Paco Bono Sanz

PACO BONO SANZ

Una hilera de cientos de miles de personas cruzando Cataluña… 11 de Septiembre de 2013, los nacionalistas catalanes demuestran que van en serio, que no se trata ya del juego victimista del “dame más”. España está al borde de la ruptura, pero todavía hay ingenuos que se preguntan, ¿cómo es posible? En su estrategia, hay que aplaudir a los secesionistas, pues van a lograr en apenas 30 años lo que dicen llevar defendiendo desde 1714, año en el que entraron en España los Borbones de la mano de Felipe V, el peor enemigo de todo nacionalista catalán, pero también su razón de ser contra España. Por ello resulta más que chocante que haya sido otro Borbón quien haya facilitado este proceso de desintegración nacional…

Todo empezó con el nombramiento de Juan Carlos como heredero de Francisco Franco a título de Rey. Las Cortes borreguiles de entonces, como lo son las de ahora, aplaudieron con sus vestimentas negras. La España de aquellos días todavía era una España en reconstrucción, mutilada… Sólo unos pocos** se dieron cuenta de lo que tal nombramiento significaba: la negación de un periodo de libertad constituyente para el pueblo español. Levantado el pilar, el proyecto de falsa democratización de las instituciones españolas se puso en marcha con la muerte del dictador, no sin el apoyo de las potencias extranjeras, temerosas de que entrara con fuerza en España el comunismo. Fue entonces cuando los partidos mayoritarios, una vez traicionado el pacto por el cual habían acordado que permitirían que el pueblo español eligiera en plebiscito la forma de Estado y de gobierno, se postraron ante su “Majestad” y fundaron lo que se conoce como el “consenso político”: “el rey reinará y nosotros nos repartiremos el poder limitando la intervención de la sociedad a unos sufragios no electivos (votación por listas con reparto porcentual de poder, socialdemocracia)”.

Sin embargo, no debemos entender el consenso como un acuerdo constructivo entre los grandes partidos, sino como un punto de partida entre los grupos unionistas y los secesionistas. El consenso supuso ante todo la victoria de los nacionalistas, porque de él derivaron una serie de falsedades y contradicciones que permitirían a los enemigos de España avanzar en la aniquilación de cualquier vínculo entre Cataluña, Vascongadas y el resto del país. Pero su mayor logro se fraguó cuando al idolatrado Adolfo Suárez, director de orquesta en los inicios de esta atrocidad, se le ocurrió la idea del “café para todos”, que conllevó la fundación de las comunidades autónomas, formalizándose así el proceso de nacionalización autonómica o imposición nacional del modelo secesionista.

Como ya han demostrado numerosos protagonistas, periodistas e historiadores, el 23 de febrero de 1981 se intentó echar por tierra el “café para todos” mediante un golpe planeado por el propio Estado* que tenía como fin la formación de un gobierno de concentración que rectificara los errores de Suárez. Pero el golpe fracasó por un error de cálculo, eligieron a un estúpido reaccionario para la toma del Congreso, Tejero se lió a tiros y no permitió que el hombre de confianza del Rey, el general Armada, fuera investido presidente del gobierno por los señores diputados. Ya no había vuelta atrás… Y este acontecimiento, cómo no, se tapó con más mentiras.

El sistema que establece la Ley fundamental de 1978 (me niego a llamarla Constitución, puesto que no separa los poderes del Estado de raíz) convierte España en una Nación cuyo Estado se rige por una monarquía parlamentaria sometida a la partidocracia, en la que son los partidos los que acaparan el poder en todas y cada una de las instituciones del Estado, ya sean autonómicas, provinciales o municipales. El Rey se supone como garantía de la unidad de la Nación, bajo la absurda creencia de que la monarquía aglutina el sentimiento y la moral de la unidad de España, cuando ese sentimiento de hispanidad lo fundó Roma con la instauración de Hispania como provincia de su Imperio.

Al nuevo sistema de gobierno lo llamaron democracia, sabiendo que de ningún modo lo era, puesto que una democracia representativa requiere de una forma de Estado republicana previa, además de la mencionada separación de poderes. Como ejemplo sirva Gran Bretaña, cuya forma de gobierno no ha sido nunca la democracia, su forma de Estado es la monarquía parlamentaria, como lo es también la de España, pero con el matiz de que allí se no ha engañado a nadie, ni tienen constitución ni la necesitan; ahora bien, los diputados que llegan a la cámara de los comunes representan cada uno a su distrito, cosa que aquí no sucede. En el Reino Unido no hay listas, ni abiertas ni cerradas. La solución española es fraudulenta y mentirosa de raíz, y muy dañina en su desarrollo. La España de hoy está más dividida que nunca en su historia. El pueblo español, que fuera muy bravo en otros tiempos, deja hacer y observa atónito la desintegración de su país en manos de una oligarquía de partidos y un Rey que siempre han permanecido unidos al nacionalismo, porque el “consenso político” era imposible sin los separatistas. ¿Qué alternativa hay para la unidad de España y para la democracia? Empecemos por reconocer la realidad, instruyámonos en la libertad política, eduquemos a nuestros hijos para que luchen por su prosperidad sujetos a una moral. España puede ser si no callamos los que aún tenemos ganas de luchar por ella.

 

*Referencias sobre el 23 F tomadas de “23-F, el Rey y su secreto” Autor: Jesús Palacios.

**Para más información sobre los sucedido antes, durante y después de la Transición, lean lo escrito por Don Antonio García-Trevijano Forte.

 

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