JUAN SEOANE.

La maquinaria se ha puesto en marcha. El lenguaje político de los partidos estatales, de los medios de comunicación y de las genuflexos del sistema, solo pueden expresar, puras mentiras, ideas falsas, tópicos sin espacio o grandes vaciedades retóricas para seguir apuntalando este sistema corrupto y en fase terminal. La veracidad o la falsedad de los mensajes enseguida es reconocido por su vocabulario. Quien es capaz de llamar democracia a este sistema, no solo demuestra su culpable ignorancia política, sino sobretodo su falta de escrúpulo comunicativo y moral del uso del idioma.

Los movimientos que se han puesto en marcha para denunciar este fraude, lo hacen de modo consciente, activo y publico, para intentar que ninguna persona decorosa tome parte en la farsa, haciéndose participe de semejante engaño, tratando de deslegitimar este régimen partitocratico y propiciar un movimiento ciudadano, que promueva el restablecimiento de la manera tradicional de elegir a un diputado que te represente.

El termino abstención, ya no sirve para designar  la voluntad de no votar. Hoy se refiere a la consciente decisión de aislar a esta clase política que no representa en modo alguno al ciudadano, provocando  una crisis de legitimación del actual sistema electoral, a fin de sustituirlo por el único sistema que permite elegir en conciencia opciones realmente diferentes y otorgar a los diputados carácter representativo de los electores.

El principal escollo que ha de superar la sociedad civil para llevar a cabo esta realidad, no está tanto en la oligarquía financiera, habituada a prosperar con cualquier gobierno, sino en la indecorosa partitocracia  que se apoderó del fenecido Estado dictatorial, utilizando evocadoras palabras ideológicas de encubrimiento total de la realidad social, como liberalismo, socialismo o comunismo, que han servido para embaucar y embarcar a los ciudadanos en caminos de gloria que conducían al infierno.

Los actuales partidos, únicos agentes de la acción política, son los nuevos sujetos de la historia, sin capacidad política de actuar, se  limitan a bunquerizar sus prebendas contra los dictados de la inteligencia, la moralidad y el sentido común que ordenan la vida civil y privada. Todas las leyes que ellos dictan, son leyes promulgadas contra los derechos de sus teóricos representados. Algo insólito.

En cuanto a la responsabilidad política  de esta casta, es inexistente. Cuando en un estado democrático, esta es exigible y sancionable en cualquier momento, con independencia de que  sea o no consecuencia de actos punibles. La responsabilidad política, debe ser distinta a la penal y no estar condicionada a ella, eliminando la presunción de inocencia que es la vía de escape de tanto delincuente político.

La reforma de la justicia en el actual régimen es quimérica. Ningún partido estatal renunciara jamás al extraordinario privilegio de controlar a la justicia que podría juzgarlo. La corrupción de los partidos estatales necesitan un régimen de justicia paralelo vinculado al régimen, confiando cualquier  querella ciudadana a la voluntad divina. A buen seguro, con una justicia independiente, la mayoría de mandamases y mandamenos pertenecientes a la casta, estarían poblando los centros penitenciarios de este país.

En el tema cultural, el actual régimen ha dejado un panorama desolador. El segundo idioma más hablado del mundo, el español, no tiene una sola universidad entre las cien primeras del mundo. Las causas de esta pobreza cultural hay que buscarla  en el dirigismo cultural, en la creación de aberrantes ministerios de cultura,  en el desprecio por la investigación, en la selección del personal docente por afinidades de partido, y en  los planes de estudio alejados de la realidad productiva, han dejado en la más absoluta soledad a varias generaciones de jóvenes.

Y frente a todo esto, la consigna es esperanza y quietismo. Sin embargo, debemos de levantar el optimismo de la voluntad de acción colectiva para poder transformar la sumisa mentalidad de masas en animosidad social  para conseguir y legitimar un sistema democrático real. Apoyar a los gobiernos responsables de la crisis es la reacción instintiva de la imbecilidad y la ignorancia política. Como sentencia muy acertadamente Antonio García Trevijano; una revolución inteligible y realizable de la libertad política colectiva.

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