JOSE MARÍA ALONSO.

En Polonia prácticamente todo el mundo piensa que desde la caída de la PRL (República Popular de Polonia, régimen totalitario pro-sovietico del General Jaruzelski) se vive en un régimen democrático. Pudiera parecerlo, puesto que existen las libertades individuales que eran impensables en los tiempos de la República Popular,  pero decir que la actual III República de Polonia es un régimen democrático es incorrecto. Debido al reparto del Poder Ejecutivo en Polonia, se dice que existe un régimen semi presidencial. Cierto es que el Jefe del Estado es elegido por sufragio universal directo cada cinco años.  Bronisław Komorowski ganó las elecciones y hoy es Presidente de manera legal. No obstante, la estructura del gobierno se centra en el Consejo de Ministros, dirigido por el primer ministro, Donald Tusk. Es el Presidente de la República, a la sazón Jefe del Estado quien designa al Consejo de Ministros y al Primer Ministro, que suele pertenecer a la coalición mayoritaria en la cámara baja del Parlamento (Sejm) que además debe aprobar estas propuestas. Por esa repartición del poder ejecutivo entre el Presidente y el Primer ministro, se considera a Polonia como un régimen semi presidencial.

Una de las claves para declarar que en Polonia no existe la democracia formal, entendida como aquella que representa verdaderamente a los electores y que establece la separación de poderes, reside en el hecho mencionado de que el Primer Ministro propuesto por el Presidente de la República ¨suele pertenecer a la coalición mayoritaria en la cámara baja del Parlamento¨. ¿Tiene el Jefe del Estado libertad para designar un Primer Ministro que no sea el jefe del partido que forme la coalición mayoritaria en el Parlamento? Según mi leal saber y entender, la respuesta es ¨no¨.

Veamos por qué: Si la cámara baja ha de aprobar la propuesta del Presidente de la República para designar un Primer Ministro –que nombrará a su vez a su gobierno en forma del Consejo de Ministros- y al Presidente de la República se le ocurre proponer a otro que no sea el jefe del partido con mayoría absoluta o al que la coalición que forme la mayoría decida, la propuesta corre el riesgo de no ser aprobada, debido a la disciplina de voto o mandato imperativo del jefe de partido sobre los diputados pertenecientes al mismo que rige en los partidos políticos polacos. Ello pondría en cuestión la validez de la Institución de la Jefatura del Estado como promotora del nombramiento de Primer Ministro, y correría peligro por la evidencia de que uno de los pilares del régimen de la III República, su Presidente,  tiene los pies de barro. Se da además la circunstancia de que el Presidente de la República Komorowski militaba en el mismo partido que el Primer Ministro hasta el 3 de Septiembre de 2010 habiendo sido investido el 6 de Agosto, y que el Primer Ministro, Donald Tusk… ¡es el fundador y jefe máximo de ese partido!  Los gemelos Kaczyński, Lech y Jarosław,  Presidente de la República y Primer Ministro respectivamente, militaban también en el mismo partido, Ley y Justicia.

Vemos como al igual que en otros regímenes de oligarquía de partidos de Europa, no existe separación de poderes, puesto que es el Poder Ejecutivo –Primer Ministro y Consejo de Ministros- quien tiene secuestrado al Legislativo, a través de la disciplina de voto y sentándose en la misma cámara. Otra de las claves es la falta de representación de los electores polacos. Al igual que en las demás partidocracias, en Polonia la Ley Electoral determina que el Sejm (Parlamento) sea elegido según el sistema D´Hondt, de manera plurinominal en listas. Una vez más puede apreciarse cómo pretender representar a los ciudadanos de una manera que no sea la uninominal por Distrito Electoral pequeño y a dos vueltas si hiciese falta, es una usurpación antidemocrática de la representación, puesto que está claro que una lista de políticos nombrados a dedo por el jefe del partido, no puede conocer y por tanto representar los intereses de, por ejemplo, los mineros de Silesia o los agricultores de Mazovia.

En Polonia ya se habla de un cambio de la III a la IV República, pero si el sistema electoral va a seguir siendo el mismo, será una IV República no democrática, como su predecesora. Puede analizarse prácticamente cualquier régimen europeo autodenominado democracia y, salvo Suiza, Francia y el Reino Unido se descubrirá que son partidocracias u oligarquías de partidos.

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