Paco Corraliza
PACO CORRALIZA.

Y con el siguiente párrafo termina el amigo Santayana su soliloquio sobre la Psique(1):

“Hay, con todo, momentos en los que ella [Psique] cede, cuando sus deterioradas y viejas manos descansan en su regazo, cuando rememora y se hace preguntas, y dos gélidas lágrimas caen de sus ojos ciegos. ¿Cuál es el bien de todo su trabajo? ¿Ha sido todo, quizá, con vistas a él [Espíritu], para que viva y cante y sea feliz? Incluso en sus días más lozanos, en su fría economía vegetal, había habido derroche; ella había producido sin darse cuenta flores que no podía ver y difundido fragancias que se le escapaban. Ahora, en su acalorado corazón, ha criado esta locura más salvaje, más divina: una dulzura juguetona desprendida del esfuerzo más largo y una flor de la edad tardía. Pero él, en su egoísmo, la olvida y ella no puede nunca, nunca, comprenderlo a él.”

Aquí, amigo Jorge, nos muestras a una Psique que empieza a espiritualizarse. Esas lágrimas a que te refieres salen de ella pero proceden de la melancolía del Espíritu, cansado, quizá, de amar y comprender a la Psique sin ser comprendido por ella. El Espíritu no es egoísta, D. Jorge, aunque sí pueda serlo; ni tampoco la olvida porque sabe que sin sus útiles velas, sobre el mar de este mundo, el viento de las emociones espirituales no empujará el errabundo barco personal hacia la firme Verdad y la prometedora Libertad que él ansía. Pero es el honesto y atemperado Espíritu quien debe gobernar ese barco si no quiere encallar en el ciego egocentrismo de intereses oportunistas y apresurados juicios «psiquistas»; es él quien debe, respetuosamente, servirse de ella, y no a la inversa. Ella, entonces, encontrará en el gozo de su hijo y en las nuevas armonías de su innovadora singladura, toda la desconocida cordura que le faltaba. Los sabios consejos por ella rememorados serán entonces, quizá, no sólo oídos, sino, con ternura, por su hijo escuchados.

Amigo Jorge, sincero y ateo Jorge Ruiz de Santayana: pocas, muy pocas inteligencias te han igualado jamás. En tu Reino del Espíritu(2), escribiste meticulosos capítulos sobre su Naturaleza; sobre el Animismo Cósmico; sobre la Distribución Natural del Espíritu; sobre la Voluntad; sobre la Libertad; sobre la Intuición; sobre la Distracción; sobre la Liberación; y, al final, antes del Repaso General, sobre la Unión. Tú, Jorge, amigo madrileño y abulense, que ensalzaste bella y valientemente el amor consciente; materialista escéptico, sabio y sonriente que supiste abominar del pretencioso idealismo «euro-egotista» de tu época, ¿cómo no concediste un capítulo primordial y final al Amor en aquel Reino? Creo, amigo, que, aun escapando de ese universalista egotismo, caíste, humilde y sincero como casi siempre, en el socrático egocentrismo del conocerse a sí mismo; o sea, en la inocencia de la ignorancia y la coherencia de la «psiquista» redundancia.

Como Hegel tras cuatrocientas páginas de sincera, esotérica y redundante fenomenología, te quedaste, sin quererlo, en el YO=YO. Ahí dentro, amigo Hegel, ahora contigo, hace mucho, pero mucho frío: necesitaste, lógicamente, un fabuloso Estado (con su repugnante poder) que nos caliente; y así, te entregaste al falso fuego, aún más frío, del más impersonal de los enemigos. ¡Ay, Hegel, la que nos liaste!, ay, Hegel, amigo, jugando al psíquico yoyó y sus visionarias visiones, nos la jugaste. Hasta los niños saben que, para jugar, nada mejor que en compañía, con los amigos. Amigo Hegel: lógica sinceridad no es verídica veracidad. Y tu descendiente, el Marx materialista, quiso extender tu sincera auto-igualdad a toda la sociedad en lucha ambiciosa consigo misma ¿Por medio de qué?, por medio, otra vez, del Estado-Poder, ahora tan abiertamente dictatorial como igualitario y socialista, bisabuelo de la bastarda actual Social-Burocracia Partidócrata y €uropeísta.

NO. En el YO-YO (individual o social) no hay INTER-ESSE y, sin Ese, no hay Verdad, porque no hay nada de nada (bueno sí: «yoicos» intereses «psiquistas»); y si algo más hubiera, nadie lo diría ni, menos aún, lo oiría. Paradójicamente, el Amor, ahí dentro, tiene también sitio, pero la persona no puede amar verdaderamente; así, queda ocluida y circunspecta, como tú quedaste, Jorge, mi amigo, embriagado en tu particular y frustrante recurrencia contemplando inexistentes esencias. Como circunspecto quedó el cuadriculado Ortega que te ignoró. Porque la Verdad, amigo Jorge, en contra de lo que escribiste, SÍ existe y, además, está viva; porque la Verdad está en el TÚ, y, sólo si éste quiere, en el TÚ de su YO. Sin esa prístina y generosa Verdad de respetuosa afirmación recíproca entre Espíritus, todos los caminos son de perdición. Entre ellos, en su INTER-ESSE, se encuentra el Amor veraz. Ese Amor es el verdaderamente fecundo, es, metafóricamente si quieres, el Padre de tu Espíritu y de la Verdad y, por tanto, también, de la Libertad espiritual de que disfrutaste, amigo. Ninguno somos La Verdad, pero sí somos de Verdad. Finalmente: sin Inter-Amor, el pensa-miento, como su simbólica palabra dice, comienza a mentir nada más empezar. La madre Psique, desde su origen, es moral; el Espíritu, por aquel Amor, amoral; en el terreno de la Libertad todos los actos son tan nuevos como iniciales; todos son comienzos de amor amorales.

Amigo lector, sin temor a ser llamado místico nostálgico, lo afirmo desvergonzado y categórico: la Verdad y la Libertad son dones y anhelos del ser espiritual, entendido éste como el capitán inteligente, vigoroso, comprensivo, singular, afirmativo y generoso que, con insinuante cosquilleo de alegría, envuelve y atraviesa de amorosa y paciente fruición a cada persona. En estos tiempos descorazonados, reivindico al Espíritu como lo verdaderamente valioso de cada cual, el único con voluntaria capacidad y tendencia natural a ser coherente con sus congéneres, afirmando, consciente y valiente, a cada persona en su espiritual singularidad; el animoso corazón de autenticidad que debe gobernar a la Psique y anular su ciega tendencia al juicio y la mendacidad. El Espíritu se afirma amando y ama siendo confirmado por los demás; por eso, para salir de su propio embarazo, ¡qué bien le sienta un buen abrazo! Ese es el que hoy te doy, Jorge, amigo; ayer tú sin mí, hoy yo contigo.

 

 

(1) SANTAYANA, George. “Soliloquios en Inglaterra y Soliloquios Posteriores”. 49-La Psique. Editorial Trotta, S.A. 2009. [Edición original: 1922].

(2) SANTAYANA, George. “Los Reinos del ser”. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA. México, D.F. 1.959. 2ª Reimpresión-2.006. [Edición original 1.942].

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