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MARÍA BLANCO.

El ministerio de Montoro explicó la semana pasada que las autonomías podrán ser intervenidas también si incumplen el pago a proveedores. Hacienda suma esta advertencia a otras en las que se autoriza a la intervención del Gobierno si las CCAA no cumplen el objetivo de déficit. Pero se trata de un gesto sin contenido, como tantos, que pretende transmitir una sensación de control que la realidad se empeña en contradecir.

El orgullo de mamá

Cantaba David Summers en una canción de los 90: “aquí viene ya, el orgullo de mamá, con la paga en el bolsillo, quiere colarse para entrar…“. Esa es la imagen que año tras año, déficit a déficit, exigencia a exigencia ofrecen al mundo las autonomías españolas. Tratar de explicar cómo funcionan, cuál es su presupuesto y para qué lo utilizan a una persona sensata de fuera de España es una ardua tarea: todo suena a ciencia ficción.

Instituciones repetidas que dan un aire solemne pero son, en realidad, un agujero negro presupuestario y una fuente de ineficiencia más para el ciudadano; aeropuertos, universidades, obras públicas que hinchan el pecho de políticos locales y vacían los bolsillos de la gente… Todo huele a las películas de los geniales Martínez Soria o Alfredo Landa, en las que si un pueblo construía una fuente, el pueblo vecino construía dos y con luces de colores. Es decir, la manifestación de un complejo no asumido.

Y en estos tiempos que corren, algunos de estos 17 “orgullos de mamá” están ofreciendo un panorama particularmente penoso. Se trata de los escándalos de corrupción. Los principales partidos políticos autonómicos han hecho lo que les ha venido en gana sin que  la dirección nacional se enterara. Para el ciudadano de la calle no versado en temas jurídicos, como yo, que lee la prensa sin pretender más que informarse, la trama Gürtel, los EREs andaluces, las corruptelas regionales suponen tal laberinto que resulta muy complicado seguirles la pista en condiciones.

En una situación así, debería ser un motivo de esperanza y regocijo que el gobierno central haga frente a los caciques regionales.

El partido del gobierno, el gobierno del partido

Sin embargo, el director de orquesta de las autonomías no está por la labor y cada una de ellas va a lo suyo.

No es solamente que en materia educativa la situación sea caótica. No es cuestión nada más de que las incompatibilidades sanitarias te obliguen a mirar en qué comunidad autónoma te pones enfermo. Ciñámonos a los dineros. Por simplificar, no porque todo lo demás no sea importante.

Los gobiernos regionales juegan al mismo juego que los países de la Unión Europea en su entorno. La regla máxima es la misma: ingresos centrales (más los impuestos autonómicos), gastos independientes. Es decir, el “orgullo de mamá” con la paga en el bolsillo se gasta el dinero, que es de todos los españoles, en lo que cree oportuno. Y lo que cree oportuno muchas veces es de carácter partidista y sirve para asegurarse la reelección.

Desde un punto de vista exclusivamente político, como estrategia de partido no está mal. Tenemos esta comunidad autónoma, para evitar que el partido de enfrente nos la quite vamos a llenar las panzas locales y a presentar unas cuentas chapuceras pero “vendibles”, y que el poder central trague con ello. Y si no, transferimos competencias a ayuntamientos pero no disminuimos nuestro presupuesto y así tenemos más margen de gasto.

En este tipo de situaciones, lo lógico sería cerrar el grifo del dinero (de todos los ciudadanos) a las comunidades ineficientes, gastosas, chapuceras y/o corruptas. Pues no. No se hace. Eso sí, se amaga y no se da. ¿Qué razón puede haber para esa falta de rigor presupuestario y de respeto al sudor de la frente de los españoles? La razón de los votos. De manera que una ya no sabe si el Gobierno pertenece a un partido o es un partido que está en el Gobierno.

La gravedad de amagar y no dar

Pero en esta ocasión, el tema no es presupuestario. Se trata del cumplimiento en el pago a proveedores, esos empresarios que decidieron firmar un contrato con la administración y pensaron que un contrato es un contrato y se cumple siempre. Cuando un gobierno tiene que presentar un anteproyecto de ley de Control de la Deuda Comercial y amenaza con recuperar los tributos transferidos a las CCAA en el caso de que sigan sin cumplir los contratos con sus proveedores es que la cosa es muy grave.

Pero no es que sea grave, es que el tema es peor, va mucho más allá. No solamente se está quitando el pan de la boca a quien firmó un contrato con la administración. Es que la exigencia del cumplimiento es de un timorato insultante. Exactamente igual que las amenazas fantasma de los incumplimientos de déficit. La comunidad autónoma será advertida, dispondrá de 7 meses y entonces si no depone su actitud será sancionada. ¿Qué ha sido del proveedor para entonces? Otra empresa cerrada, familias en el paro, drama social.

Pero recuerden… los culpables son los hedge funds, los mercados, Merkel y el chachachá.

twitter @Godivaciones

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