Estatua de Júpiter Tonante en el Museo del Prado El anillo de Giges en manos de la partidocracia Cuenta Platón en su Politeia el mito filosófico del anillo de Giges: Giges era un pastor siervo del rey de Lídia, pero podría ser un partido político cualquiera en 1978. Un día estaba Giges, o el partido X o el partido Y, con su rebaño – “con los suyos”- en las montañas –“parlamento” o “gobierno”- cuando se desató una fuerte tormenta y un repentino seísmo abrió un trozo de tierra y se hizo una honda grieta- la evidente oligarquía y muerte de Montesquieu y de la libertad política-. El admirado político-pastor bajó por aquella hendidura y entre otras cosas prodigiosas contempló un caballo de bronce, vacío, con unas pequeñas puertas. Asomó la cabeza y se encontró con un cadáver de talla superior a la humana. Estaba desnudo y sólo tenía en un dedo un anillo de oro. Giges sacó el anillo y salió de allí.   Pasados unos días, asistió, llevando el anillo, al encuentro mensual – a las votaciones que se hacen cada cuatro años para ratificar los puestos por el jefe de los suyos- de los pastores-políticos para preparar la notificación al rey del estado de sus rebaños-el pueblo-. Sentado entre los otros, hizo girar por azar el anillo encarando su grabado con la palma de la mano. Acto seguido, sus compañeros se pusieron a hablar de él como un ausente: se había hecho invisible. El pastor, maravillado, se daba cuenta de que cuando el grabado del anillo miraba hacia el interior de la mano, se hacia invisible, cuando miraba hacia el exterior, volvía a ser visible. Comprobada la eficacia de su anillo, maniobró para ser uno de los mensajeros enviados a palacio para informar al rey. Una vez en palacio, utilizando el poder del anillo, accedió a las habitaciones de la reina y la sedujo; con la ayuda de ella preparó una trampa al rey, usurpándole la corona- pero antes la partidocracia aumentó la corrupción y dejó en una profunda crisis a la nación-.

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