“Comprendo que todo el mundo diga cifras, pero el presidente del Gobierno debe decir la de verdad. Yo esperaré a que el FMI y los evaluadores independientes digan la suya. Y entonces yo daré mi cifra y el Gobierno dirá cuánto dinero necesitan los bancos”. Las palabras del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no dejan lugar a dudas: siete meses en el cargo lo han endiosado y en los informativos de Radio Libertad Constituyente se fue muy severo con él por ello. Rajoy decidirá cual es la cifra del agujero que más conviene a su partido o al Gobierno, y no la verdadera. Cuando el poder es omnímodo, cree que puede decidir incluso sobre hechos del pasado, como sería en este caso el agujero de la banca. Y tiene razón: cree que puede engañar a la opinión pública y a la Unión Europea. Pero jamás lo logrará con el mercado de la deuda que está poniendo en peligro a España. A ese no lo engaña.

 

“Cuando conozcamos la cifra y hayamos hablado con todos los socios europeos, como estoy haciendo en estos días, tomaremos la decisión que sea mejor para los intereses generales de los españoles”, añadió el gallego. Con estas palabras, el presidente desautorizó a sus ministros y evidenció ante los periodistas que no le interesa mucho el debate sobre las distintas cifras que fijan el agujero de la banca en España. Él está a “la mayor”, esto es, a la negociación con los socios europeos para salvar a los bancos españoles, en especial Bankia. “Se le vio algo alejado de la política española o de la coordinación del Ejecutivo, como si fuera asunto menor”, señala el periodista Carlos Cue. Esto explica que haya sido el ministro Luis de Guindos quien eligiera al nuevo gobernador del Banco de España en lugar de haber optado por un hombre afín al presidente del Banco Central Europeo, que parecía más favorable a los intereses de España y no de partido.

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