Gaspar Ariño

GASPAR ARIÑO.

En los últimos días han llegado a mi mesa dos proyectos de iniciativas ciudadanas que tratan de hacer frente a la dramática crisis política e institucional que vive España. Uno de ellos trata de diseñar un programa de medidas contra la corrupción; otro quiere promover una nueva ley de partidos políticos que implante en ellos la democracia interna y la limpieza de conductas. Sobre el primero de estos temas publiqué ya, los días 6 y 12 de febrero pasado, dos artículos que titulé “La matriz de la corrupción”. Sobre el segundo quisiera decir hoy alguna cosa.

Los partidos –dice el artículo 6 de la Constitución– son “el cauce de manifestación de la voluntad popular y el instrumento fundamental para la participación política… Su estructura interna y su funcionamiento deberán ser democráticos”. Pero, ¿cómo son hoy los partidos en España? Pues son unas organizaciones mastodónticas, caudillistas, cerradas, que dan acceso o expulsan de la vida política, que están completamente alejados de los ciudadanos (y éstos, de aquéllos) y sobre los que todos tienen muy mala opinión (el 95% desconfían de ellos). Algunas características que hoy ofrecen los partidos son éstas:

• Cesarismo casi vitalicio (hasta que el líder quiera quedarse) y con derecho a sucesión, a nombrar el sucesor.

• Tendencia al amiguismo (y al pandillismo) con independencia del talento.

• Poder omnímodo del líder y su equipo sobre todos los cargos y militantes.

• Inexistencia de debate político interno. Las reuniones formales de los órganos colegiados son una ficción. No hay debate porque el caudillismo es total. El acceso a la oreja del César es lo que vale.

• Pérdida de calidad de los cuadros y luego de los equipos de gobierno, que son de pena (cada hornada es peor que la anterior). El sistema expulsa de su seno a los mejores.

• Aislamiento del líder en La Moncloa e incluso antes de llegar a La Moncloa (Felipe era Dios para Chiqui Benegas).

Las consecuencias de este modelo de partido son nefastas. Se van los mejores y crece en su seno la corrupción.

Alternativas

Hay dos vías posibles de tratamiento de estos males. Algunos piensan que la solución estaría en una ley de Partidos Políticos exigente, que imponga reglas vinculantes sobre ellos en una serie de aspectos como los siguientes:

• Primarias para candidaturas y cargos de dirección.

• Parlamentos internos con votación secreta para múltiples cuestiones.

• Control orgánico de las finanzas.

• Auditorías externas.

• Regulación del tesorero y transparencia de sus cuentas.

• Congresos anuales o bianuales con candidaturas abiertas, sin requisitos difíciles de cumplir.

• Y así otras medidas.

Todo esto está muy bien, pero semejante regulación pública complicaría extraordinariamente la vida de los partidos y sería de difícil control. Desde luego, la imposición legal de transparencia (de informar sobre una serie de aspectos) puede ser eficaz y así parece que se va a establecer en la próxima ley de transparencia, que se encuentra actualmente en trámite parlamentario.

Hay, en mi opinión, una segunda vía, más sencilla y eficaz, y es el cambio radical del sistema electoral: de la lista cerrada y la circunscripción provincial a la circunscripción uninominal, sin lista alguna (se vota a una persona no a una lista); y del sistema proporcional al sistema mayoritario, a una o a dos vueltas (como en Reino Unido o Francia). Esto cambiaría completamente la dinámica interna de los partidos y el funcionamiento del Parlamento y otros altos órganos del Estado (Tribunal Constitucional, CGPJ y Tribunal de Cuentas). Hoy los diputados carecen por completo de representatividad. Ni el elector sabe a quién vota, ni los elegidos se sienten responsables ante sus electores. Todos “cuelgan” y dependen del partido (del Secretariado), que en el Congreso de los Diputados está encarnado por el portavoz del grupo parlamentario. No hay voto en conciencia ni autonomía alguna de decisión. El mandato imperativo del electorado, que la Constitución prohíbe,  ha sido sustituido por el mandato imperativo del partido.

Pues bien, el sistema electoral uninominal y mayoritario cambia completamente esta dinámica. La relación de fuerzas se invierte. El partido depende de las candidaturas, que tienen su propia base y sus propios electores. Las consecuencias son innumerables, pero no puedo ahora explicarlas. Basta considerar el distinto funcionamiento de los partidos en el mundo anglosajón. Este es –repito– un planteamiento bastante más simple y eficaz para depurar la vida de los partidos y el sistema político, aunque requiere un cambio constitucional (del artículo 68). Sé que un cambio constitucional es difícil, pero es imprescindible.

La segunda clave para regenerar la democracia y la vida interna de los partidos es la reforma del sistema de financiación y la ordenación interna de sus finanzas, que hoy está presidida por las siguientes reglas:

• Financiación pública ilimitada, desvergonzadamente creciente en los últimos 15 años (de 1995 a 2010).

• Ilimitadas necesidades de fondos, exigidos por su condición de “partidos de aparato” en lugar de ser de militantes (miles de sedes, miles de empleados…).

• Campañas electorales carísimas; hay proporción entre gasto electoral y votos obtenidos; cuanto más gasto mejor.

• Caja única: organización centralizada de los fondos y gestión por muy pocas personas, sin controles internos ni externos.

• Por sus manos pasa un dineral; es imposible que los que controlan el dinero no tengan la tentación de quedarse con algo y ofrecerle algo a sus jefes, que además ganan poco (los cargos públicos y en general la política en España están muy mal pagados). Y surgen los Bárcenas y los Correas, los Millet o las Aidas, que generan pandillas en su entorno.

Además, con este sistema de financiación los partidos viven su vida tan ricamente, al margen de la sociedad; dominan a ésta y se convierten en máquinas propagandísticas que venden su producto, cada cuatro años, gastando ingentes cantidades de dinero, como se venden lavadoras o detergentes. Los remedios a esta situación requieren ciertamente una ley. Ley de Partidos o Ley de Financiación, con contenidos que he explicado en otro lugar.

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