Le Faune
Ces nymphes, je les veux perpétuer

Si clair,

Leur incarnat léger, qu’il voltige dans l’air
Assoupi de sommeils touffus.

Con estos versos comienza el poema de Stéphane Mallarmé (1842-1898) L’après midi d’un faune, “La siesta de un fauno”. Este poema, obra maestra del simbolismo francés le dio pie al compositor francés Claude-Achille Debussy (1862-1918) para escribir una de las obras cumbre de la historia de la composición sinfónica: el “Preludio a la siesta de un fauno”.

Una composición revolucionaria desde todos los puntos de vista: armónico, formal, melódico, instrumental, etc. El universo sonoro que Debussy crea en esta obra no tiene precedentes, nunca antes se había escuchado algo igual y aún más importante: después de la muerte del compositor, tampoco se volverá a escuchar nada igual. Con la creación del Preludio a la siesta de un fauno comienza la música moderna tal y como la entendemos hoy en día, sin embargo, esta revolución nace y muere con su compositor, pues los derroteros que tomará la música en Europa a partir de 1918 son muy diferentes de aquellos que Debussy soñó, imaginó y finalmente materializó en sus obras.

Estamos pues ante un lenguaje revolucionario que no proviene de ninguna escuela y que tampoco crea escuela después de él, sin embargo, ¿Cómo pudo Debussy llegar a esta síntesis? ¿Qué experiencias le influenciaron de forma decisiva?

Un hecho que explica muy bien la inquietud intelectual de este compositor, es que jamás visitó la escuela ordinaria. Su formación es autodidacta y llama la atención que los grandes artistas de la época: Mallarmé, Maeterlinck, Valéry, Monet o Toulouse-Lautrec aceptaran al
compositor en las múltiples tertulias y coloquios que tenían lugar en aquel París en ebullición artística.

Nacido en la pequeña localidad St-Germain-en-laye al noroeste de París, mostró buenas condiciones para el piano y un oído innato muy desarrollado desde niño. Después de su ingreso en el Conservatorio de París en 1872 su formación musical se desarrolla intensamente como pianista; no obstante, pronto se dará cuenta el joven Debussy que no tiene las capacidades suficientes para llegar a ser un virtuoso del piano, con lo que decide dedicarse al estudio teórico de la música y a la composición, donde su hasta entonces escondido talento empezará a desarrollarse. Tanto es así que en 1884, justo al final de la instrucción en el conservatorio, gana el Premio de Roma(1) por la composición de L’enfant prodigue. Dos años más tarde, ya de vuelta en París, las dificultades económicas que acechan a Debussy le obligan a moverse en los círculos más influyentes de la ciudad para darse a conocer, es en este momento donde establece contacto con Paul Dukas, Robert Godet o Raymond Bonheur.

Es importante destacar que las composiciones de Debussy de estos años tienen una fuerte influencia germánica, como consecuencia de la guerra franco-prusiana y por la admiración que siente hacia Richard Wagner, compositor al que admira profundamente y que conoce muy bien. Gracias al apoyo del melómano Etienne Dupin, en los años 1888 y 1889 Debussy tiene la oportunidad de acudir al festival de Bayreuth a escuchar en directo las grandes óperas del compositor alemán; destacan las representaciones de Parsifal, Los maestros cantores de Núremberg y por encima de todas ellas Tristán e Isolda, su ópera predilecta.

La pasión por la obra de Wagner se convertirá a partir de este año 1889 en la búsqueda incesante por superarlo, por crear un lenguaje nuevo y alejado de la estética y los métodos germánicos. Dos acontecimientos son decisivos para el nacimiento de la nueva música: por un lado, la visita del compositor francés a la Exposición Universal de París en 1889.

Allí tiene la oportunidad de escuchar los sonidos provenientes del lejano oriente, concretamente el gamelán(2) y de observar el teatro tradicional de marionetas acuáticas de Vietnam. Esta nueva combinación nueva de sonidos así como la concepción oriental de la obra de arte son la inspiración definitiva que Debussy necesitaba para encontrar ese lenguaje nuevo que con tanta pasión buscaba.

Por otro lado, su encuentro en París con Mallarmé en 1890 le concede la inspiración poética y el consuelo intelectual de aquel que encuentra a otra persona con las mismas inquietudes. De esta colaboración con el poeta surgen diversas obras, entre las cuales destaca la impresión sinfónica Preludio a la siesta de un fauno. A partir de este momento la incesante actividad creadora del compositor no cesa ni un instante y produce obras maestras como La mer, poema sinfónico de 1903, el primer libro de los Preludios para piano de 1909 o el ballet Jeux de 1912 para orquesta- finalmente su última composición sinfónica-.

Cada nueva obra causaba más impacto que la anterior, siendo sus estrenos acontecimientos sociales de primer orden donde tenían lugar las más enfrentadas discusiones entre los partidarios y los detractores. Estos acontecimientos hicieron al compositor muy famoso y ya desde el año 1887 su música fue considerada por los miembros del Institut de France (3) como impresionista. Debussy jamás aceptó tal categorización de su obra y en 1908 escribió públicamente a su editor: “Estoy intentando hacer algo diferente, en todo caso realidades y no impresiones. Lo que estos imbéciles llaman impresionismo es precisamente el término menos adecuado para mi música”. Si tuviéramos que calificar la música del compositor francés de alguna manera sería de simbolista y no impresionista como falsamente se cree y aun hoy en día se sigue enseñando en muchos conservatorios.

La llegada de la I Guerra Mundial secó la fertilidad creadora de Debussy. Retirado durante los años del conflicto a una pequeña villa en la costa de Pourville, su salud se debilita considerablemente y entre 1914 y 1917 apenas compone algunas obras de música de cámara, eso sí, obras maestras en su género: la Sonata para flauta, viola y arpa, así como la Sonata para violín y piano. Ambas piezas de 1917. La delicada salud, el desastre de la guerra y las dificultades económicas sumen al compositor en una profunda depresión. En un intento desesperado en marzo de 1918 postula para ser admitido como miembro de la Academia de bellas artes en substitución de Charles-maria Widor. Debussy muere finalmente el 25 de marzo de 1918 en París.

Muy pocos compositores a lo largo de la historia han sido revolucionarios auténticos como él. Es claro que desde entonces todavía no ha habido ninguno y que anteriormente su predecesor revolucionario es Beethoven, pues siendo Bach, Mozart, Schubert, Schumann o Mendelssohn los más grandes genios, ellos participan de algo ya existente para elevarlo a la categoría de sublime. Sin embargo Beethoven y Debussy son auténticos revolucionarios, diferenciándose en que el primero crea escuela- todo el siglo XIX viene de Beethoven- y el segundo no.

Claude Debussy fue capaz de conquistar la tradición y una vez conquistada alcanzar la libertad, creadora en este caso, que le llevó a revolucionar la música para siempre. Sin la conquista de la tradición, jamás hubiera podido llegar a tan extraordinaria síntesis.

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1 Esta importante beca otorgada en Francia desde 1663 a músicos, arquitectos, pintores y arqueólogos, es un reconocimiento que también obtuvieron otros compositores como Maurice Ravel, Georges Bizet, Hector Berlioz o Florent Schmitt. El premio consistía en una estancia de dos años en la Vila Medicis de Roma para desarrollar la actividad correspondiente.
2 Instrumento tradicional de las islas de Java y Bali.
3 Institución compuesta de cinco academias: La academia francesa, de inscripciones y lenguas antiguas, de ciencias, de bellas artes y de ciencias morales y políticas fundada el 25 de Octubre de 1795.

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