En tiempos de la Grecia Clásica surgió la figura del Alma Bella, caracterizada por el interés por generar admiración. Se trataba- a decir de Plotino-de ascender en gradual belleza: Belleza del Cuerpo pero también belleza de las acciones morales, hasta llegar a la belleza del Alma y la belleza interior.   La ad-miración supone pues la intención de atraer la mirada sobre sí por una cualidad digna de ser imitada, y susceptible además de ser objeto de mimesis, es decir, ser seguida por la Comunidad. Nuestro Diccionario de la RAE lo define como “Tener en gran estima a una persona o cosa por lo extraordinario de sus cualidades”.   En Julio pasado un responsable político ha dimitido de su cargo y al parecer,ha generado “admiración” por parte de quien le ha sustituido en su tarea. No me cabe la menor duda que si el mandato constitucional del mandato imperativo no fuera objeto de obscena vulneración por la totalidad de partidos y representantes públicos, la revocación del “admirador” hubiera sido ya, un hecho. En este caso, parece ser que hay dos posibles motivos para la admiración del Sr. Fabra:   1.- Admiración por ser procesado por un delito de cohecho. 2.- Admiración por dimitir de su cargo como Presidente de la Generalitat valenciana.   Si la admiración consiste en lo primero, no hace falta ser muy listo para saber a lo que se piensa dedicar este nuevo elegido de la oligarquía impuesto a los ciudadanos por la élite de su partido.   Si la admiración se produce por el hecho de haber dimitido, entonces mucho nos tememos que el admirador no piensa hacer lo mismo si se le descubre en las mismas lides que su antecesor.   A mayor abundamiento, me pregunto en qué piensa parecerse el Sr. Fabra al Sr Camps, es decir, qué cualidades le parecen adecuadas.   No cabe duda de que en las sociedades del espectáculo se confunde el ser mirado con el ser ad-mirado. En el primer caso nos encontramos con la necesidad de atraer las miradas ajenas sin más objetivo que saberse observado: Es el caso del terrorismo, ciertas estrellas de Rock o determinadas combinaciones de acero que irrumpen en los paisajes urbanos. Nadie diría de ellas que quieren ser ad-miradas, pero todos dirían que quieren ser a toda costa, miradas.   Mucho me temo que nos encontramos por políticos que quieren ser mirados, pero no admirados. Se empieza a perder la diferencia entre las declaraciones políticas y los comentarios de los futbolistas, el objetivo parece más bien centrarse en ser acaparador de la mirada, nunca de la admiración de quien escucha.   Se trata de la confusión de todas categorías, la contaminación de todos los campos entre sí, la mezcla venérea del espectáculo y lo político: Políticos que quieren ser mirados y gentes del mundo del espectáculo que quieren ser presidentes. Estamos ante una estatización banal de la política y una politización banal de la estética que termina acabando con la Política misma y la Estética. La Política está en todos lados menos en lo político y lo estético reside en todo lugar, salvo en el Arte.   Urge la vuelta a la ad-miración, la necesidad de buscar la mirada por la cualidad y por el Genio, la admiración por políticos que sean ejemplos de lealtad en el mandato de representación hacia sus mandantes, de artistas que busquen la admiración por sus obras, de una sociedad que busque la admiración como tarea.

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