Paco Bono 1

PACO BONO SANZ.

Nos prometieron el pleno empleo. Habíamos entrado en el euro, éramos la vanguardia, la envidia de Europa. Tras las crisis de los gobiernos de González, tras la primera gran debacle sufrida por este régimen de la mentira, de la ocultación de la verdad, este régimen de la frustración y de la servidumbre conformada, la Nación volvió a ser engañada embebida en la esperanza que produce el cambio de poder. Sin embargo, no hay partido que pueda cambiar el Estado cuando es el Estado el que alimenta al partido. Las rosas espinadas, las gaviotas negras, las convergencias destructivas, todos unidos bajo la corona de la Emperatriz infantil, enrocados en la fortaleza del régimen de 1978, borrachos de teatro y de consenso, armados con la nefasta instrucción de la escuela intervenida por su Estado, generadora de servidores ignorantes que aceptan lo que hay si a cambio hay una paga.

Yo, ciudadano de a pie, ¿soy culpable de esta crisis? No. ¿Fui estúpido? Quizá. Uno más de aquellos que cayeron en la trampa de la España fantasma, de la burbuja, que fueron al banco con la ilusión de comprar su primera vivienda, seguros de que en su país siempre habría una manera de ganarse la vida. Soy uno entre esos tantos que adquirieron un piso en una nueva barriada, un piso ubicado en un suelo controlado por las comunidades autónomas, un piso sobrevalorado, en un lugar igual a otro cualquiera. Los años pasan más deprisa que nuestra hipoteca, lo que compramos por 100, porque no había otra opción, porque el suelo, como he dicho, estaba intervenido por el Estado y sus partidos, porque las cajas de ahorro estaban intervenidas por el Estado y sus partidos, ahora resulta vale 60…

¿Nuestro futuro? No lo sé. Sólo la iniciativa privada está sacando las castañas del fuego a mucha gente afortunada, porque lo público, lo que procede del Estado de la corrupción, del régimen de partidos y su cabeza real, actúa de la única forma que lo sabe, cortando los pies al pueblo para salvar su cabeza. ¡¿Y la gente calla?! ¿La gente acepta esta falacia? Cuando mi buen vecino sufre, también me duele a mí. Cuando afeitan las barbas a alguien que es como yo, me las cortan a mí. ¡Cómo me repugna la gente que cierra los ojos!, ¡la gente que agacha la cabeza!, ¡la gente que vive en la ignorancia con felicidad infantil! El Estado nos ha adoctrinado, nos ha convertido en buenos siervos, personas demasiado dóciles, preparadas para aceptar los cuatrocientos euros o para trabajar en negro, cuando no abocados al destierro, eso que pintan algunos como la emigración del talento.

No somos culpables las víctimas más que de nuestro síndrome de Estocolmo. Tenemos miedo a denunciar al violador de derechos, al delincuente, a quien en verdad nos ha llevado a esta situación. ¡Hablan de especuladores! ¡Hablan de los banqueros! ¡Pero los responsables son ellos!, ¡los partidos y los sindicatos subvencionados! ¿Quién ocupaba los consejos de dirección de las cajas de ahorro? ¡Ellos! ¿Quiénes dirigían el Banco de España? ¡Ellos! ¿Quiénes legislaban sobre el suelo? ¡Ellos! ¿Quiénes elegían al fiscal general del Estado? ¡Ellos! ¿Quiénes nombraban al Tribunal Constitucional? ¡Ellos! Ellos son los especuladores, ellos nos han robado, ellos nos han metido donde estamos, y ellos nos exigen ahora que seamos nosotros quienes reciclemos su basura de régimen. ¡No somos ciudadanos!, ¡somos súbditos! ¡No somos libres!, ¡somos siervos! ¡Ya está bien de que nos tomen por idiotas! ¡Decid conmigo! ¡No! ¡Yo no soy culpable!

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