Anuncio de la subasta de la biblioteca del Presidente Madison La subasta de la ciencia Entre la comunidad científica hay veces que se establecen debates concernientes a la ciencia y su futuro, y aunque en algunos países (anglosajones sobre todo) esos debates se extienden la totalidad de la sociedad civil, no ocurre así en el resto, sobre todo si una oligarquía política y económica es la que decide sobre qué se discute a pie de calle. La ciencia en Occidente está afectada por una grave crisis propiciada por múltiples factores, y que no sólo afecta a España, sino al resto de países desarrollados, incluidos los anglosajones1.   Con el estallido de la crisis económica, se ha hablado bastante sobre la necesidad de cambiar el sistema productivo de este país y volcarlo hacia la generación de conocimiento, en vez de sepultarlo bajo una pila de ladrillos. Palabras muy bonitas que no se han visto (ni se verán) reflejadas en los hechos. Más al contrario, las pocas medidas que se están tomando para fomentar la ciencia y la investigación, tanto desde la Unión Europea, como a rebufo en España, corren el riesgo de dañarla definitivamente (si es que aún hay posibilidad de recuperarla). La palabra que cada vez se usa más en los ámbitos científicos, y que está empezando a pervertir la investigación de un modo inimaginable es “transferencia”. Ahora, toda generación de conocimiento ha de ser transferida, a quien sea, como sea, para que se use, y de forma lo más inmediata posible. El conocimiento que no tiene una aplicación práctica a corto o medio plazo, y que no puede ser transformado en beneficio directo para una empresa o para el propio Estado, no sirve. Es conocimiento prescindible, sin utilidad. La investigación básica está condenada irremisiblemente a quedar como algo testimonial, y posteriormente a desaparecer. Mientras, la investigación aplicada se está prostituyendo en pos de obtener fondos privados, dedicando sus esfuerzos a aquellos temas que sólo pueden producir grandes rendimientos y beneficios. Hasta la fecha, si no publicabas artículos en revistas científicas de alto impacto, no existías. A partir de ahora, si no patentas, te extingues.   Con todo esto, no quiero dar a entender que la investigación aplicada o la desarrollada con motivos puramente económicos sea dañina. Nada de eso. Es absolutamente necesaria. Pero cuando se eliminan las demás facetas del ambito científico, y exclusivamente se mercantiliza y utilitariza la investigación, las consecuencias son desastrosas. Por ejemplo, la investigación básica es la más apta para generar nuevo conocimiento y dar lugar a revoluciones en el ambito científico y técnico, con aplicaciones que pueden ser muy importantes e inesperadas en el largo plazo. Pero es lenta, costosa, y muy infructuosa. Es como participar en un juego de azar con bajas probabilidades de ganar (como la lotería): cuanto más se invierta en él, más factible es obtener un gran premio, pero nunca se pueden comprar todos los décimos. Seguro que todos disponemos en nuestros coches de parabrisas que repelen el agua. ¿Cuántos son conscientes de que dicha tecnología se desarrolló a partir de estudios botánicos básicos sobre la cubierta cuticular de las hojas del loto indio (o rosa del Nilo)?2 Por supuesto, pocas empresas podrán abordar el coste de la investigación básica, pero la necesitan para después poder aplicar nuevas ideas y conceptos en el desarrollo de productos y tecnología.   Por otro lado, la investigación aplicada no se puede circunscribir únicamente al ámbito de la generación de conocimiento explotable comercialmente. Pueden darse muchos ejemplos de esto en investigación médica, pero voy a poner uno menos conocido: la agricultura. Las grandes compañías dedican capítulos económicos muy importantes a investigación aplicada en agricultura: desarrollo de agroquímicos, de nuevas variedades, mejora de las ya existentes, etc. Sin embargo, eso sólo se hace en los cultivos que son rentables para las compañías. Desafío a cualquiera de los lectores a localizar una división, dentro de una multinacional agrícola, dedicada a la mejora de habas (existen para maíz, soja, girasol, arroz…). Esto significa que los cultivos o variedades de cultivos que tienen una importancia local, jamás serán tomados en consideración por una gran empresa. Con suerte, por alguna PYME que actúe en el mercado local, pero sin fondos suficientes para abordar una investigación seria. Por tanto, ese tipo de investigaciones deben de ser acometidas por alguien que pueda abordar el coste sin esperar un beneficio económico, aunque sí de otro tipo (social, ambiental, etc.). Continuando con el caso de las habas, la agricultura mediterránea necesita de las rotaciones con leguminosas para mantener y mejorar las condiciones de los suelos. ¿Cuántos campos han visto con rotaciones en los últimos 20 años?   La ciencia en Europa se está subastando al mejor postor, y en España la situación se está haciendo más acuciante con la falta de fondos para investigar. Los laboratorios se quedan vacíos, las convocatorias de proyectos cada vez son más exiguas, y la única opción es concursar con la colaboración de una empresa, que impone sus condiciones en cuanto a qué investigar y el disfrute de las patentes. De nuevo, lo público al servicio de lo privado, y sin control por parte de los que acabarán pagando las consecuencias (además de los gastos).   Espero que este texto sirva como inicio de un debate sobre qué y cómo debemos investigar y hacer ciencia, y para una base sobre la cual empezar a definir la investigación en la República Constitucional.   1 Elías, C. 2009. The decline of natural sciences: confronting diminishing interest, fewer scientists and poorer working conditions in western countries. A comparative analysis between Spain and the United Kingdom. Papers 93:69-79.   2 Forbes, P. 2008. Self-cleaning materials. Scientific American 299:68-75.

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