Cualquier persona que viaje a través de España observando su paisaje y tenga algo de sentido común, es capaz de deducir aún sin saber un ápice de economía, que se encuentra en un país con un potencial agrícola y ganadero impresionante.

Si esa misma persona profundiza en el asunto y movida por la curiosidad examina algunas cifras, se dará cuenta de que el sector primario – que tradicionalmente incluye el agrícola, el ganadero, el pesquero , el minero y la silvicultura – emplea alrededor de un 4% de la población activa y aporta alrededor de un 3% del PIB. Para poder hacer una comparación con países de nuestro entorno, diremos que en Francia en 2005 el sector primario ocupaba al 5% de la población y aportaba un 2,4% del PIB y en Italia empleaba a un 7,3% de la población y aportaba un 3,75% del PIB.

España está considerado un país desarrollado y en los países desarrollados el sector primario ocupa cada vez a menos población activa y tiene un peso menor en el PIB, debido a la mecanización y tecnificación del campo a través de la llamada “revolución verde”.

La revolución verde es un proceso que se se desarrolla a partir de la II Guerra Mundial , y en el que se emplean los avances científicos y tecnológicos que se producen en la industria produciendo un aumento de la productividad en la agricultura y ganadería, y haciéndo que esos sectores sean menos intensivos en mano de obra, desplazando a los trabajadores a la industria o dejándolos en paro. Un punto clave para el desarrollo de esa revolución verde han sido los químicos (fertilizantes y piensos) fabricados a partir de una materia prima como es el petróleo, durante una época en la que era barato. Pero como observamos al llenar el depósito de nuestros automóviles, esa época de petróleo barato toca a su fín por diversos factores que no analizaremos en éste artículo.

Mientras tanto, en los países subdesarrollados el sector primario aún tiene mucha importancia, tanto desde el punto de vista económico como en lo que a ocupación de la población se refiere. Por poner un ejemplo, en Polonia -que aunque se considera un país desarrollado es de facto un país en vías de desarrollo, y que por cantidad de habitantes y extensión es parecido a España- el campo ocupaba en 2005 a un 15% de la población activa y aportaba al PIB un 4% de su total. Cierto es que al contrario que España la organización de explotaciones agrícolas es en su mayor parte minifundista, lo que favorece el empleo e incluso el autoabastecimiento de las familias propietarias de los terrenos.

Llegados a éste punto, hay que observar que a España, para hacer efectiva su membresía en la Unión Europea se le plantearon entre otros los siguientes problemas:

-La reducción de las cuotas de producción lechera, con 400.000 cabezas de ganado sacrificadas.

-Disminución del 18% de la producción de fresa.

-Reducción de 250.000 ha de viñedo.

-Abandono de cultivos cerealísticos con subvenciones al barbecho, primando la producción de cereales para el consumo animal (piensos).

-Problemas con la presión de los sindicatos de agricultores franceses por la competencia española.

-Ayudas al olivar, basado en el número de árboles antes que en el rendimiento y la producción.

La cuestión es si España – y como España también Portugal, Italia, Grecia e Irlanda- pueden seguir considerándose países desarrollados en un marco de depresión económica en el que están inmersos y si se puede ocupar al excedente de mano de obra en algo que no sea el construir viviendas innecesarias que nadie puede comprar o dentro del sobredimensionado tejido funcionarial que ocupa el tinglado autonómico, al borde del desmantelamiento por su inviabilidad.

Siguiendo ese razonamiento, y sabiendo que España es un país en el que se eligió en su momento estructurar la economía de forma intensiva en mano de obra sin preguntar a nadie, se hace imperativo que haya gran cantidad de población ocupada en trabajos que aportan bajo valor añadido, principalmente en la construcción, sector que se encuentra paralizado y sin visos de reactivación. Es también importante señalar que en el transcurso de todos éstos años ha habido también un trasvase desde el sector primario y secundario hacia el terciario, que se encuentra también tocado.

Mientras que de España huyen los jóvenes bien formados y la inversión en Investigación y Desarrollo aún no es la suficiente como para situar a nuestro país en la vanguardia de los países desarrollados, algunas voces hablan de la exportación, pero ¿cómo se puede ser competitivo en exportación si no se puede tomar una medida tan clásica cómo es devaluar la moneda, si tenemos cedida la soberanía monetaria a la UE estando en la eurozona?

Se plantea entonces la siguiente pregunta: ¿Puede ser para España una posible solución que el sector agrícola, ganadero y pesquero vuelvan a ser, aunque sea de manera transicional, un pilar esencial para dar solución al paro, además de seguir constituyendo una fuente de riqueza tradicional de nuestro país?

El desempleo ha crecido en los lugares cuya fuente principal de ingresos era la construcción, sin embargo, en los pueblos donde la principal actividad es la agricultura puede haber oportunidades para ocupar a tantos desempleados que sufren la exclusión social tan dolorosa que les impone su condición. Una vez acabadas las ayudas sociales, más vale trabajar la tierra que no trabajar en absoluto .

Fotografía de Ramón Cutanda

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