ILLY NES.

Estoy harto de ver campañas de prevención de accidentes de tráfico, pero no de prevención de enfermedades de salud mental ni de su diagnóstico precoz. Me ha hecho descubrir que muchas personas que tienen conductas los fines de semana de botellón, drogas y alcohol son víctimas de ansiedad porque tienen un trastorno ansioso depresivo y lo hacen para combatir esa enfermedad mental que es curable y por la que deberían ir al psiquiatra. Si tomaran fármacos, no necesitarían alcohol ni drogas, serían productivas, se recuperarían y el índice de suicidios descendería de forma brutal. Él me ha hecho descubrir muchas cosas…

La última vez que intentó suicidarse me llamó para contármelo. “Estoy en el hospital, me han hecho un lavado de estómago”. Me faltó tiempo para coger el primer tren e ir a verlo a León. El médico que mató a su mujer en la Fundación Jiménez Díaz tuvo un brote sicótico. ¿Por qué no estaba controlado médicamente? O la médico que también asesinó a varios pacientes en la misma Fundación. Pues tampoco ella era la responsable sino el psiquiatra que no les hizo el seguimiento. En España hay 500.000 personas con trastornos por esquizofrenia y más de la mitad sin diagnosticar. La mitad de los sin techo de Madrid son esquizofrénicos.

Estoy convencido de que mucha violencia de género en uno y otro sentido viene derivada por enfermedades mentales. El estigma social que existe ante los enfermos mentales es mayor que el del Sida. Si se dan cuenta, estoy omitiendo el nombre de la persona que amo porque no quiero que se publique, vamos a llamarlo Héctor. Mi amigo, la persona que quiero, es maricón, sidoso y loco, y yo maricón y sidoso. Mis amigos han desaparecido por ignorancia, falta de información, comodidad o miedo al compromiso. En cambio, me maravilla la gente joven de 16 o 17 años. Está mejor preparada que la de 27 y mucho más que la de 30 años.

El consumo de tóxicos hace que se produzcan brotes sicóticos. El mes de junio él se juntó con un grupo de colombianos que narcotraficaban a pequeña escala. Y un día le pusieron hasta el culo de coca. Estaba en León, se peleó con su padre y dijo que se iba a Madrid. En un cuadro de delirio imaginó que los narcotraficantes lo perseguían y se subió a un tren sin billete. En Venta de Baños el revisor se da cuenta de que no lo tiene y lo apea. Y me deja en el buzón de voz el siguiente mensaje:

–– Carlos, llama al juez y dile que soy Héctor, que tengo que ir a Madrid y que aquí hay un señor de Renfe que me quiere bajar…

Yo escucho el mensaje por la mañana, me pongo muy nervioso y voy a ver al doctor Arechederra, que es su psiquiatra. Y estando allí recibo la llamada de su hermana.

–– Oye, que Héctor ha llamado. Está en Venta de Baños y no sé lo que pasa…

Llamo a su padre y le digo: “Denuncia por qué no está en una Unidad Siquiátrica”.

–– No, no, llama tú, Carlos.

Como no había policía en Venta de Baños, llamo a la Guardia Civil y me dicen:

–– Sí, nos avisaron los vigilantes de seguridad que había un chico medio desnudo deambulando y poniendo la cabeza sobre la vía del tren.

La vigilante de seguridad pensó que se trataba de un drogadicto y encima pone una denuncia. Hay causa abierta en este momento contra ellos en un juzgado de Palencia. Como el psiquiatra y su hospital eran el Ramón y Cajal, pues yo lo llevaré a Madrid, pensé. Pero me dicen: “Mire no, lo hemos enviado al hospital de Palencia. Espere un segundo que le doy el número de habitación y el médico que lo está atendiendo”. La Guardia Civil fue ejemplar, de medalla. No sé más que sus números de placa, se han negado a darme sus nombres supongo que por cuestiones de seguridad. Hablo con la psiquiatra y me niega la posibilidad de llevarlo al Ramón y Cajal:

–– Yo me voy este fin de semana a la Rioja, de modo que lo voy a mandar al hospital de León, que es de donde ha salido. (Le importaba más el fin de semana que un paciente).

Paso diez días en León a la espera de una ambulancia psiquiátrica que lo trasladara al hospital Ramón y Cajal porque sólo hay una en todo Madrid. Me tuve que poner borde con Desesperanza Aguirre, no con Esperanza, para conseguir esa ambulancia. Lo tenían atado a la cama con un herpes enorme y con una neumonía por neumococo de la que no se había dado cuenta el psiquiatra.

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