PATRICIA SVERLO.

Fue difícil, pero no tanto como podía parecer a simple vista. Al fin y al cabo, todos sabían que, si las Cortes hacían fracasar el proyecto del Gobierno con una votación negativa, el rey y el Consejo del Reino podrían suspender la prórroga aprobada en enero de 1976, cuando Arias todavía era presidente, y disolverlas inmediatamente. Y pasaría lo mismo si tras el debate se introducían más enmiendas de la cuenta. Fernández Miranda ya lo había advertido claramente en una entrevista publicada en la prensa, como aviso para asegurar los votos de los despistados. Todo estaba “atado y bien atado“. Así, pues, no hubo sorpresas, puesto que el 18 de noviembre de 1976 la Ley se aprobó con una única enmienda. El siguiente trámite, imprescindible para poder modificar las Leyes Fundamentales e ir “de ley en ley“, como quería Torcuato, era que el pueblo español la confirmara en referéndum. Esto era un “más difícil todavía”, que requería un trabajo mucho más serio y delicado.

Se fijó como fecha el 15 de diciembre y se puso en marcha la campaña. En primer lugar, era necesario mantener a la oposición democrática en silencio. El ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, empezó por reunirse con gobernadores civiles, y después les envió una circular: “En el orden público se actuará con prudencia en cuanto se refiera al campo de las ideas, pero se impedirá, en todo caso y con la máxima energía, cuanto atente a la unidad de España, a la forma monárquica del Estado o a las Fuerzas Armadas“. La intervención del carismático Adolfo Suárez por televisión el mismo día que el Proyecto de ley había sido aprobado por el Consejo de Ministros en septiembre, y la subsiguiente campaña en la prensa, ya habían conseguido que más de la mitad de la población considerara satisfactorios los contenidos. Era cuestión de seguir insistiendo.

Pero la actitud que escogieron mantener públicamente los “amigos” del PSOE supondría un trastorno importante. Sin atreverse a defraudar públicamente a las bases tan pronto, el Partido Socialista llevó a cabo una campaña verosímil a favor de la abstención. La abstención, y no el rechazo directo, fue todo lo que consiguió arrancarles el Gobierno de Suárez. A Luis Solana lo detuvo la Guardia Civil en Majadahonda, junto con Rodríguez Colorado (que conforme pasaron los años acabó siendo director general de la Policía y se vio salpicado por el escándalo de los fondos reservados), mientras colgaban carteles que decían: “Sin libertad, abstenerse“. Su mujer, Cuca, tuvo que hablar con Manolo Prado para que se lo dijera al rey, que se hallaba en Palma, en Miravent, y le telefoneó a casa para interesarse por el hecho. En un deliberado juego de ambigüedades, muy cerca ya del referéndum, entre el 5 y el 8 de diciembre, el PSOE celebró su primer congreso en España desde la República, con la autorización implícita del Gobierno, en un hotel de lujo de Madrid.

Contó con la presencia de importantes figuras del socialismo mundial (Willy Brandt, François Mitterrand, Olof Palme, Michel Foot), algunos de los cuales fueron recibidos por Suárez y por el rey. Aunque en las conclusiones del congreso se siguiera manteniendo la recomendación de la abstención activa en el referéndum, en el discurso de inauguración Felipe González afirmó: “El PSOE está dispuesto a negociar con el Gobierno el proceso de tránsito a la democracia…” Y en la conferencia de prensa posterior dijo: “No vamos a hacer toda nuestra lucha en función de la legalidad del Partido Comunista“. Ya se iniciaba el trabajo de desgaste y disolución del PC para integrarlo en otro grupo socialdemócrata del mismo PSOE, tarea que continúa en la actualidad con lo que queda del naufragio reformista. Con todo, el momento estrella de la convención, sin duda, fue la aparición de un joven espontáneo con una bandera republicana enorme, que arrancó gritos incontenibles de “España, mañana, será republicana” entre los asistentes. Los mismos líderes del PSOE lo sacaron de allí como pudieron y empezaron a cantar la Internacional, al mejor estilo de los bailes y danzas del franquismo, para acallar el griterío. Espectáculo político y catarsis, los que quisieran; cambio político y poner en entredicho al rey no eran en los planes de los dirigentes socialistas.

Tras todos los problemas y dificultades, sin embargo, finalmente el Gobierno y el rey pudieron respirar tranquilos, cuando el 15 de diciembre ganaron el referéndum con un amplio número de votos afirmativos. Curiosamente, la Ley para la reforma política se publicó en el BOE, pocos días después, como la “Octava Ley Fundamental”.

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