Javier_Torrox

JAVIER TORROX.

La princesa está alegre. No es para menos. Hace sólo unos días estaba triste. Pero ya no. La han desimputado y eso la ha alegrado. De ello podemos colegir que a la princesa le satisface más el anormal funcionamiento de la Justicia que el que se haga Justicia. Y a partir de esta última afirmación, podemos decir sin temor a equivocarnos que la princesa es enemiga de la Justicia. Como su padre, al que la constitución le da derecho a delinquir sin que deba por ello rendir cuentas ante un juez.

Repasemos los hechos. Tras la imputación de la princesa por parte del valiente juez Castro, el monarca designado por el dictador manifestó públicamente su oposición y rechazo al auto judicial que encausaba a su hija. No contento con ello, tuvo el atrevimiento de animar a la Fiscalía (que opera a las órdenes del Gobierno) a recurrir la imputación de su hija. Un par de semanas más tarde, la princesa ha sido desimputada. Ya ve usted cómo modera y arbitra el rey, metiendo mano en las decisiones judiciales. Exige grandes dosis de ingenuidad -y aún diría que de estulticia- asumir que no existe relación entre la declaración pública de Zarzuela tras la imputación de la princesa y el auto de la Audiencia Provincial mallorquina por el que ésta queda liberada de su procesamiento. Por ahora.

Los despropósitos, sin embargo, no se detienen aquí. Nuestro delirado Gobierno, a través del delirante ministro de Exteriores, el locuaz Margallo, afirmó que estaba muy bien desimputar a la princesa “porque para eso es una Infanta de España”. ¿Porque era justo? No, la Ley es irrelevante para el Gobierno a tenor de las declaraciones del terror de los diplomáticos. Porque es hija de su padre rey. ¿Acaso el resto de los españoles no somos mamíferos y no tenemos padre? Ah, es que nosotros somos plebeyos. Pero también somos decididos. Y nos espolea la certeza de que nuestra libertad y su ruina están muy cerca.

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