En el juego del Ajedrez el objetivo final es conocido de antemano. Así, el qué hacer, en su dimensión política, es inequívoco y único, matar al Rey oponente. La estrategia en este contexto desciende de este modo al plano del cómo hacerlo, con una idea general (ocupación del centro) articulada a través de diversas tácticas de movimientos y combinaciones (para ocupar, neutralizar o matar) necesarias por la distinta habilidad de las piezas sobre el tablero. En las distintas fases del juego, la estrategia puede variar (en la apertura, enrocarse cuanto antes para consolidar una buena defensa o dar operatividad temprana a ciertas unidades) y cada jugador escoge la más adecuada a su estilo o carácter. Sin embargo, el objetivo político continúa invariable, del principio al fin. Es característico de los novatos la confusión en el objetivo final, al empecinarse en un objetivo parcial (matar la reina) destinando todos los recursos creativos a este fin y en consecuencia alterando el objetivo político.   La estrategia del movimiento 15 M, en su máxima expresión de objetivo político al cual dirigir todos los recursos creativos para su consecución, es todavía inexistente. La expresión movimiento 15 M, señala su heterogeneidad, tanto en composición material como ideológica, quedando su estrategia sujeta tanto a la interpretación paranoide e histérica de ciertos analistas políticos guerracivilistas, como al desprecio de la partidocracia. Lo cierto es que el 15M carece a día de hoy de estrategia, en palabras del británico Robert Neild “El primer paso para formular la estrategia, es decidir los objetivos políticos. Sin objetivos políticos, la guerra es destrucción sin sentido, y la posesión de medios militares en tiempo de paz es un despilfarro. Una vez que los objetivos políticos estén especificados, los medios militares deben ser seleccionados y confeccionados para encajar en aquellos.” Pero un movimiento civil tampoco puede dispersar su potencia con la reclamación de múltiples objetivos políticos parciales e irreales. Todavía más grave para la legitimidad de su acción es buscar la notoriedad mediática sin propuestas creíbles de cambio político. Pedir la abolición del capitalismo es absurdo, si no se define que se quiere abolir y como reemplazarlo.   Con todo, el lema “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, señala la consecuencia que no se quiere, derivada del régimen de poder existente. Hay que señalar en este punto que inicialmente el lema fue “Somos mercancía en manos de políticos y banqueros” el cual se corrigió desde un punto de vista de marketing, para no aceptar subliminalmente la condición impuesta, pero no desde un punto de vista revolucionario, de derogación    y   sustitución    creativa    de    lo existente por algo nuevo. A esta discusión pude asistir antes de que se me expulsara de DRY por proponer la formulación de un objetivo político amplio, capaz de agrupar a distintas plataformas ideológicas hartas de la ruina partidocrática.   Toda la actividad política surgida tras la manifestación del 15M ha estado guiada por la ausencia de conciencia revolucionaria, más encaminada por el miedo y la ignorancia de la ciencia política, que por las ansias de libertad no instruida. Los memes partidocráticos han calado profundamente en una pila de jóvenes cadáveres, que se creen libres para emprender reformas constitucionales, sin antes haber conquistado la libertad para hacerlo. Es bien sencillo de entender, hoy tenemos libertad para escoger cada cuatro años una lista de desconocidos confeccionada por un jefe de partido, pero no tenemos libertad para alterar las reglas del juego político impuesto por la monarquía olímpica. Y en este impás seguiremos mientras no se tome consciencia de la necesidad de libertad constituyente como estrategia de unión nacional pre-ideológica. Una praxeología del 15 M (en el sentido del término acuñado por el sociólogo francés Raymond Aron de fusión entre las palabras estrategia y política) fundada en la conquista de la libertad colectiva para cambiar las reglas del juego político, es la única capaz de dar frutos tangibles para la democracia, superando a su vez experiencias fallidas de adolescencia política como el Mayo francés del 68, o los inicios de DRY, donde una izquierda social más indignada por su pasividad ante el ataque de la clase dirigente (aquí uso el término como en “The ruling Class” de Sam Aaronovitch) que por su falta de ideas para resolver la crisis, se echó a la calle para demostrarse a sí misma que no era un ensueño, como la izquierda política estatal aparenta, sino que realmente existe. No sabemos quién acuñó el término SpanishRevolution, pero trabajamos para que deje de ser una coletilla mediática y se convierta en una realidad constituyente de la inteligencia y la decencia nacionales frente a la inmoralidad del Estado de Partidos. Al fin y al cabo, no fue hasta 1777 con la traducción al alemán, por Johann von Bourscheid, del Taktiká del emperador Leon VI el Sabio, cuando en Occidente comenzamos a percibir la diferencia jerárquica entre Estrategia y táctica, y la conexión de la primera con la política a partir de Clausewitz. Si el 15M lograra comprender su estado de servidumbre voluntaria, tendría con esta praxeología una potencia inigualable para cambiar las cosas y no estrellarse como el pueblo griego ante el muro partidocrático. Podría resurgir como el pueblo islandés, apoyado en la libertad política colectiva para con la Teoría Pura de la República crear una alternativa democrática al desmán financiero de la partidocracia.

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