El anuncio de George Papandreu de convocar un plebiscito para que el pueblo griego pudiera pronunciarse sobre si aceptaba la entrada en la polis del caballo de Troya diseñado por la Sra. Merkel Sinon, ha bastado para que el pánico en la clase dirigente se extendiera como un terremoto, causando incluso la hospitalización del ministro de finanzas griego Venizelos, orondo abogado de la partidocracia que desembarca en cada cumbre europea suplicando entre jadeos más medidas contractivas para su pueblo.   Tras la destitución de la cúpula militar griega por Papandreu, la artillería franco prusiana se encargó de lanzar las salvas de advertencia de inminente conflicto para primero, en caso de que el plebiscito siguiera adelante, la pregunta no fuera si aceptaban el plan del día 27 de octubre, sino si querían seguir dentro de la Unión Europea o no, y en segundo lugar, presionar con la quiebra desordenada de Grecia mediante la denegación de fondos, para que se retirara el plebiscito. Tras la defección de varios miembros del PASOK contrarios al plebiscito, Papandreu afirmó que tal propuesta no era un fin en sí misma siempre que se consiguiera la unión política con la oposición, tras lo cual anunció que no habría consulta popular. El viernes día 4 de noviembre, Papandreu se enfrentó a la moción de confianza parlamentaria. Ante una asamblea que parecía una de las formadas por el 15M, de esas que critican a los mercados y piden el voto para los partidos estatales europeos que les arruinan, Papandreu se llevó de calle a un auditorio que aplaudía cualquier engaño que sonara patriótico, como que el dinero aceptado sería para las personas y no para los bancos, cuando lo que estaban aceptando es un plan de especulación financiera con deuda pública y unas medidas de contracción de la actividad productiva que eso si, dejarán intactas las prebendas de sindicatos y partidos estatales. Papandreu pasó la moción de censura victorioso y los griegos vieron como en dos días tuvieron el destino en sus manos y se quedaron sin decidir sobre el mismo. El miedo al pueblo galvanizó a la clase dirigente y muchos griegos respiraron aliviados al no tener que salir de su servidumbre voluntaria. Este comportamiento augura los peores presagios para la cuna de la civilización occidental y para todos los países del sur europeo.   Al mismo tiempo, el G20 quedó retratado con la imagen de un agotado y canoso Obama que se dirigía a la prensa con la frase pronunciada por el maestro de ceremonias Barroso, “has asistido a un curso intensivo en política europea basura”. Nadie confía en ningún esquema europeo y el Fondo Monetario Internacional salió reforzado por los países emergentes como medio de participación en la recuperación europea. Un retórico y hueco Sarkozy anunciaba al mundo que lucharían por mantener el Euro. Pero llegados a este punto, parece que la crisis ha dejado de ser económica para convertirse en una cuestión de moral. Todos los agentes responden con reproches sobre la conducta de los demás cuando son preguntados por una solución. Conviene destacar las declaraciones de Jin Liqun, presidente del fondo soberano chino, llamado a invertir en el Fondo de estabilidad financiera por sus amigos los europeos, ya que no dejan lugar a dudas: “El hecho de que se cuente con 17 parlamentos y gobiernos no justifica que no se tome ninguna medida…¿Por qué en algunos países europeos la gente trabaja hasta los 65 años mientras que en otros se jubilan a los 55 para languidecer en las playas?…las leyes laborales europeas inducen a la pereza y a la indolencia…” Llegados a este punto, ante el esperpéntico papel jugado por Europa cabe preguntarse si no solo ha muerto económicamente, sino también política y moralmente o más acertadamente, si es que Europa nunca existió pues su parto bastardo no fue alumbrado por la libertad colectiva.  

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