Paco Bono

PACO BONO SANZ

Por más que lo han intentado, no han conseguido que ningún tribunal determine mediante una sentencia la distinción entre el idioma catalán, el valenciano y el mallorquín. ¿Por qué me adentro en este fango?, se preguntarán los lectores del diario. No sólo porque soy hijo y nieto de valencianos (por parte de padre), sino porque también soy padre de una valenciana por quien deseo dejar testimonio escrito sobre mi opinión respecto a este asunto.

Principiemos indicando que el hecho de la utilización de un idioma como fundamento de identidad nacional es equivocado y malvado. Si durante el Franquismo muchos de los gobernados sufrieron las consecuencias del nacionalismo español, lo mismo ocurre en la actualidad bajo la monarquía de Juan Carlos, pero con el agravante de que el nacionalismo se ha multiplicado por diecinueve; no digamos en aquellas regiones bilingües en las que los nacionalistas llevan a cabo la acción inhumana (porque vulnera derechos fundamentales) de impedir por motivos racistas el uso normal del idioma común nacional español. Para esos, quien habla catalán es más catalán que quien habla español. Lo mismo piensan los nacionalistas valencianos con respecto a la lengua regional. Sin embargo, permítanme que matice la notable diferencia entre el caso valenciano y el catalán, radicada en la doble corriente del nacionalismo valenciano: el antiespañol y el anticatalán. La mayoría de los habitantes valencianos, que siempre han destacado por su realismo y lealtad, comprenden que su origen, así como su actual forma regional, sería incomprensible sin España; sin embargo, algunos olvidan que también lo sería sin Cataluña, con cuyo apoyo pudo el Rey Jaime I fraguar su hazaña.

El anticatalanismo nacionalista valenciano es un efecto causado por el nacionalismo catalán imperialista y cuasi totalitario que, amparado por el régimen del Estado de partidos y su consenso político, pretende adueñarse no sólo de la región valenciana, sino también de su historia (falseándola). El Rey Jaime I quiso impedir cualquier aspiración imperialista catalana dentro de la Península Ibérica instaurando en Valencia nada menos que un reino. Si Valencia fue conquistada por un Rey aragonés, ¿es lógico que una sola de las lenguas del reino fundador se utilice como herramienta discriminatoria para establecer grados de “valencianidad”? ¿Es que lo valenciano se reduce a una lengua? ¿Por qué rechazan además el origen catalán de esa lengua catalana-valenciana-mallorquina? ¿Acaso no fue el principado catalán un territorio próspero e influyente durante la Edad Media? ¿Habrían conseguido sus victorias los reyes aragoneses sin la participación de Cataluña?, ¿existiría España sin Cataluña?, ¿y Cataluña sin España?, ¿y Valencia? No. Los nacionalistas valencianos, tan nacionalistas como los catalanes, y por ello enemigos también de la libertad, pretenden diferenciarse de aquéllos cambiando el nombre de una lengua cuya gramática y mayor parte de vocabulario son idénticos, reivindican el origen valenciano de la lengua, como si la región valenciana que hoy conocemos hubiera sido algo por sí misma antes de la reconquista, y olvidan que el establecimiento de los límites definitivos del nuevo Reino de Valencia fueron acordados entre los reinos de Aragón y Castilla mediante el Tratado de Almizra, firmado el 26 de marzo de 1244. Esos mismos nacionalistas defienden la teoría de que el valenciano procede de una lengua romance que habría sobrevivido a la invasión musulmana; sin embargo, es curioso que el valenciano no se hable en algunos pueblos del sur de Alicante, ubicados en los límites del reino pactados en el mencionado Tratado de Almizra; no digamos ya en Murcia. ¿No será porque esos territorios quedaron fuera de los dominios aragoneses y de la fuerte influencia de la cultura catalana? ¿Les ciega de tal manera ese nacionalismo defensivo como para negar la evidencia de la importante influencia cultural que significó el principado catalán dentro de los límites del reino de Valencia? No se trata más que de un conflicto de intereses. Y no me vengan con eso de que los habitantes de Murcia hablan sólo español porque los castellanos aniquilaron todo dialecto previo. Algo absurdo, pues ¿cómo se explica entonces que todavía se utilice el gallego en Galicia y vasco en las vascongadas habiendo pertenecido estos territorios durante siglos a la Corona de Castilla?

Lo que se conoce como valenciano (idioma catalán-valenciano-mallorquín) es una lengua tan característica y propia de Valencia como lo es el idioma español, que era también la lengua utilizada por la vieja Corona de Aragón. ¿Hay entonces justificación para la expulsión del español de las escuelas públicas? No. Es por ello que aplaudo la medida del gobierno autonómico de Valencia, que ha actuado con sentido común al instaurar en la comunidad el modelo instructivo trilingüe (español, valenciano e inglés). Sin embargo, hecha le ley hecha la trampa; pues si es cierto lo que algunos padres me han comentado,  los gobernantes valencianos estarían obrando como Salomón al consentir que una misma asignatura se imparta cada día en una lengua distinta. ¡Van a volver locos a los estudiantes mientras alimentan a los nacionalistas!, ¡esos que creen que un territorio conquistado y delimitado por acuerdo entre los dos reinos fundadores de España puede existir si entierra a sus creadores! Valencia no se entiende sin Aragón y sin Cataluña. Valencia no se entiende sin Castilla. Valencia es lo que es gracias al deseo que albergaban los reyes cristianos de convertirse en “rex hispaniae”. ¿Se entiende España sin la reconquista de Valencia? ¿Qué implicación tuvieron los idiomas en la construcción de la realidad nacional española? Los idiomas fueron meros accidentes tras la fuerza de las armas, herramientas de comunicación y de transmisión de cultura. ¿Cómo se atreven a otorgar a los idiomas un fundamento constructivo nacional que de ningún modo contienen? He aquí el error y la tragedia. Mientras les distraen con conflictos pasionales y reaccionarios que no llevan a nada bueno, en España seguimos sin conocer la libertad colectiva, la libertad política, esa que realmente garantizaría nuestros derechos individuales, esa que permitiría la lucha política real y democrática, leal. La guerra de las lenguas es consecuencia directa de la falsedad de la voluntad nacional. Como dice Don Antonio García-Trevijano, la nación se recibe, no es fruto de la voluntad, el Estado sí lo es. Sin embargo, el régimen de Juan Carlos pretende hacernos creer lo contrario. Por eso nos niega la libertad mientras consiente que nos enfrentemos como catetos ignorantes por falsas pasiones. Libertad política significa lo mismo se escriba en la lengua que se escriba; Valencia, también.

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