estado español; no es de extrañar el desprecio de Barack Obama, que ha tardado dos años en atender la petición de Mariano Rajoy de recibirle, o que nos mande un embajador que no sería aceptado jamás por Putin, Merkel, Hollande, ni ningún otro.

Los Gobiernos sucesivos han confundido la delegación de competencias estatales a las autonomías con la disolución del Estado y actúan como bandas de prebendarios, mafias dedicadas a colocar a los suyos a cientos de miles y al expolio a gran escala, lo que ha arruinado a la sociedad civil. La catástrofe económica, política y social provocada por la Transición no tiene precedentes en la Historia de España ni en la de Europa.

Uno de estos desastres ha sido el desmantelamiento industrial, que del 34% del PIB en 1975 ha pasado a solo el 14% hoy. Los tres principales responsables de esto son tres. El primero, Adolfo Suárez, que dividió España en 17 pedazos contrarios a la realidad objetiva e histórica de nuestra nación: ¡este calamitoso ignorante hasta dividió Castilla en 11 trozos! El segundo, Felipe González, que con tal de “pasar a la Historia” como quien llevó a España a la Unión Europea desmanteló, literalmente, la industria pesada, la pesca y la producción lechera para que nos admitieran, un peaje disparatado que no ha pagado ningún otro país. El tercero, el nacionalismo catalán.

Y ahora estos incultos payeses sufragan con el dinero de los españoles, que tan generosamente entrega Rajoy a los enemigos de España, un simposio dictado por el odio y la mentira, bajo el lema “España contra Cataluña”. Cuando la realidad es justo lo contrario: “El nacionalismo catalán contra España”. En los últimos diez años la responsabilidad del desmantelamiento de las grandes empresas españolas recae sobre los corruptos dirigentes del nacionalismo catalán, apoyados en la felonía de los dos presidentes más ineptos y desidiosos de la historia de España. Estos son los hechos, y no las fabulaciones y mentiras de la canalla separatista.

– El desmantelamiento de Repsol, impidiendo que fuera la primera petrolera privada mundial por reservas probadas, a fin de evitar la autosuficiencia energética de España, lo que dañaría las comisiones de gente muy notable.

– El desmantelamiento de Iberia y el hundimiento de Barajas a favor del Prat, vía Vueling y la masonería inglesa, que compraron voluntades de directivos desleales a su empresa y a su patria. Entregaron a Vueling los vuelos de corta y media distancia y a British Airways, que estaba quebrada, la caja de Iberia para pagar sus pensiones y aislar a España, robándole las líneas intercontinentales incluida Latinoamérica, adonde ahora se viaja vía Londres. Ningún Gobierno del mundo habría tolerado este saqueo.

– La  perfidia de la OPA catalana sobre Endesa, que terminó con la entrega de nuestra primera empresa eléctrica a Italia.

– La expansión de los bancos catalanes con el dinero de los españoles, adjudicándoles preferentemente cajas de ahorro. Además, el Banco de España ha permitido a La Caixa esconder sus activos tóxicos fuera de CaixaBank.

Los temas son tan amplios que hay que  tratarlos uno a uno. Empiezo con Repsol.

El consejo de Repsol: réplica del Pacto del Tinell

Repsol nace en 1988 como consecuencia de la concentración de todos los activos públicos en el sector petrolífero, financiados con el ahorro de todos los españoles durante 80 años. Con ellos era posible el construir una gran empresa petrolera integrada. Inicialmente, el accionariado de la compañía estaba compuesto por el Estado español y la mexicana PEMEX, derivada de una participación en Petronor en sustitución de la norteamericana Gulf, y con la que un servidor negoció en calidad de consejero delegado de Campsa, propietaria de Petronor, con Jorge Díaz Serrano, el mítico director de PEMEX.

En 1999 adquiere el 98% de la argentina YPF, que era la tercera empresa de petróleo y gas de Latinoamérica, después de la venezolana PDVSA y de PEMEX, aunque cuando se compró nadie en el sector tenía ni idea de que iba a ser posible extraer petróleo de las rocas madres (1), que eran el activo estrella de YPF y es algo que está cambiando el equilibrio geopolítico mundial.

Durante el proceso de privatización –es decir, entrega a precio de saldo de las mejores empresas públicas a la oligarquía financiera–, se decidió que La Caixa y el BBVA tomaran el 25% y el resto se colocaría a minoritarios a través de una oferta pública de venta. Posteriormente, el BBVA decidió hacer caja, dado el precio de saldo al que le fue entregado, fue vendiendo su participación y desapareció. Entre tanto, La Caixa, aprovechando las dificultades por las que pasaba YPF como consecuencia del default de Argentina, obligó a Repsol a vender un 25% de Gas Natural (Gas), de forma que la primera se quedó con el control de la segunda.

Gas, presidida por Brufau, lanzó una OPA sobre Iberdrola, que no estaba consensuada con su socio Repsol. Consiguió ponerla en marcha gracias a la deslealtad del consejero dominical de Repsol, José Luis López de Silanes, un mediocre adulador de sus superiores,  que estuvo a mis órdenes en Campsa. Votó a favor de La Caixa a cambio de ser recompensado con la presidencia de CLH y un sueldo de más de un millón de euros. La Caixa paga a traidores. Silanes puso, además, la red logística al servicio de los monopolios para impedir la competencia que abarataría los precios.

En noviembre de 2004, La Caixa decidió tomar el control de Repsol, sustituyendo a Alfonso Cortina por Brufau. La primera medida que toma es nombrar un consejo bajo el espíritu del Pacto del Tinell, lleno de nacionalistas y socialistas que no saben del petróleo más que empieza por P y termina por O. Eran tan radicalmente sectarios como Artur Carulla y Mario Fernández, exvicelehendakari, que subordinaron los intereses económicos de Repsol al dominio político de los nacionalistas catalanes. Su objetivo era trasladar toda la industria energética española a Cataluña. Claro está, excepcionando a Iberdrola coto reservado al nacionalismo vasco.

A continuación Brufau empezó a preparar, siguiendo también la directrices del Tinell, una OPA sobre Endesa, la primera eléctrica española que había estado desastrosamente gestionada por Manual Pizarro, que nunca remató el proyecto de fusión con Iberdrola, lo que habría creado la primera compañía eléctrica del mundo, ni se expandió internacionalmente, a pesar de tener más medios que nadie. Literalmente, pasó diez años tocándose las narices. Ante la  pasividad de Pizarro, los nacionalistas, infinitamente más pequeños, se lanzan a por  Endesa para repartir los activos entre Cataluña y el País Vasco, pero a esto dedicaré otro análisis.

El siguiente paso, en 2007, fue que Gas absorbiese a Repsol, que era tres veces mayor, y trasladase la sede a Barcelona, lo cual no se realizó por la oposición de Sacyr, que había adquirido un 20% de participación en bolsa en 2006, basándose en que la ecuación de canje ofrecida era escandalosamente favorable a los nacionalistas. Sacyr recurrió al vago redomado de Rajoy, abducido por La Caixa, que les dijo lo habitual en él: “Laissez faire, laissez passer”. Y a partir de ahí, los ataques a Sacyr en los medios, todos férreamente controlados por La Caixa directa o indirectamente, vía publicidad, se multiplicaron.

Una gestión contra el interés de España

Como consecuencia de la crisis financiera mundial, los bancos americanos e ingleses pusieron en venta su préstamo a Sacyr, algo que el gigante energético ruso Gazprom deseaaba para intentar controlar Repsol y después la otra gran petrolera rusa, Lukoil, algo que conozco bien porque intervine directamente hasta que fui desplazado por Corinna zu Sayn-Wittgenstein por razones obvias. La intervención de las más altas instancias hizo pensar a Lukoil que podía controlar Repsol a precio de saldo y al final el tema fracasó.

Ante la desastrosa estrategia de que la compañía no se rigiera por criterios de la industria del petróleo, sino de poder nacionalista, Pemex llegó a un pacto con Sacyr en 2011 para obligar a gestionar Repsol con un criterio industrial. El primer paso sería poner en desarrollo las inmensas reservas de Vaca Muerta, las mayores del mundo, invirtiendo masivamente y siguiendo el esquema de Brasil, donde se dio entrada a Sinopec con un 40%, de forma que estos aportes económicos permitieran desarrollar  las aguas profundas de Brasil.

Sin embargo, Fainé y Brufau, dedicados a tiempo completo a romper el pacto Pemex-Sacyr, letal para los intereses del nacionalismo, se olvidaron completamente de la política industrial y pensaron menos aún en invertir en Vaca Muerta, lo que habría convertido a Argentina en un país exportador de petróleo y habría servido para que España diera un paso de gigante hacia la autosuficiencia. Esta estrategia habría permitido, además, situar a Repsol como potencia mundial de fracking y explotar los yacimientos junto con Pemex, cuando se produjera la liberalización –aprobada justo hace una semana–, los activos de fracking en Cantarel, otra gigantesca reserva, y además en las aguas profundas del Golfo de México, hoy prácticamente virgen pero con un potencial inmenso. Repsol se habría convertido en la primera compañía privada en reservas de petróleo y gas del mundo.

Por el contrario, la actuación de los nacionalistas catalanes ha llevado a la expropiación y pérdida definitiva de Vaca Muerta, con un pacto final económicamente irrisorio, al conflicto con Pemex y la imposibilidad de ser su socio preferencial en México. Fruto de todo lo anterior, han perdido sus principales reservas, algo a lo que ha contribuido la desastrosa gestión global, que ha llevado a Repsol a obtener sistemáticamente resultados muy por debajo de sus pares. Hecho este último denunciado recientemente por Enrique Peña Nieto, presidente de México, ante el Senado, acusando de ello a la incompetencia del consejo y el sesgo político de todas sus decisiones. El Gobierno mexicano se preocupa seriamente por el tema. Rajoy, vendido a los enemigos de España, a los que se les tolera todo, se dedica por el contrario a defender los intereses de los nacionalistas.

El valor de Vaca Muerta era tan obvio que a algunos nos ha servido para invertir en YPF sobre seguro, el valor de cuyas acciones se ha multiplicado por tres en seis meses y va a seguir subiendo. ¿Por qué Repsol, que conoce perfectamente el potencial, no compró el 40% de las acciones hace meses, recomponiendo así sus reservas a precio de ganga, en lugar de ponerse a llorar y a pedir ayuda contra los malvados argentinos? Es lo que habría  hecho un servidor y cualquier profesional del petróleo de haber estado al frente de la empresa. La priorización de los intereses políticos nacionalistas a los industriales y el absoluto sometimiento del Gobierno y oposición a los intereses nacionalistas catalanes ha supuesto el desmantelamiento real y efectivo de la potencia de Repsol, tanto en sus activos de producción como en sus participaciones accionariales en gas, donde ha tenido que vender los activos de gas natural a Shell y está en proceso de venta de su participación en Gas, obligada por La Caixa a realizarla en varias porciones para que esta siga siendo accionista de control.

(1) Después de esta serie de artículos, dedicaré uno específico a este tema.

(2) El salón del Tinell en Barcelona es el lugar en que se celebró el acto más glorioso de la Historia de España. Donde los Reyes Católicos, después de la conquista de Granada, recibieron a Colón con sus indios, sus especies y su oro: el nacimiento de nuestro Imperio. De este lugar, único de nuestra historia, se han apropiado los nacionalistas hasta el punto de que el indigno alcalde de Barcelona, Xavier Trias, ha cometido la barbarie de impedir que este excepcional escenario sea utilizado para  la serie televisiva Isabel. Los nacionalista-separatistas no solamente nos roban nuestro dinero y nuestras empresas, sino también nuestra Historia, mientras el pusilánime Rajoy comete la felonía de mirar para otro lado. Sin embargo, sí se cedió este salón para que en un acto de supremo insulto a España se firmase el inicuo acuerdo entre PSOE, PSC, CiU y Esquerra, conocido como Pacto del Tinell, para excluir de la vida pública a más de la mitad de España que no piensa como ellos, y donde a diferencia de la generación del 36, la actual parece resignada a morir sin levantar un dedo. En esto estriba el siniestro proceder en Repsol de La Caixa y de Brufau que he descrito.

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