Concentración de indignados del 15M La pesca de indignados Los preparativos de los próximos comicios por parte de los partidos estatales no dejan de ser una sarta tan conocida como desagradable de tretas para atraer el voto de los súbditos de la partitocracia. El pasado día tres de septiembre, el diario “Público” anunciaba la inclusión en las listas de la coalición IU de participantes y figuras destacadas del movimiento 15-M. Según las declaraciones de dos alistados su objetivo es “canalizar las exigencias de los movimientos sociales en y desde las instituciones públicas.” Esta frase resume perfectamente las aspiraciones de cualquier partitocracia: absorber cualquier movimiento social para controlarlo y neutralizar cualquier actitud crítica o subversiva que suponga una amenaza para el estatus quo del régimen partitocrático.   Por otro lado, la presentación de estas dos personas como miembros destacados del 15-M (cierto o no) no es cuestión baladí. Ambos no son más que cebos para atraer el voto de los indignados que ingenuamente, ven un triunfo en la aceptación, por parte de ciertos partidos (paradójicamente pertenecientes a la casta política) de las reivindicaciones surgidas en sus asambleas. En un sistema donde no hay representación de los ciudadanos, donde lo único que se puede hacer es decir sí a decisiones ya tomadas y los electores no pueden controlar ni exigir responsabilidades a sus representantes, cualquier promesa no es más que un juego de palabras, un engañabobos.   Los defensores del 15-M afirman que este movimiento se caracteriza por su pluralidad y su apartidismo, lo cual, lo protege de las ambiciones y la corrupción de los partidos estatales. Si bien podemos aceptar esa pluralidad, el 15-M carece de la capacidad para fijar y mantener unos objetivos, así como una estrategia para conseguirlos. Esta debilidad lo expone a que muchos de sus simpatizantes se vean seducidos ante los cantos de sirena de partidos que dicen representar sus aspiraciones y convertirse en los tontos útiles al servicio de quienes les indignan. Por otro lado, el 15-M posee todavía un gran poder de convocatoria que los partidos estatales ansían para que los indignados bailen al son de sus intereses. Como dicen los apuntados a la bolsa de empleo de pulsabotones, hay que dirigir los movimientos sociales desde las instituciones públicas.   El peligro de que los indignados acaben convirtiéndose en indignantes esta servido.

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