Una gran parte de los gobernados españoles, aún intuyendo la verdad no ha querido mirarla de frente. Así han seguido votando cada cuatro años, ensanchando unas tragaderas cada vez más grandes permitiendo el intercambio de un partido por otro según soplaba el viento favorable a uno u otro, generalmente no por la bondad de sus promesas, sino por el mal hacer y el desastre insostenible al que cada uno de ellos ha ido llevando a España de manera paulatina y consecutiva. Así se ha ido  legitimando el latrocinio encarnado en las peonadas, en los ERES falsos, en los casos Naseiro, en los GAL, los Gurtel,  en aquel personaje que llegó incluso a Director General de la Guardia Civil y al que acabaron trincando en el quinto pino.

Los españoles se han pasado treinta y pico años creyendo que porque cada cuatro años les dejaban votar, vivían en democracia. Lo que pasa es que la realidad es terca, y está haciendo falta tal grado de degeneración del régimen partidocrático que se está haciendo imposible ignorar el elefante en la habitación. Ese elefante no es otro que la realidad de que España no es una democracia sino una oligarquía dominada por una casta partidocrática, financiera y mediática que se ha dedicado a saquear España durante los últimos treinta y pico años. Esa casta formada por las personas más traidoras, inútiles y sinvergüenzas que es capaz de producir la sociedad, y que enquistadas en los subvencionadísimos partidos políticos, sindicatos, patronal, banca y medios de comunicación han extraído toda la riqueza que han podido sin crear ninguna a cambio.

La guinda al pastelazo de esta época nefasta de la que nos toca ser contemporáneos y que parece diseñada por nuestro peor enemigo es la actuación circense que protagonizan algunos de los principales personajes públicos. En la pista principal actúa la desgraciada primera familia de la nación, con su exponente más importante perdiendo cualquier atisbo de autoridad y dignidad que le quedase evidenciando sus peripecias senecto-sexuales y pseudocinegéticas africanas.  En paralelo actúa el ya conocido como duque empalmado,  disculpen la groseria, cuya sed de dinero le ha hecho comportarse como lo que es, un caradura de cine. Toda esa familia pringada tanto de enriquecimiento ilícito, como de pompa y esplendor.

El camino hacia la democracia es difícil pero si las personas toman conciencia de lo que significa, se hace implacable. Las dictaduras degeneran en oligocracias de partidos, que tienen una duración indeterminada. La nuestra es de las largas, pero no lo es porque los oligarcas sean muy listos, es porque los españoles son muy ignorantes respecto a lo que es la democracia formal y la libertad política colectiva. Desde jóvenes se les ha enseñado a no significarse, a no destacar, a no sacar los pies del tiesto y a conformarse con las libertades individuales. Se les ha dicho que votar es un deber cívico en vez de lo que realmente es: un derecho político que puede ejercerse o no. Me pregunto si aquél que haya votado en las últimas elecciones (o en cualquiera) puede mirarse al espejo y decirse a sí mismo que se siente representado. Sólo si pertenece al pesebre, si él o su familia cercana han conseguido dinero, un trabajo, o han medrado gracias al nepotismo partidócrata subvencionado se podrá sentir representado, claro.

En el símil del circo que mencionaba más arriba ya hemos visto a los elefantes, a los domadores de ERES, a los equilibristas que no dimiten realizando sus dobles tirabuzones con un sobre en la boca mientras les riegan de confetis…pero faltan los payasos, adivinen quién son. Unos payasos que han dejado de ser felices y de reírse de todo para llorar amargamente como hacía aquel fabuloso Charlie Rivel en uno de sus números más conocidos. Esos Charlie Rivel son todos los españoles que votan, y que lloran con amargura lo votado.

Surgen ahora unos partidos minoritarios que dicen que quieren cambiar las reglas de juego y que quieren transformar el régimen realizando una segunda transición, quieren una transformación, una mutación. Pues para mutar hace falta ser capullo…¿Qué quieren, pasar de gusano partidocrático de listas cerradas a espléndida mariposa partidócrata de listas abiertas? . Tengan cuidado, ellos ignoran lo que es la democracia. Para avanzar hacia ella no hay que ir a un sistema de listas abiertas o desbloqueadas, no. Hay que comenzar reformando al Ley Electoral, eliminando por completo las listas de partido y votando a PERSONAS en circunscripciones pequeñas que son las que realmente  pueden representar por la regla de la mayoría absoluta a los votantes de sus circunscripciones en una Asamblea Nacional, y no a partidos. Claro que esas personas sí pueden pertenecer a partidos –siempre y cuando no sean subvencionados por el Estado y sí por sus afiliados-, pero no deben ir en ninguna lista confeccionada por su jefe, eso no es representación, y prolonga el llanto del payaso.

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