Edwin Ivan Zarco Nieva

EDWIN ZARCO.

Según el informe titulado “El Clima y el Desafío del desarrollo para América Latina y el Caribe: Opciones para un desarrollo adaptativo bajo en carbono” presentado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en la cumbre de Rio+20, los países de la región deberán invertir US$ 110 000 millones anuales hasta el 2050 para evitar impactos severos producto del cambio climático (aumento de la temperatura en dos grados centígrados).

Frente a esta realidad, nace una primera pregunta ¿Qué acciones se están ejecutando en la región?

Al respecto, en el artículo  “O nos hundimos o actuamos” de Rodrigo Lara Serrano se indica que las inversiones en acciones preventivas todavía son mínimas en relación a lo que recomienda el BID, siendo las más resaltantes las siguientes: a) En los últimos tres años la región entera a recibido de la comunidad internacional US$49 millones, en su mayoría proveniente del Fondo de Adaptación que estableció el Protocolo de Kyoto b) México piensa invertir US$ 138 millones en adaptación al cambio climático en los próximos diez años,  c) Colombia lanzó en el 2005 un programa nacional de adaptación por un total de 30 millones de dólares y d) Perú viene impulsando el Plan de gestión de riesgo y adaptación al cambio climático en el sector agrario (2012-2021) por US$ 74 millones.

Sobre estas acciones es necesario plantearnos una segunda pregunta ¿Las inversiones económicas de estas acciones tienen algún impacto considerable?

Al respecto, es necesario tener presente que Latinoamérica solo es responsable del 11% de emisiones de CO2 globales, lo cual significa que suponiendo que los países de la región inviertan US$ 110 000 Millones (sacrificando su actual crecimiento económico) al año y se logrará reducir ese 11%; el impacto global sería mínimo, ya que todavía existirían más de un 50% de emisiones sin controlar.

Pero el tema no queda acá, como indica el Profesor Gabriel Calzada en su artículo ¿Qué es el protocolo de Kyoto?  “Aun aceptando a efectos dialécticos las previsiones del IPCC, que han demostrado ser sistemáticamente exageradas, de un incremento de 2 grados centígrados para el año 2100 tomando 1990 como base,  los expertos calculan que si todos los países firman y cumplen el protocolo la temperatura media de la tierra se reduciría 0,07 grados centígrados. Esta cifra es tan pequeña que ni los termómetros terrestres pueden medirla de manera fiable. Si tenemos en cuenta la hipótesis más probable según los climatólogos, de un calentamiento hasta el año 2100 de un grado centígrado, el ahorro de calentamiento sería tan sólo de 0,04 grados centígrados y si tenemos en cuenta que no todos los países piensan cumplir con el protocolo, la reducción en la temperatura global de la tierra gracias al plan de Kyoto resultaría estar muy por debajo de 0,03 grados centígrados; probablemente menos de 0,02”.  Conclusión: el impacto en la reducción de la temperatura es mínimo y el costo económico es muy alto

Frente a esta realidad, creo que es necesario reflexionar sobre la eficiencia del gasto en materia de cambio climático, sobre todo, evaluar la eficacia de la inversión que viene ejecutando Latinoamérica. Creo que antes de considerar invertir US$110 000 millones anuales durante cuatro décadas, teniendo en cuenta que el dinero es escaso, que existen problemas sociales mucho más graves y que el impacto de este gasto es mínimo en el cambio climático, es de obligada tarea analizar cuidadosamente el tema.

Por estas razones, el alarmismo no debe ser excusa o sustento de gastos alocados, antes de que  los estados empiecen a gastar nuestro dinero en temas de cambio climático ó establecer políticas contra el desarrollo de las empresas, es necesario sentarse y analizar el asunto desde todas sus aristas.

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