. España polemárquica, trasímica y partitocrática   A Jorge Batista Prats, escritor   En términos políticos la partidocracia que domina ilegítimamente a nuestra nación se caracteriza por tener secuestrada la libertad política colectiva de la sociedad civil e impedir el control del jefe de partido que gobierna sin separación de poderes y de forma oligárquica, pero ¿qué idiosincrasia moral define al Estado de partidos?   La España partitocrática es la continuación de la España franquista por otros medios, los estrictamente “políticos”.   Carl von Clausewitz , el gran tratadista de la guerra moderna, brindó la clave a Franco para la empresa política de la Cruzada o guerra civil que el Caudillo quiso culminar hasta en su lecho de muerte, en noviembre de 1975, con el diseño y planificación – para no dejar nada al azar- de la imposición de su voluntad al enemigo hasta después de muerto, mediante la política del Estado de partidos coronado borbónicamente.   La idiosincrasia moral de la España partitocrática es la justicia entendida como injusticia, es decir, la justicia entendida como la conveniencia del más fuerte y el favor al amigo y perjuicio del enemigo, en este caso, al pueblo que lucha por la democracia formal y material. La culminación de la servidumbre voluntaria carpetovetónica refractaria a toda idea de democracia formal yankee o anglosajona.   ***   Esta idiosincrasia la fundamentaba, querido Jorge, el mismísimo generalísimo en un hipotético diálogo con su yerno, el marqués ( el “yernísimo”), y que ahora- 36 años después- pongo por escrito ya que me lo contaron unas enfermeras-duendes del famoso Hospital madrileño, y cuyos nombres no mencionaré porque habitan el olvido.   La llamada “transición”, como casi todo en la España actual, comenzó con Franco, con su muerte,  con  la  muerte  del  “hombre fuerte”, cuando sentenció con su típica voz aflautada –algunos dicen que por ausencia de un huevo-:   “Os dejaré, sí, me iré, pero lo dejo todo atado y bien atado”.   ¡Quién iba a imaginar que se refería a la España partitocrática! Pues sí, la victoria final de su guerra, como dijo Clausewitz sin cinismo alguno, tenía que ser una empresa política: el Estado de partidos español.   Franco- Marqués, Marqués! ¿Dónde te metes, hombre? ¿Dónde estás? ¿Dónde estabas?   Marqués- Aquí, aquí, ya voy, ya voy, mi general.- le contestó de inmediato el Yernísimo.   Franco- Me duele la cabeza, me siento como Céfalo, ¿recuerdas? ¿Sabes quién era Céfalo?   Marqués- “Ce” “ce” “falo” “falo”…Pues no, mi general, ¿quién es Céfalo? ¿Su caballo?…Intente dormir, intente descansar, ya nos ocupamos nosotros. Está Usted todavía bajo los efectos de la anestesia.   Franco- Qué anestesia ni Anastasia: ¡Céfalo! Te tengo que contar, yerno mío, el secreto que me contó mi hermano sobre Céfalo, Polemarco y Trasímaco… Es la culminación de mi victoria moral contra los ateos antiespañoles y contra toda la conspiración judeomasónica y comunista, ¡contra los enemigos de España! ¡Es la culminación moral y política de nuestra Cruzada!   Marqués- Pero, mi general, cálmese, tranquilícese. (“400 gramos más de Ibuprofeno en vena, por favor” le dijo a una enfermera-duende el marqués).   Pero la voluntad del viejo dictador era de “poder”, de mantener el poder como fuera. ¡Por algo lo nombraron “generalísimo” en la guerra y eso que no existía tal cargo en la jerarquía militar! Los alemanes sabían bien a quién entregar la ayuda militar oportuna.   Franco- Marqués, marqués! Céfalo, Polemarco y Trasímaco son los sofistas que me dijo mi hermano Ramón. Son los personajes del libro I de la República de Platón.   Marqués- “República”, “república” que título más idóneo para comenzar la filosofía occidental y ¡qué secretos le dijo su hermano, el masón!   Franco- Pero son reales, marqués.   Marqués- (“no deje nada sin poner del ibuprofeno, señorita, aumente la dosis si es necesario”). Me dijo una enfermera-duende que le dijo el marqués.   Franco- Marqués, es mi carácter y no mis años, la causa de mis males. Estos nuevos ricos de la Obra y el Camino han amariconado mi carácter desde los años 60. Y ahora me veo con tanta riqueza que mi Carmen, mi Polo (de los Polo de Vetusta) con tantas perlas alrededor de su cuello.., que para volver a mi sensata misión, raza y destino debo dejarlo todo atado y bien atado.   Marqués- Habla Usted como si fuera verdaderamente Céfalo, ¡el anfitrión del libro I de la República!, así que me convierte a mí en un Sócrates resucitado. Usted es la cabeza del régimen, pero yo, por mi parte, no creo que tenga mucho parecido con el maestro de Platón. (Volteó la cara guiñando un ojo, el marqués- según me contó una enfermera-duende).   Franco- Pues debes saber, mi yerno y marqués, que la Justicia en España siempre ha consistido en devolver lo que se debe y yo, Francisco Franco, de la judía villa lucense de los Bahamonde, siempre pago lo que debo a España, que me lo dio todo.   Marqués- Mi general, como le digo, se puede devolver lo que se debe con justicia o sin ella. Y en Europa ya hay libertades individuales y democracia de partidos –como dirá el poeta- e incluso en su querida Roma, la eterna y católica Roma, el Concilio Vaticano II devuelve lo que debe a su rebaño de forma liberal, usted ya sabe…   Franco- Calla, calla, maldito matasanos, que en España la devolución con justicia es del tipo que me contara mi hermano después de volver de Buenos Aires con su avión Plus Ultra, y poco antes de “bombardear” el Palacio Real con sus proclamas republicanas- ya sabe, marqués, que mi hermano Ramón era masón y republicano: ¡diputado en las Cortes Constituyentes por Esquerra Republicana de Catalunya !- …   Marqués- Descanse, descanse, mi general, que menudo jabato estaba hecho su hermanito Ramón.   El generalísimo descansó, pero a la media hora ya estaba de nuevo gritando, con su voz aflautada, a su yernísimo. Eso fue lo que me contó otra duende-enfermera, esta vez, una duende-enfermera que tenía un gran parecido con Ava Gadner, pero eso es otro tema, que no procede ahora desarrollar.   Marqués (pegando un bote del susto que se llevó)- Sí, sí, mi general…   Franco- ¿Dónde está mi hermano Nicolás? Que venga inmediatamente. Él me hizo generalísimo, consiguió el apoyo luso en la guerra, y está metido en los negocios como el primero: él tiene que aconsejarme en esta saudade y en esta hora decisiva para la Historia de España, como aquella vez en el cuarenta con la NATO y García Valiño…   Marqués- Pues estará en el Ritz o en Estoril…quién sabe, mi general. Pero descanse… por el Santo sepulcro de Jerusalem y mi madre María de la O. (Le preguntaré a mi tío motorizado Sanchís, pensó el marqués).   Nicolás estaba en Madrid y con el jeep se puso en poco tiempo en el Hospital.   Franco- Nicolás, hermano, ¿cómo estás?  

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