Patxi Garmendia, el empresario amigo del rey Juan Carlos que le soltaba las perdices “domésticas” (no eran salvajes) para que el monarca las cazara, logró que el Ministerio de Medio Ambiente pagara 6 euros por pieza. Obtuvo la gestión de la finca “La Encomienda de Mudela” para uso “casi exclusivo” del rey, finca donde los lugareños dicen que “señoras rubias han venido muchas”, importó semen de Australia y reses de Japón, se hizo multimillonario y ahora corre el riesgo de ir a la cárcel tras la desarticulación de un grupo de la “mafia china”, cuyo responsable Gao Ping, también se fotografió con Juan Carlos. No es el único caso: otros empresarios amigos del rey han dado con sus huesos en prisión: Mario Conde, Ruiz Mateos, Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal…

Noelia Lesdesma de “La Otra Crónica” (LOC) se preguntaba hace poco ¿qué pasará con la Encomienda de Mudela, la finca que alquila el Estado para que el rey celebre sus cacerías?: “Con la democracia, don Juan Carlos (74 años) heredó de Francisco Franco la potestad de cazar en Mudela. Ser anfitrión de la finca iba aparejado a la Jefatura del Estado. Franco, dicen, la tenía para poder corresponder a las muchas invitaciones a cacerías que solían llegar a El Pardo. Don Juan Carlos también la conservaba con una finalidad similar. Por sus barbechos han desfilado jefes de Estado, banqueros, hombres de negocios… «La creme de la creme», sentencia un habitante del Viso del Marqués, el pueblo manchego donde se enclava gran parte del terreno de la finca. «Aquí se han cerrado muchos negocios y acuerdos».

 

 

María, una propietaria, declara: «no parece probable que vaya a venir después de la que se lió por lo del elefante. Ahora todo el mundo ve mal que cace; y mucho menos con los recortes. Pero es que, además, está muy cascao [físicamente]». «En 2011-12 apenas cazó. Solo algún día con amigos y luego vino la infanta Elena». «El alquiler de los terrenos correspondientes a la Encomienda de Mudela en los que caza el rey supone un gasto de 500.000 euros», desliza a LOC una persona ligada al ministerio. A este coste habría que añadir que cada perdiz que suelten cuesta unos seis euros al erario». Lo que implica que si se añade la partida de Patrimonio Nacional dedicada al cuidado y conservación del palacio y la iglesia de la finca, supondría un gasto de [al menos] 600.000 euros, además de la infraestructura que acompaña los desplazamientos del rey.

 

 

¿Y cómo es don Juan Carlos? «Parece muy simpático, dejaba hacerse fotos», dice uno. ¿Y sus invitados? «Pues los amigos: el Abelló, los Albertos, una vez estuvo Enrique Ponce». ¿Y la princesa Corinna? Otro joven dice no conocer a la insigne dama. Se la describe con profusión de detalles. «Aquí señoras rubias han venido muchas». Otro asistente habitual tercia: «A quien le gustaba venir es a la infanta Elena. El príncipe también solía venir bastante pero desde que se casó, ya no quiere cuentas».

A la periodista Elena Candorcio de “Expansión” Patxi Garmendia le confesó desde sus otras fincas Santa Rosalía y Villandrando, de 400 hectáreas cada una, en Vizmalo (Burgos) que regenta su hermano Pedro Garmendia, también detenido: “Me crié en un caserío, así que por obligación en casa nos hemos dedicado a los animales. Teníamos de todo: vacas, patos, visones, codornices… y los cuidábamos en familia”. Además, recuerda su habilidad para modernizar la granja: “Las innovaciones mecánicas las hacíamos entre mis tres hermanos y yo”.

 

 

 

Hecho a sí mismo, pronto se desligó de su familia para llevar a cabo su proyecto de cría de perdices. Para eso necesitaba un clima más seco por lo que se trasladó a Burgos. “Me fui a una pequeña casa de monte, aunque por el frío que pasé allí más parecía un refugio que una casa. Empecé muy poco a poco con las ideas básicas sobre suelta y la adaptación de la perdiz al campo. Luego contraté a un trabajador y 20 años más tarde somos casi 200 personas”.

Consolidado como el primer productor de perdiz roja de Europa, hace ocho años se planteó un nuevo reto: la búsqueda de la mejor carne del mundo. “Me hacía ilusión reencontrarme con el ganado al final de mi carrera. Empecé haciendo pruebas en Argentina, buscaba una carne infiltrada de grasas buenas, de máxima calidad y exquisitas dotes culinarias”, explica a la periodista.

 

 

Elena Condorcio describe como la encontró en la raza wagyu, que se remonta al siglo VIII en Japón. Considerada patrimonio nacional, posee unas capacidades genéticas para la creación de grasas ricas en Omega 3 y 6, excelentes para el colesterol. Sus características organolépticas son únicas, así como su celebrada textura, jugosidad y sabor. “Cuando conocí esta raza busqué cómo conseguir la mejor línea. Tuve la posibilidad de traer semen desde Australia y vacas y toros puros de Japón para la inseminación y cría”.

Nutricionistas, veterinarios y hasta 40 personas cuidan todos los detalles, evitando que les afecten las enfermedades propias del vacuno. Es increíble pero no hay moscas. Duermen sobre un pellets de paja que “evita la humedad, la absorbe y así respiran aire limpio que mejora su bienestar, y que, junto a los excrementos, es un abono biodegradable maravilloso”. Pero aún hay más. Las instalaciones están dotadas con hilo musical. “Les ponemos la radio FM todo el día, para que se relajen y puedan dormir”, concluye Garmendia.

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