Manuel Blanco Chivite

MANUEL BLANCO CHIVITE.

Todos estos elementos existen hoy y están actuando. Si, por ejemplo, el PSOE hizo posible la entrada de lleno de España en la OTAN; ese mismo PSOE, base fundamental de la monarquía, pudiera ser la clave, llegado el caso, de una república al gusto de los poderes reales en España y fuera de España.

En 1983, siendo jefe de gobierno, F. González declaró al periodista inglés Robert Graham que el PSOE no era republicano, sino accidentalista en cuanto al modelo de Jefatura del Estado. Es decir, que para él la república no era sino un mero accidente que sólo tiene que ver con la titularidad en la Jefatura del Estado. Nada más allá, nada diferente en cuanto a todo lo demás. Extremo a meditar, pues si la república no va a significar otra cosa que el cambio en la titularidad de la Jefatura del Estado no puede decirse que sea capaz de despertar demasiados entusiasmos. Plantear así las cosas era muy propio de González, accidentalista monárquico hasta los tuétanos y muy en su papel de minusvalorar hasta extremos meramente de etiqueta la cuestión republicana.

Por otro lado, sin embargo y por ejemplo, la crisis económica podría facilitar el avance de un republicanismo democráticamente avanzado pero, desde luego, no lo está haciendo; al menos, no de manera mínimamente apreciable. Se ha perdido el sentido de que las crisis son una oportunidad para cambiar y no un momento de “unión nacional” para salir de ella a costa de los de siempre, que es, justamente, lo que está ocurriendo.

Quizás, en este sentido, no vendría mal reflexionar sobre qué práctica política y qué objetivos políticos se propondría una tercera república.

Me preguntaba un amigo, a modo de broma, pero no tan broma, si una república mantendría los parquímetros, porque caso de hacerlo a él le daría igual. También me preguntaba sobre las relaciones Iglesia Católica-Estado español; ¿seguirán los privilegios de una confesión históricamente nefasta? ¿privilegios en la educación, privilegios económicos, privilegios políticos… ¿Seguirá la carcundia católica dominando las calles cuando le pete, despreciando las normas democráticas de convivencia y convirtiendo en problemas políticos lo que no ha de salir del ámbito de las conciencias?
Una carcundia, por cierto, supersticiosa y medievalista que está presente con fuerza en dirigentes del PSOE como ese tal Bono, pintoresca supervivencia filo-clerical donde las haya. No es un problema fácil que pueda resolverse con una línea o una palabra (laicidad) escrita en un programa supuestamente progresista.

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