Concentración de protesta ciudadana Más frontera vasco-riojana En un artículo anterior describí los obstáculos burocráticos que varios vecinos de pueblos de la Rioja alavesa se encontraron para ser atendidos en el hospital San Pedro de Logroño. Lo que parecía un simple problema administrativo ha llegado a instancias de los gobiernos riojano y vasco trasformándose en una auténtica batalla entre ambas administraciones en un cruce de acusaciones por ambas partes. Conflicto que ha saltado desde las páginas de los periódicos regionales hasta los medio audiovisuales de ámbito nacional.   El presidente de La Rioja, Pedro Sanz, se obstina en negar el acceso a los servicios sanitarios riojanos a los ciudadanos vascos hasta que se firme un convenio por el cuál, el gobierno vasco se comprometa a pagar los gastos que supone la atención de usuarios vascos. Cosa que, por el momento, la comunidad autónoma vasca se niega. Por otro lado, Sanz afirma que el ejecutivo vasco es quien debe garantizar los servicios sanitarios a sus gobernados mientras que el gobierno riojano se ocupa de los suyos.   En medio de esta batalla, los ciudadanos riojanos y alaveses no han dudado en mostrar su enfado mediante una concentración de 3.000 personas ante el ayuntamiento de Oyón (Álava) donde el concejal del PNV, Jokin Villanueva, ha leído un manifiesto pidiendo ser tratados como personas y no como números y a aplicar la lógica por la que no se debería atender a una persona a 70 kilómetros (Vitoria), cuando hay un hospital a cinco (Logroño). Junto a estas protestas se añade la del alcalde de Oyón que se ha apostado en las puertas de la sede del gobierno riojano en huelga de hambre hasta que no se llegue a un acuerdo.   Este conflicto es un nuevo episodio de cómo el estado de las autonomías ha supuesto el destrozo de la sanidad pública rasgándola en 17 trozos bajo el pretexto de una mejor administración y una mayor oferta de servicios. Muy al contrario, el conflicto sanitario entre las administraciones vasca y riojana prueba la pérdida de la universalidad del sistema sanitario público español, la pérdida de su calidad y la solidaridad en temas de salud pública entre regiones sustituida por la emisión de alaridos y las ambiciones pueblerinas de un par de paletos blandiendo sus cachabas por las lechugas de sus huertos mientras que sus vecinos tienen que recorrer distancias kilométricas para ser ingresados en un hospital o recibir asistencia médica especializada.   El estado de las autonomías, anunciado a bombo y platillo como una descentralización necesaria para acercar la administración pública al ciudadano y mejorar los servicios públicos ha dejado ver, con el paso del tiempo, su verdadera vocación: Ser la carnaza para los apetitos de las castas oligárquicas locales y una sepultura para la economía española al tener que sostener una ruinosa, inútil y descomunal administración pública, así como la construcción de 17 corralitos al cuál más asfixiante.

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