MARTÍN-MIGUEL RUBIO.

Calderos de cobre mueven/ las abrasadoras brisas/ donde las mudas perdices/ tienen allí su comida,/ antes de morir burladas/ por un reclamo que trina/ desde palaciega jaula/ amorosas melodías./ Verás cereal y olivo/ festoneados con viñas,/ y a lo lejos el balar/ de rebaños de ovejitas./ Roma nos trajo el olivo,/ símbolo de paz y vida,/ y durante muchos años/ estas tierras fueron ricas./ Emporio de lana y vino/ fue villa renacentista,/ en donde nacieron hombres/ que son grandes humanistas,/ como Jiménez Patón,/ cumbre en la filología,/ que llegó a intuir sin duda/ lo que Chomsky mostraría.

También introdujo alfalfa/ romana sabiduría,/ para que el ganado grande/ se extendiese en la Provincia./ Magia blanca de La Mancha,/ paisajes de fantasía, / tierras de la España eterna/ abierta a la extranjería,/ tierras por donde pasó/ Rey de las Siete Partidas./ La casa del Inquisidor/ ya no aterra La Almedina,/ y convertirá en Museo/ su templo de miedo e ira./ ¡Quién pudiera dar un vuelo/ por todo lo que el Sol mira!/ Otoño pone tesoros/ en los campos de Almedina,/ y las aguas de Septiembre/ lavan las piedras antiguas./ Esta Mancha con la lluvia/ tiene un sabor de Galicia,/ y con las uvas cogidas/ el sabor se hace delicia./ Polícromas frescas flores/ con la lluvia recogida/ traerá la primavera/ con su júbilo de vida.

Finaliza su reinado/ nuestra reina Doña Elvira/ que desplegó su belleza/ en la florida campiña/ en que animaba al Atlético/ con su moral numantina./ Y tras los pasos del Barça/ debe estar contenta Elvira,/ que este año incluso el Atlético / podría ganar la liga./ Reina de Toro fue Elvira/ y también de La Almedina./ Sucede Pedro Ramón/ a la reina Doña Elvira,/ acompañado de damas/ bellas como el mediodía./ Niñas son Andrea y Sonia/ que resaltan galanía/ en el mancebo triunfante/ en época de vendimias./ Suerte con damas, Ramón,/ rey ahora de Almedina./ Elegante, guapo y listo,/ meta de todas las niñas.

Cerca de aquí anda Montiel,/ acto de rey fratricida. / Castillo fantasmagórico/ compuesto de nobles ruinas/ que contienen la memoria/ de infeliz rey de Castilla,/ que desde estrechos adarves/ miró el final de su vida./ Mal Castillo de La Estrella,/ de silueta terrorífica,/ que anuncias palmariamente/ lo que es una monarquía./ Zamora con el obispo,/ don Suero de valentía,/ ante el Pontífice Sumo/ a don Pedro defendía,/ y mi sino zamorano/ me hace sentir simpatía/ por el pueblo que acogió/ al Rey al que matarían./ Un rey amigo del pobre,/ sin respeto a la hidalguía./ La Almedina fue petrista,/ Valdepeñas enriquista./ Mas morir por los señores/ eso sí que es tontería,/ aunque el obispo don Suero/ entrase en sangrienta liza./ De las tropas de don Pedro/ que recibió La Almedina,/ algunas aquí quedaron,/ y el hecho a pensar invita/ que el linaje almedinense/ contiene prosapia altiva,/ de cristianos y de moros/ que con Don Pedro venían./ Días tibios del otoño/ enmarcarán vuestras risas,/ y asomada a los Barrancos/ se encuentra la Mona Lisa.

Horizontes de La Mancha,/ sin mancha en el horizonte,/ sin trabas de aspas fecundas/ al viento de Don Quijote./ Las muy amplias panorámicas/ que vemos desde sus torres/ nos convierten en marinos/ de sorprendentes visiones./ Hay perspectivas del alma/ que se proyectan en bordes/ de tierras y de paisajes/ que laten en interiores/ de ideas y pensamientos/ que nos forman como hombres./ Y en esta villa morisca/ se producen conversiones/ de quienes vienen del mar/ o de la España del norte./ O de Helvecia de Orgetórix,/ y de su yerno Dumnórix./ En el fondo somos Mancha/ desde siempre y por eones,/ de corazón y de alma/ en las propias proyecciones./ La Señora del Rosario podría darse en visiones/ sobre un hermoso acebuche/ rezando valde devote./ Y devotos de la Virgen/ son el grupo “los borbones”,/ que la quieren y protegen/ como nuevos Lanzarotes/ y suben y bajan cuestas,/ flameando los pendones./ En esta crisis terrible/ que a España está haciendo pobre/ por la Virgen del Rosario/ el gran Cielo nos socorre./ Yo no sé si los borbones/ tienen mantel en la Corte,/ mas todos ellos merecen/ que la Corte se comporte./ El Rey cazaba perdices/ en estos cercanos montes,/ antes de que el elefante/ fuese el capricho del prócer./ Ricas viandas del campo/ aportan los cazadores,/ y un humo que incita al hambre/ sale de muchos fogones./ Entre rosario y rosario/ si oído de historia pones/ oirás también la plegaria/ del muecín en la torre./ La paz vive en estos campos/ y conduce entre pastores/ ovejas del monte al llano/ y cabras del llano al monte./ Todo es paz en estos campos/ que respiran mil olores,/ la media luna marchó/ y el corvo alfanje depone./ Los campos nos dan alfombras,/ los árboles pabellones,/ la apacible fuente sueño,/ música los ruiseñores.

Y muchas veces me quise dormir/ en los ojos azules de mi hijo,/ y ahora entiendo mirando este cielo/ su mar de apacibles olas transido,/ en donde desembocaban arroyos/ que fueran Minotauros cristalinos./ Milenario pago de La Almedina,/ émulo grandioso de los antiguos,/ casa de celtiberos y romanos,/ de vándalos y godos y moriscos,/ que aunque beban sangre sombras pasadas,/ su gran pasado no come lo vivo./ Y perdonad que el rebuzno poético/ no haya pasado a ser bello relincho, / como los que dan en cercanos prados/ caballos de vuestro Ramón amigo./ Mercedes llena los campos de otoño/ de alegres, bellos, literarios trinos./ Su profesoral acento en Almedina/ será recordado muchos domingos./ Gentes buenas de estas tierras manchegas,/ como Erik, el optimista suizo,/ del trabajo y de la fiesta amigos:/ sed muy felices al lado del vino,/ y de nuestra parienta suculenta,/ pero con sindéresis y buen tino,/ que si en ambas cosas os pasáis mucho/ puede sufrirlo el corazón y el hígado,/ aunque en el ardiente tiempo de Julio,/ os pueda nacer un hermoso hijo./ Y España necesita hombres nuevos/ que vengan para cambiar el destino./ Se funda la esperanza de los hombres/ en eso inesperado de los niños./ Baco vivaqueará en estos campos/ entre miles de vides y de olivos/ durante estas fiestas de la Señora,/ la cual protegerá vuestro camino./ Cuando ya el dos mil trece os es vecino,/ que el Cielo a todos os sea propicio./  Perdonad nuevamente almedinenses/ la triste voz del triste llanto mío./ Palacios de oculta Naturaleza,/ fresca cueva, árbol verde, arroyo frío. /Cor Iesu, virtutum ómnium abyssus,/ Cor Iesu, omni laude dignissimum,/ Cor Iesu, Verbo Dei substantialiter unitum.

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