Hoy se han disuelto las concentraciones del Movimiento 15-M en la Puerta del Sol y en otras capitales.  En su primer aniversario,  el fenómeno  ha sido analizado por  Radio Libertad Constituyente. El pensador repúblico, Antonio García Trevijano, reflexionó sobre la ideología de este movimiento.  Recordó que hace un año la sociedad civil  y los medios de comunicación recibieron con simpatía al 15-M. Parecía una ingenua reacción de protesta contra la degenerada clase politica y casta bancaria. Enseguida pudo comprobarse que  los dirigentes de ese masivo sentimiento de indignación se limitaban a pedir a los indignantes que dejaran de ser indignos, o sea,  que fueran justos y benéficos. La torpeza de la represión legitimó sus peticiones.  Pero aquellas simpatías se han transformado en indiferencia de la sociedad y en desprecio de los centros de poder: “Nunca pensé que de una indignación manifestada en peticiones políticas pudiera salir algo interesante, salvo sentimientos  de solidaridad  con los damnificados por la crisis”.

 

“Los jóvenes del 15-M creen que sentándose en corro para adoptar acuerdos sobre todo lo que ignoran están inventando el futuro político de España, cuando lo que hacen en realidad es jugar como niños a la politica. El 15-M no va a conducir a ninguna parte. No tiene punto de partida ni de llegada”.

 

Para Trevijano,  el movimiento ha perdido fuerza con la pérdida de su inocencia. Se sienten dueños del mundo discutiendo sobre lo divino y lo humano, con absoluto desprecio a la historia de los hechos y a la historia de las ideas. Ese desprecio juvenil por el pasado y por el conocimiento les hace descubrir nuevos mediterráneos en medio de trilladas vulgaridades. Trevijano negó también que ese movimiento suponga el despertar de una nueva conciencia política. Desafían las órdenes del gobierno contrarias a los espacios y tiempos que ellos desean usar para sí mismos. Pero aceptan  la legitimidad de la Monarquía de Partidos. ¡Menudos revolucionarios!

 

Pero a Trevijano no le gustó nada el aparatoso escenario policial, ante el infundado temor de que pudieran repetirse habituales actos de violencia. No es normal tanta policía, tantas normas, tantas restricciones para el ejercicio de derechos de reunión y manifestación  por masas de personas que se saben pacíficas. El aparato policial obedece al temor ancestral de los poderosos a las reuniones de multitudes en sitios simbólicos que pueden mudar la psicología individual en agresiva psicología de masas, como demostró el gran Georges Lefebre (Le grand peur), para explicar lo que sucedió tras la Bastilla, con gratuitos arrebatos de violencia campesina contra los símbolos del feudalismo en varias provincias.

 

 

 

 

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