Bélgica ha sido el primer país europeo que se ha sumado abiertamente a las nuevas tesis políticas del nuevo presidente francés, Francois Hollande. Lo ha hecho a través de su primer ministro, Elio di Rupo, que ha declarado al diario El País que “la llegada de Hollande es una forma de esperanza”. García-Trevijano suscribió esta misma creencia en Radio Libertad Constituyente,  al apuntar que “la Bélgica francófona está muy atenta a lo que ha ocurrido en Francia y es favorable al programa de Hollande y a su aplicación en su propio país”.

Para Trevijano, el hecho de que Bélgica sea el primer país europeo que se incline hacia el programa de la socialdemocracia francesa revela que “el efecto Hollande es mucho más profundo de lo que creyeron los opinadores de los medios de comunicación españoles” y ha calado tan hondo como en Francia en los demás países de la UE.  Hollande es consciente del inmenso eco de su mensaje. Ya está adquiriendo el porte de un verdadero  Presidente de la Republica Francesa,  rebajado al de un mero político activista por el anterior jefe de Estado, verdadero motivo del profundo “antisarko” de la mayoría francesa.  Mas que viva Hollande, aquella noche se  grito “Sarco est fini”. Trevijano afirmó que la cuadratura del círculo de Hollande se resolverá con la entrada en juego del factor tiempo: “alargando los plazos para llegar al déficit del 3% primero y del 0% después, lo cual provocará menos ruina y desgracias en las familias. En la política debe estar presente el humanismo y no sólo la Economía”.

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