Javier Torrox

JAVIER TORROX

Se acaba el verano y los ciudadanos ven cómo se superan con creces las mismas gruesas líneas rojas de la corrupción que nunca pensaron que se pudieran llegar a rebasar. El escándalo pronto dejará de estar propiciado lo que llega a saberse. Lo que está por venir es la certeza absoluta de que es mucho peor lo que aún desconocemos que lo que ya sabemos.

Hagamos un somero repaso sin intención de exhaustividad, pero sin pasar por alto ninguna de las instituciones del Estado de Partidos. La monarquía impuesta por el dictador Franco sigue encenagada y aún continúa enlodazándose con cada nueva información que trasciende acerca del monarca y su familia detentadora de privilegios.

El Gobierno de Rajoy es reconocido internacionalmente como el Gobierno de la corrupción, unos quinquis de medio pelo que se creen de guante blanco y que no pasan de maleantes de patio genovés. El presidente del Gobierno miente desde la tribuna del Congreso y la oposición dice que eso está muy feo pero que pelillos a la mar. Aunque todos sabemos que la oposición no existe. Los que se califican como tal en cada legislatura son en realidad los sostenedores no sólo del Gobierno, sino de todo el régimen juancarlista. ¿No lo crees, lector? Pues échales un vistazo a Rubalcaba y Lara: se siguen sentando en el Congreso, son los sostenedores consentidores. Lejos de exigirle cuentas al Gobierno, el poder Legislativo se limita a ponerse a las órdenes del poder Ejecutivo. Mientras esto sucede, la página oficial en Facebook del Consejo General del Poder Judicial describe a este supuesto Poder Judicial como “Órgano Gubernamental”; o lo que es los mismo, obediente, sumiso y esclavo del Ejecutivo.

Bien sabemos que la Constitución no es tal por razón de su génesis y de su contenido y también sabemos que su incumplimiento -más sistémico que sistemático- ha hecho de esta carta otorgada un auténtico esperpento. No cumple la Constitución ni el presidente del Tribunal Constitucional, que tomó posesión como Magistrado de este tribunal político contraviniendo la prohibición expresa de militar en partidos que la Constitución impone a jueces, magistrados y miembros del TC.

También está el cateto de Artur Mas, que se pretende a sí mismo émulo de Martin Luther King en versión fascistoide con su cuento nacionalista. No me excedo, amigo lector, no me excedo. El nacionalismo es el nombre adolescente del totalitarismo. Allí donde veas un nacionalista -da igual si es periférico, centralista o mediopensionista- estarás contemplando un totalitarista que ansía la liquidación o destierro de toda idea de otredad. Y ante este peligro no podemos callar porque el silencio es cómplice.

Señor Mas, usted y su partido estatal están corrompidos hasta la barretina. Igual que su socio de UDC. Como todos los partidos estatales. Este tinglado secesionista que se ha montado usted con los exóticos republicanos monárquicos de ERC no es más que un teatro para que los catalanes no se den cuenta de que usted y sus amigos les han robado hasta la camisa y no han dejado más que arañas en las arcas públicas.

Y otro tanto podríamos decir del PSOE en Andalucía. La Junta de Andalucía no ha tenido más presidentes que los designados por los que les precedieron. Todos corruptos y dos de ellos camino de ser procesados por la trama organizada para, desde el Gobierno, robarle a los desempleados. La vileza y mezquindad de este crimen repugna más allá de lo que la lengua puede describir con palabras.

El Estado de Partidos hace agua por todas partes, ya ha visto usted cómo chorrea el Congreso. Pero ello no es razón para que nos crucemos de brazos esperando su derrumbe. Es el momento de agitar su vacilante edificio hasta hacerlo caer, siempre por medios pacíficos. El Estado se ha apropiado de nuestro derecho natural a elegir a nuestros representantes y a nuestro Gobierno separadamente. La intromisión del Estado en el ámbito del ser humano supone la liquidación de la libertad. Todo agente que atenta contra la libertad es enemigo del género humano. Y al enemigo, ni agua ni cuartel.

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