En su obra, Pasiones de Servidumbre, el insigne intelectual y escritor Antonio G. Trevijano, manifiesta; que son muy pocos los libros que debamos lamentar no haber leído. Cierto maestro. Pero en esta ocasión, la excepción es la obra de Pilar Velasco; “No Nos Representan”, editado en Temas de hoy, que ha sido la que me ha movido a escribir este articulo, tras su lectura.   Desde que se ha instaurado la indignación tras el 15-M, he venido observando que no solo se ha descalificado a los indignados por parte de la casta política, sino que la casta periodística del gremio de contertulios ha seguido el mismo derrotero de la descalificación per se, sin desgranar un solo argumento en la apasionada conjura hacia los indignados.   Los indignados, quieren otro sistema político donde estén realmente representados y donde puedan elegir, controlar y deponer a sus representantes.   Los indignados desean reformar la ley electoral que no sirve para representar a la sociedad civil. Ley electoral, de listas cerradas y bloqueadas que impide al elector poder pedir responsabilidades al diputado. Ley electoral, que favorece a los partidos mayoritarios de forma insultante. Ley electoral, que premia a los partidos que concentran su voto en unas pocas circunscripciones provinciales, los nacionalistas.   Los indignados, exigen poner fin a los privilegios de sus señorías, donde se pueden compatibilizar hasta tres remuneraciones del Estado, con blindajes de escándalo tras los ceses, después de una gestión lamentable. Acabando con la burocratización de los partidos convertidos en órganos del Estado, en lugar de órganos de representación ciudadana.   Los indignados quieren acabar con la inmunidad parlamentaria que sirva de refugio frente a comportamientos delictivos.   Los indignados quieren que todas las organizaciones políticas (partidos, sindicatos y patronales) sean expulsadas del Estado y devueltas a la sociedad civil donde cada una se pague sus gastos mediante las cuotas de sus afiliados exclusivamente.   Los indignados quieren tener la posibilidad real, de echar del cargo público a políticos que estén incumpliendo su programa electoral.   Los indignados, quieren acabar de una vez por todas, con el espectáculo de ver a políticos sometidos a procesos judiciales abiertos y se puedan presentar a las elecciones.   Los indignados, reclaman transparencia política, desmantelando el refugio de la política para fines inconfesables, donde esta deja de ser un servicio publico y se convierte en un privilegio.   Los indignados reclaman independencia judicial, donde los jueces estén blindados frente a las injerencias del poder político y económico y puedan ser elegidos por los electores del mundo jurídico.   Los indignados, quieren desenmascarar a unos partidos llamados de izquierdas y socialdemócratas, entregados a gestionar la fase mas dura de las oligarquías financieras y mediáticas, renunciando a su espíritu republicano, apoyando y legitimando una monarquía sin rumbo.   Los indignados denuncian una globalización, que ha sumido a la mayoría de la sociedad en un círculo infernal; se cierran empresas, se endeudan familias, se despide a multitud de trabajadores, se rebajan salarios, tomando medidas inconstitucionales contra funcionarios y pensionistas, mientras los bancos se superan día tras día en sus beneficios y los privilegios de las élites siguen sin tocarse.   Los indignados están en contra que la política española este monopolizada por capullos y gaviotas, que son los responsables de la actual situación, y quieren que nuevas alternativas nos conduzcan a una democracia real. No quieren ni cara A ni cara B; quieren cambiar de disco.   Y frente a toda esta denuncia, cierto sector de la prensa, esta teniendo un pacto de connivencia con el `poder político y económico, criminalizando a este movimiento de indignación, que compartimos todos los ciudadanos críticos con este poder corruptor y con este régimen oligárquico.   Recientemente el prestigioso escritor Ignacio Ramonet, concluía lo siguiente: el poder financiero (los “mercados”) se ha impuesto al poder político, y eso desconcierta a los ciudadanos. La democracia no existe. Nadie entiende la inercia de los gobiernos frente a la crisis económica. La gente exige que la política asuma su función e intervenga para enderezar estas situaciones que sobrepasan a los ciudadanos. Los cambios económicos suceden a una velocidad de vértigo y sin embargo los cambios políticos no se ponen en marcha. Resulta cada vez más difícil conciliar tiempo económico y tiempo político.   Quizá, uno de los eslogan mas acertados del movimiento 15- M, lo expresaba una pancarta con este exquisito mensaje; “Detrás de cada corrupto hay seis tertulianos”.   Indignados somos todos, excepto sus señorías y el club de los tertulianos. Esperemos de la cordura de todos los que se sienten indignados con la situación social y política actual y la hagan efectiva en los próximos comicios electorales, no apuntalando esta gran mentira. Porque en ellos está puesta la esperanza de libertad política, sinceridad y honestidad de la vida publica, cuando se haga presente de improviso la crisis irreversible de este régimen que nos ha arruinado como nación.

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