Vicente Carreño

VICENTE CARREÑO CARLOS.

Sorprendente, si, sorprendente fue escuchar ayer en la SER, en  el programa de la tarde. El trabajo radiofónico de “investigación” consistía en buscar el nivel de conocimiento que tenían los votantes  sobre  los nombres de los portavoces de los grupos parlamentarios representados en el Congreso de los Diputados.

El planteamiento del director del programa y del equipo redactor era hacer una aproximación sociológica para, -una vez conocidos los datos numéricos acerca de cuantas personas sabían los nombres de los trece portavoces parlamentarios-, establecer el nivel de compromiso, adecuación ideológica y concienciación política existente entre los votantes y de la propia clase política.

Aunque no lo digan, tratan de medir la “calidad democrática” del régimen. Si muchas personas conocen la adscripción ideológica de tal o cual portavoz, y además conocen su nombre y apellidos es porque están al tanto de las elecciones y del asunto político. Si muchos votantes conocen los nombres y apellidos de los portavoces parlamentarios es porque saben lo que hacen y saben lo que votan, y son libres, y eligen al portavoz que quieren.

No se cuantos ciudadanos cayeron en la cuenta de lo ridículo del planteamiento, ¿qué más da conocer el nombre del portavoz de tal o cual partido si no conozco el nombre de mi representante?. ¿Porqué he de conocer el nombre y los apellidos del portavoz de este o aquel partido si tan siquiera  tengo la oportunidad de poder elegir a un representante del distrito electoral en el que vivo?.

A ningún periodista se le ha ocurrido preguntar a los habitantes de tal o cual provincia, -actual distrito electoral-, los nombres de los diputados de lista de partido que hoy por hoy se integran el parlamento, y que fueron electos gracias a la designación de sus jefes de filas. Para los periodistas no es importantes ni relevante el hecho significativo de que no hay representación de los ciudadanos. Ellos solo entran en el juego que les marca el paso impuesto por las oligarquías y nombradías obedientes a la voz de su amo.

Quieren que los españoles recuerden el nombre de los portavoces parlamentarios, y consideran que esta circunstancia es un signo de “calidad democrática” del régimen partitocrático, pero no prestan atención al echo de que los ciudadanos no conozcan el nombre del supuesto diputado de distrito que supuestamente le ha de representar en el Congreso de los Diputados; y es que no pueden conocerlo por que no existe, y no existe porque la Ley Electoral y la Constitución española no lo permite. No hay representación en España, hay un solo poder porque quien manda en el Gobierno, manda también en el Parlamento y en el Poder Judicial, no hay separación de poderes en origen, los españoles no podemos elegir al presidente del ejecutivo en una circunscripción única y a doble vuelta, como por ejemplo ocurre en Francia, pero los periodistas pretenden que conozcamos el nombre de los portavoces de los partidos estatales, y lo que es peor,  quieren presentarnos ese detalle como un signo calidad y pureza democrática.

Flaco servicio el de este periodismo español organizado entorno a grupos de poder, a la propia clase política constituida en oligarquía, y la oligarquía financiera y económica. No buscan la verdad y no defienden la Democracia ni la Libertad Política. Los ciudadanos tendrán que descubrir la falsedad del régimen y a sus mantenedores.

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