“El espíritu se esfumó; el cofre o jaula de hierro permanece vacío sin que pueda saberse si para siempre. Como quiera que sea, el capitalismo triunfante, siendo que se apoya en bases mecánicas, ya no requiere mas de la ayuda religiosa, es de suponer que se ha extinguido para siempre la rosácea mentalidad de la jubilosa sucesora del puritanismo, la “ilustración”.  Max Weber

Los estudios de Max Weber, el genial sociólogo autor de La ética protestante y el espíritu del capitalismo y   Economía y Sociedad, no condenó a los pueblos a no poder elegir a sus gobiernos democráticos y vivir en el secuestro permanente de la libertad. Se limitó a comprender cómo se comportan los hombres en sociedad y cuáles son sus motivos. La vida profesional  no tiene que ser un deber sin sentido. Es posible la articulación de la misma con la vida cotidiana y la libertad política.

La ciencia  moderna de la sociedad y de la política no obliga a la resignación y a la acomodación ciudadana en las jaulas de hierro. La división y diferenciación de las esferas de acción social: economía, ciencia, política, etc., no son mandatos divinos a los que los ciudadanos deban ser sumisos pues la leyes sociales no condenan a nada, al contrario, como diría Spinoza, ellas permiten alcanzar más y mejor  libertad si luchamos por ella con sagacidad y continuidad.

Max Weber explicaba a los hombres comprendiéndolos. Las personas libres  son lo que son capaces de hacer. La acción social, y no tanto la individual, puede liberarnos  de las jaulas de hierro que impiden conquistar la libertad política.

La alienación humana fundamental es la que le impide la conquista de la libertad política –cualquier heredero de Marx debería reconocerlo- y el individualismo egocéntrico que no aprende de las relaciones necesarias con las demás personas que sienten el espíritu de la emancipación se revela soledad ineficiente para la constitución democrática.

 Fotografía:  Cabeza de la Estatua de la Libertad (París, 1883)

Cabeza de la Estatua de la Libertad exhibida en un parque de París antes de ser enviada a Nueva York. La instantánea fue tomada por el fotógrafo Albert Fernique.

Antonio Muñoz Ballesta.

 

 

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